Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

9 mar 2016

Marta Sanz: «Sufrir no nos hace más fuertes, normalmente nos debilita»................ Paula Bonet y Ángel L. Fernández Recuero

Marta Sanz para Jot down 0
Marta Sanz (Madrid, 1967) acaba de recibir el Premio Herralde por su recién publicada Farándula, una novela crítica que toma como excusa el mundo del teatro para abordar sin miramientos cuestiones sociales y culturales
. Lenguas muertas, Susana y los viejos o La lección de anatomía son otros de sus trabajos narrativos. Además de colaborar en medios como el ABC o Viento Sur, en su obra también encontramos poemarios y ensayos.
 Ácida sin mutilar la ternura, en sus libros cuelga la trama de una percha.
Nos sienta entre libros y fotografías después de abrirnos la puerta de su casa
. Conocemos a una mujer que no se desdobla en individuo y autora y que nos habla de lo que le duele y lo que le inquieta.
Hay un porcentaje bastante elevado entre las mujeres nacidas en los setenta y ochenta que elegimos no ser madre. ¿Es un monstruo la mujer que no quiere procrear?
Yo creo que no.
 No creo que seamos seres tremendamente monstruosos. 
Lo cuento en La lección de anatomía: cuando yo elijo no ser madre, no lo hago por ningún motivo ideológico, ni grandilocuente, ni político, ni de teoría de género, ni de nada por el estilo
. Decido no ser madre por miedo y no por un miedo que tenga que ver con lo psicológico o lo económico, con las posibilidades de darle a un hijo una educación, alimento, vestirlo.
 Se trata de un miedo físico, que arranca de los relatos sucesivos del parto de mi madre con los que mi madre me instruye prácticamente desde que tengo uso de razón.
Solo con palabras, nada de imágenes.

En absoluto, en aquella época era muy raro, tal vez imposible, grabar un vídeo del parto. 
Hoy hay gente que lo graba y te pone el vídeo, cosa que me parece de un mal gusto tremendo, igual que me parece que no tiene mucho sentido lo de enseñar las ecografías. 
Yo normalmente no veo nada. No sé si el niño es guapo o feo.
El caso es que los relatos de mi madre eran orales y minuciosos, y lo que cuento en La lección de anatomía creo que es verdad, constituye esa mitología fundacional de cada uno de nosotros que forma parte de nuestras verdades.
Por una parte, esos relatos de mi madre hacen que decida no ser madre por miedo físico a que una cosa tan grande pueda salir por un sitio tan pequeño; por otra parte, me invitan a narrar: me considero heredera en la palabra escrita de los relatos orales de mi madre, de la minuciosidad, del gusto por lo escatológico.
¿Esa animalidad no te atrae en ningún aspecto?
¿Por animalidad te refieres al hecho del parto?
 El hecho del parto no me atrae bajo ningún punto de vista, ni ético, ni estético, ni en mi vinculación con la naturaleza, ni en nada de nada.
 Simplemente me produce miedo y me hace pensar en un dolor enorme.
 Tal vez tendríamos que reivindicar más las cosas artificiales en un momento en que se reivindica tanto la naturalidad y lo natural.
 Siempre digo que soy partidaria de la anestesia y de los artificios que lo que hacen es paliar los excesos y las brutalidades de la naturaleza. 
 Me parece muy respetable —¡menos mal!— que muchas mujeres tengan ese contacto con su instinto que hace que el mundo siga.
 Me parece muy respetable y admirable, pero a mí no me pasa. Entonces, lo único que yo pido básicamente es que a estas mujeres que decidimos no ser madres por los motivos que sean no se nos considere monstruosas o no se nos considere mujeres. 
Lo que me parece completamente impúdico en la sociedad en la que vivimos es que se vincule de una manera unívoca maternidad-feminidad. 
No. Yo no soy madre y soy una mujer.
En tus novelas hay descripciones muy bestias.
Igual que hay cosas dentro de mi literatura que sí que puedo racionalizar y sé por qué quiero contarlas y de qué manera, también hay imágenes, hay expresiones, que no sabría explicar por qué surgen. Quizá, si me pongo a pensarlo, tienen que ver con esa repulsa hacia lo primario que casi siempre se asocia con la mujeres y que de alguna manera recorre toda la literatura
. Creo que todos mis textos son una manera de contradecir tópicos, frases hechas de nuestra civilización… 
Una de ellas es la que vincula la racionalidad con el señor, y la naturalidad y la tierra y la visceralidad con la figura de una mujer que casi siempre es madre o fuente de una maldad despiadada.
 De algún modo, todo eso se traduce en distintas metáforas que van salpicando la historia de la literatura universal…
La mujer siempre ha sido «la loca».
La loca, la irracional, la histérica, la visceral.
Dices que ahora, en el parto, respetas mucho que las mujeres, haciendo caso de su instinto, quieran parir de una forma natural. ¿Eso realmente es instinto o solo mercadotecnia?
Mira, en estas cosas quiero ser cauta.
 Quiero ser respetuosa tanto con la mujer que decide amamantar a su criatura hasta los diez años como con la que decide darle un biberón al poco de nacer porque tiene grietas o porque se tiene que ir a trabajar y sus condiciones económicas no le permiten ser «una buena madre» desde la perspectiva de los nuevos códigos.
 Entiendo que en este sentido cada mujer es un mundo, aunque comparto contigo que todas estamos absolutamente condicionadas por ciertos discursos y ciertos eslóganes que además van fluctuando con el paso del tiempo y que tienen que ver, por una parte, con las exigencias del mercado y, por otra, con los comportamientos y creencias con los que rellenamos la palabra «feminismo». 
Hay una imagen que me parece muy representativa de todo esto.
Recuerdo un relato de Alice Munro en el que habla de un personaje que acaba de tener un hijo, una hija, no recuerdo, y, para desvincularse del punto de vista animal de la maternidad —porque ella reivindica su condición de mujer más allá de la maternidad, más allá de la naturalidad y de las vísceras—, ella, mientras amamanta a su hija, fuma. 
Ese gesto, que hoy se consideraría egoísta y brutal, singularizaba a una mujer feminista en los años sesenta y setenta. 
Ahora se ha dado una vuelta de tuerca completamente diferente, estamos en la época del arraigo, de la lactancia a demanda, del colecho y demás.
 Es un mundo que yo personalmente no he vivido y no sé lo que haría si tuviera un hijo, pero mucho me temo que incluso por edad y por educación sería más parecida a Alice Munro.
 Aunque he dejado de fumar.
Por otra parte, con esto del fumar y no fumar de las mujeres, de cuidar la salud y hacer deporte, de comer sano, tanto nosotras como vosotros, creo que corremos el riesgo de ser muy moralistas. Parece que una de las imágenes más rechazables por la comunidad es la de una mujer embarazada fumando. O tomando un poquito de vino. Como si fueras una asesina, es terrible.
En tu última novela, Farándula, la trama discurre entre bambalinas; ¿qué relación tienes con el teatro?
Tengo una relación con el teatro psicoanalítica y completamente familiar.
 Cuando era niña mis padres estaban en una compañía de teatro de aficionados en Benidorm, que es donde pasé mi infancia.
 En aquella época sentía una empatía brutal con mi madre y me daba mucho miedo que se confundiera, que no se supiera bien el papel
. Este miedo me generó un rechazo físico al teatro
. Mi madre subía al escenario y a mí se me secaba la boca, se me revolvían las tripas, como cuando te va a preguntar el profesor en el colegio y no te sabes la lección. 
Todo esto hizo de mí una espectadora teatral nefasta, absolutamente nefasta.
 No he disfrutado de los espectáculos teatrales hasta que he sido muy mayor y me han explicado que no había necesidad de que me pusiera así, que para eso estaban los profesionales del teatro.
 Esta reacción física tan poderosa que tenía frente al teatro era algo que quería contar en Farándula porque ese es el tipo de vínculos entre el emisor de un discurso artístico y el receptor de un discurso artístico que a mí me gustaría recuperar.
 Ese tipo de profundidad, ese tipo de fisicidad, ese tipo de violencia y de sentirse completamente concernido y vulnerable frente a lo que te están contando.
Y esta es la excusa para abordar en la novela un trasfondo mucho más social.
Efectivamente, esa es la excusa para abordar el tema de la cultura tal y como lo hago en Farándula: dar mi visión de este cambio de modelo cultural que va de lo analógico a lo digital
. Por el camino nos estamos perdiendo muchas cosas.
 Me molesta que desde las mentalidades más progresistas y más abiertas, incluso más de izquierdas, cuando te atreves a hacer una pequeña crítica a los avances de la era de internet, automáticamente eres acusado de reaccionario: creo que de lo que se trata es de intentar aprovecharnos de las virtudes pero siendo muy conscientes también de los problemas y las limitaciones que acarrea.
En ocasiones has dicho que en tus novelas haces un ejercicio voluntario de demolición de la trama. ¿Con qué objeto?
Dentro de los elementos narrativos que constituyen el género, hay uno, el de la construcción de la trama, que es el que permite dentro de una novela crear intriga, suspense, generar misterio, que el lector se haga preguntas que tengan que ver con el desenlace de la historia.
 Me parece que ese elemento narrativo tiene mucho que ver con el discurso de seducción que predomina en unas sociedades de ideología neoliberal donde de lo que se trata es de complacer al lector como un cliente
. Por eso, desde que comienzo a escribir, la trama para mí es un elemento muy secundario dentro de las ficciones o incluso un elemento a batir.
 Puedo contar una historia, puedo transmitir una emoción, puedo dar un punto de vista sobre lo que está sucediendo y hablar de las cosas que duelen, sin tener que agarrarme necesariamente al mecanismo de las tramas, me interesa más la construcción de los personajes. 
El punto de vista y la voz.
 El punto en el que confluyen lo interno y lo externo en las narraciones: el sujeto y la comunidad, el texto y el contexto.
 Me interesa más la prospección psicológica, me interesa más el lenguaje. 
Y me interesa más la calidad de página que propiamente lo que es la trama.
Hace poco vi la película documental sobre Hitchcock y Truffaut, que a mí me ha parecido interesantísima, y hubo un comentario de Martin Scorsese con el que me sentí muy identificada.
 Él cuenta que en Vértigo de Hitchcock la trama simplemente es el alambre o la percha para colgar la poesía de las imágenes. 
Creo que hay veces que en los textos que escribo la trama funciona de esa manera, otras veces está ahí para ser fracturada, para contradecir el deber ser y la ortodoxia de ciertos géneros altamente codificados, para suscitar preguntas sobre la realidad desde la «conspiración» contra cierta retórica literaria, ese es el caso de Black, black, black o de Un buen detective no se casa jamás.
En El frío haces ese ejercicio de utilizar la trama como «percha».
El frío es un ejemplo de cómo un texto más que una trama, más que una historieta, en el mal sentido de la palabra, salpica.
 Pero lo que intento, tanto en El frío como en Daniela Astor, como en otras novelas mías, es contraponer dos discursos, ver cómo un discurso rebota en el otro discurso y cómo con eso se puede generar interés y se construye significado, sin necesidad de que yo te esté poniendo a ti una zanahoria delante del hocico para que tú te la comas.
Marta Sanz para Jot down 1
Ignacio Vidal-Folch, en la presentación de la revista Granta, se preguntaba cómo es posible que el futuro de la condición humana esté en manos de cuatro intrépidos de Silicon Valley sin que los pensadores más progres tomen partido. ¿Estás de acuerdo?
Pues sí, estoy de acuerdo.
 De hecho, otro de los estímulos de Farándula es la narración de ese tránsito de lo analógico a lo digital que está modificando nuestras conciencias, que está cambiando nuestra visión del ser humano y de la relación que establece el ser humano con su cultura, tiene que ver con eso.
 Me parece de una perversidad absoluta cómo se cambia el significado de las palabras y cómo, de repente, en internet todos los discursos se colocan en una línea horizontal, convirtiendo la democracia en demagogia
. Me parece absolutamente perverso cómo la palabra libertad cambia de significado: en el momento en el que nosotros estamos aparentemente ejerciendo nuestra máxima libertad, al mismo tiempo estamos siendo vigilados por un ojo tremebundo que es capaz de captar todos nuestros datos. Esto lo cuenta con una sencillez y una claridad aterradoras el filósofo coreano Byung Chul Han en Psicopolítica.
 Deberíamos hacernos preguntas.

Marta Sanz para Jot down 2
¿Hay talento en las nuevas generaciones de autores españoles?
Yo creo que sí. No me importa nada dar nombres y apellidos.
 Me interesan muchísimo los escritores españoles nacidos en la década de los setenta y ochenta. Me parece que algunos de ellos nos están dando lecciones a los nacidos en los sesenta que estábamos demasiado anclados a la literatura de prestigio en la época de la Transición, estábamos muy condicionados por los autores de la nueva narrativa.
 Creo que los autores nacidos en los setenta y en los ochenta se atreven a dar un salto cualitativo.
 La primera gran sorpresa fue Isaac Rosa. Isaac Rosa me parece un escritor con una mirada muy original y además con una caligrafía literaria envidiable.

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