El desclasamiento tiene un precio si piensas que en las clases superiores todo está permitido.
“Esta maldita jaqueca de los Borbones”, parece decir Urdangarin con
el gesto con el que el famoso cura Aguirre se quejaba de la migraña de
los Alba.
Un achaque atribuible a responsabilidades que eran un chollo hasta ayer, pues le proporcionaban prestigio, bienestar, dinero y hasta el cariño de la gente común.
Nada apreciamos más los españoles que una familia unida y trabajadora, ella en la banca de las preferentes, él en su Telefónica (refugio de los Zaplana y compañía), los niños en el cole y los veranos en Palma de Mallorca.
Parecía una jaqueca al revés para la que enseguida empezó a ingerir los ibuprofenos inversos que le llevarían al banquillo.
El desclasamiento tiene un precio (infórmense sobre el final del cura Aguirre), en especial si piensas que en las clases superiores todo está permitido.
Y lo está, pero siguiendo el protocolo.
No lo hizo, por eso ahora no le consta, no se acuerda, no sabía.
Tampoco comprende por qué él no tenía derecho a forrarse.
Es un deportista, no ha leído, ignora lo que es un chivo expiatorio.
Soy un ingenuo, piensa, un tonto útil.
Pero esas ideas solo tienen gracia cuando se habla de ellas desde la ironía, como el Alba sobrevenido hablaba de las jaquecas de sus predecesores.
Creía que me había tocado la lotería y ahora, ya lo ven, 15 o 16 años de cárcel.
Esta maldita jaqueca de los Borbones que tarde o temprano se vuelve contra los advenedizos (Marichalar saliendo en carretilla del Museo de Cera).
Lo mío se entiende desde la ignorancia, vale. ¿Pero y lo de mi señora? Hagan algo, rápido, me estalla la cabeza.
Un achaque atribuible a responsabilidades que eran un chollo hasta ayer, pues le proporcionaban prestigio, bienestar, dinero y hasta el cariño de la gente común.
Nada apreciamos más los españoles que una familia unida y trabajadora, ella en la banca de las preferentes, él en su Telefónica (refugio de los Zaplana y compañía), los niños en el cole y los veranos en Palma de Mallorca.
Parecía una jaqueca al revés para la que enseguida empezó a ingerir los ibuprofenos inversos que le llevarían al banquillo.
El desclasamiento tiene un precio (infórmense sobre el final del cura Aguirre), en especial si piensas que en las clases superiores todo está permitido.
Y lo está, pero siguiendo el protocolo.
No lo hizo, por eso ahora no le consta, no se acuerda, no sabía.
Tampoco comprende por qué él no tenía derecho a forrarse.
Es un deportista, no ha leído, ignora lo que es un chivo expiatorio.
Soy un ingenuo, piensa, un tonto útil.
Pero esas ideas solo tienen gracia cuando se habla de ellas desde la ironía, como el Alba sobrevenido hablaba de las jaquecas de sus predecesores.
Creía que me había tocado la lotería y ahora, ya lo ven, 15 o 16 años de cárcel.
Esta maldita jaqueca de los Borbones que tarde o temprano se vuelve contra los advenedizos (Marichalar saliendo en carretilla del Museo de Cera).
Lo mío se entiende desde la ignorancia, vale. ¿Pero y lo de mi señora? Hagan algo, rápido, me estalla la cabeza.
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