Sanz de Sautuola, que halló las pinturas en 1879, murió en el más absoluto descrédito tras ser acusado de falsificarlas.
Erudito, aficionado a la aclimatación de plantas exóticas y al coleccionismo de fósiles, entre otras cosas, Sautuola se vio estimulado a emprender excavaciones en las cuevas de Santander, tras haber contemplado las colecciones de objetos prehistóricos expuestas en la Exposición Universal de París de 1878.
Al año siguiente volvería a inspeccionar la cueva de Altamira, que había sido descubierta por azar una década antes
. Puede uno imaginarse la cara de perplejidad de Sautuola cuando en 1879 su hija le señaló la presencia de pinturas de animales en el techo de la cueva.
Él reconocería que no se le había ocurrido mirar hacia arriba, pues lo que le interesaba era buscar en el suelo la presencia de materiales líticos y restos de una antigua ocupación humana.
Pero pronto relacionó aquellas pinturas con los objetos de arte mueble que había visto expuestos en París.
Tras encargar una puerta para proteger el acceso de la cueva, Sautuola —cuya historia vuelve a ser de actualidad estos días por el estreno de Altamira, película protagonizada por Antonio Banderas— llevó a cabo el copiado de los dibujos y el estudio de los materiales encontrados.
Como resultado de sus labores publicaría sus Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander (1880).
En este folleto manifestaba cómo el observador quedaba “sorprendido al contemplar en la bóveda de la cueva un gran número de animales pintados”.
Incluía en este estudio dibujos con reproducciones de las pinturas, las cuales dató como pertenecientes a la época paleolítica. Sautuola (bisabuelo de Emilio Botín, que fue presidente del Banco Santander) comunicaría sus hallazgos a Juan Vilanova y Piera, catedrático de Paleontología de la Universidad de Madrid
. Este apoyaría las conclusiones de Sautuola y desde su posición académica sería el encargado de divulgar y defender ante la comunidad científica la autenticidad del arte rupestre.
Sin embargo, Sautuola y Vilanova consiguieron pocos apoyos a sus tesis.
El rechazo a considerar que las pinturas eran prehistóricas fue generalizado entre sus contemporáneos.
Así, se consideró que no eran tan antiguas e incluso hubo quienes afirmaron que habían sido hechas por algún pintor moderno, eso sí, mediocre.
Con esto se dejaba caer que Sautuola había hospedado en su casa a un pintor mudo francés, por lo que la sombra del fraude se insinuaba sobre el erudito cántabro.
. Para Sautuola y Vilanova, los humanos primitivos habían sido creados por Dios con la capacidad estética y la habilidad necesaria para confeccionar obras como las que se hallaban en Altamira
. En cambio, desde posiciones darwinistas y transformistas, la humanidad había pasado por diferentes estadios evolutivos y era necesario alcanzar un determinado umbral para poder realizar las pinturas rupestres de la cueva cántabra.
Al mismo tiempo, Vilanova, católico, antidarwinista y creacionista, se oponía a los clérigos detractores de la Prehistoria.
En efecto, hubo teólogos quienes paradójicamente se acercaban a los evolucionistas cuando sugerían la existencia en el pasado de animales semejantes orgánicamente a los humanos y anteriores a ellos, con capacidad de construir artefactos.
Otras causas que contribuyeron a la polémica fueron el nacionalismo científico y la actitud colonialista de los prehistoriadores franceses con respecto a sus colegas españoles.
Creo importante también incidir en que al ser las pinturas del Altamira las primeras que se conocieron, fue lógico que surgieran dudas de su autenticidad entre la comunidad científica. Era importante encontrar otras pruebas, es decir, nuevos hallazgos de este tipo, que corroboraran su antigüedad.
Cuando se descubrió el arte parietal en cuevas francesas, las dudas desaparecieron y se presentaron las disculpas
. Pero ya era tarde para Sautuola y Vilanova, quienes, al menos en relación con Altamira, murieron en el más absoluto de los descréditos.
Francisco Pelayo es especialista en Historia de la Ciencia del CSIC. Ha abordado en varios trabajos la polémica en torno a Altamira.
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