Siempre entre las nubes hay esos huequitos de Sol que te dan valor.
Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
4 jun 2016
El gran insumiso...................................................... Diego A. Manrique
Muhammad Ali se convirtió en una luminosa referencia dentro de la cultura pop.
Cassius Clay (antes de
cambiar su nombre) en Miami en 1964 con los Beatles: Paul McCartney,
John Lennon, George Harrison y Ringo Starr. APAP
Cassius Clay/Muhammad Ali
fue el boxeador que necesitaban los años sesenta.
Por aquel entonces,
empezaba a ser un deporte bajo sospecha: dominaban los relatos sobre el
daño del cuero golpeando la carne, las epopeyas sobre la huida de la
miseria, las denuncias de la dudosa trastienda del negocio
. Con aquel
chico de Kentucky, el boxeo se convertía en orgullosa afirmación de la
voluntad de emancipación, puro black power sin grandes argumentos.
Se iba a convertir en el gran púgil de la Década Prodigiosa:
irreverente, bocazas, seguro de sí mismo. Inevitablemente, le juntaron
con los Beatles allá por 1964, cuando estos terminaban su primera gira
por Estados Unidos.
Aunque las fotos resultantes muestran a todos los
implicados haciendo el payaso, el encuentro no estuvo exento de tensión.
En contra de lo que estaban habituados, los británicos debieron
esperar, encerrados en una habitación, mientas el campeón se preparaba
para la prensa.
Y Clay, que diariamente recibía oleadas de visitantes,
no estaba seguro de quienes eran aquellos “mariquitas”, seguramente
dicho sin intención ofensiva.
Clay ya era legendario por su elocuencia: convirtió sus rimas en
cantinelas, a modo de eficaz eslogan publicitario.
En los tiempos
actuales, sin duda hubiera terminado rapeando en el sello de Jay-Z; en
aquellos días, le transformaron en artista discográfico por la vía
rápida
. Combinando recitados y canciones, Columbia Records publicó en
1963 el álbum I’m the greatest; su versión del inmortal Stand by me sonaría en muchas emisoras.
Cassius Clay (antes de
cambiar su nombre) en Miami en 1964 con los Beatles: Paul McCartney,
John Lennon, George Harrison y Ringo Starr. APAP
No volvería al estudio de grabación hasta 1976, cuando protagonizó un
disco infantil destinado a luchar contra la caries dental, en compañía
de los cantantes Frank Sinatra y Richie Havens, el actor Ossie Davis, el
locutor deportivo Howard Cossell.
Corramos un velo sobre aquel
artefacto, típico de la Guerra Fría, donde los villanos del cuento
tenían acento ruso o cubano (Cuba = azúcar ¿lo pillan?).
Retrocedamos a los tiempos bravos. Muhammad Ali ascendió a héroe
contracultural en 1966, al negarse a cumplir el servicio militar
.
Conviene enfatizar que formó parte de la valiente minoría que declaró
abiertamente su oposición a la guerra de Vietnam; en general, los
disidentes en edad de reclutamiento se escaqueaban mediante prórrogas de
estudios o alegando difusas enfermedades.
Dado que un número desproporcionado de los soldados estadounidenses
en Vietnam era lo que hoy llamaríamos afroamericanos, su postura fue
perfectamente entendida en los guetos.
El apoyo a Muhammad Ali se
mantuvo durante los años inciertos en que le impedían combatir y podía
terminar en una penitenciaria.
No solo era respetado en los ghetos.
Allí
están las fotos junto a las estrellas de Motown, el sello que
representaba las aspiraciones de la clase media negra, al lado de los
ídolos juveniles Jackson 5 o del genial Marvin Gaye.
En los setenta, ya exonerado, se fundió en abrazos con artistas
cercanos a Richard Nixon y el Partido Republicano: de Elvis Presley a
James Brown, que incluso había girado por las bases de Vietnam. Nunca le
faltó el respaldo de las clases ilustradas, manifestado en los libros
de Norman Mailer y Bud Schulberg, los extensos reportajes de Joyce Carol
Oates y George Plimpton.
Como si se tratara de un campo de minas, esos autores pisaban con
enorme cuidado alrededor de la militancia de Ali en la Nación del Islam,
misteriosa secta a la que se atribuía el asesinato de otro adalid de la
negritud, Malcolm X. “Ali no es un fanático”, aseguraban sus
cuidadores.
Bob Dylan no necesitaba esas garantías.
Le gustaba ponerse los
guantes y había dedicado varias canciones a boxeadores, incluyendo su
famosa Hurricane, que indirectamente permitiría la liberación
de su protagonista, Rubin Carter, condenado por asesinato.
En la foto de
su encuentro con Ali, Dylan parece tímido, intimidado: una cosa es
hablar de la Dulce Ciencia del pugilismo y otra es sentir el peso de esa
mano letal.
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