Prestar no es sinónimo de dar por perdido, pero casi. Lo normal es posponer la devolución hasta que avergüenza reintegrarlo. Y no debiera serlo.
. Otros colegas elevan la cifra a 100.000 millones.
Y se estima que hay de 100 a 300 trillones de conexiones entre ellas.
Pero, no, ni todo un ejército de obreras especializadas en el pensamiento es capaz de hacer que una persona recuerde que ha de devolver un objeto prestado a su legítimo dueño.
La experiencia demuestra que la buena fe de dejar algo a un buen amigo conlleva un alto porcentaje de riesgo de pérdida definitiva.
Libros, discos, revistas o ropa encabezan la triste lista de artículos muy queridos a los que se les perdió para siempre el rastro a manos de una persona muy cercana.
Ni una sola neurona se encarga de recordar que ‘prestado’ no equivale a ‘regalado’.
Miles de años avalan la torticera manía humana de no devolver aquello que un día se les prestó. Razón que lleva a los expertos en protocolo de Emily Post a insistir en una máxima para evitarnos sinsabores con los amigos: no prestar jamás aquello a lo que tenemos afecto
. Básicamente, porque que te lo devuelvan no es lo normal.Internet anda repleto de abogados dispuestos a sacarle las entrañas a ese amigo al que un día se le dejó dinero y que se resiste a devolverlo
. Harina de otro costal es pretender llevar a los tribunales a esa amiga a la que le prestaste el primer álbum de OneDirection, una camiseta con trampantojos de hace tres temporadas, la saga en vídeo de Crepúsculo o un reproductor de cd portátil. Incluso si este último contaba con tecnología antiskipping (para los que llegaron directamente en la era de los mp3 aquello era un sistema por el cual el cd no pegaba botes aunque quien lo portaba corriera o saltara)
. Descartada la opción de emprender medidas legales contra aquella amiga desmemoriada, se abre un abanico de vías para ‘refrescarle’ la memoria sin acabar con la amistad
. Tanto da que el préstamo fuera hace dos semanas como hace dos lustros
. Es tuyo, le tienes cariño y te ampara todo el derecho del mundo a recuperarlo.
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