Siempre entre las nubes hay esos huequitos de Sol que te dan valor.
Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
21 mar 2016
“Fue un honor servirle a Obama”................................................................ Pablo de Llano
EL PAÍS reconstruye la primera cena del presidente de EE UU en un restaurante de La Habana.
Los Obama con su camarero, Reinier Mely, anoche en La Habana.
Pajarita negra, camisa blanca, delantal, pantalón negro y zapatos
lustrados, Reinier Mely Maldonado, 33 años, entró sobre las siete de la
tarde al salón privado del restaurante y le dijo al presidente de
Estados Unidos: “Hello, welcome to the paladar San Cristobal, my name is Rei and I’m gonna be your waiter. And it’s a great honor for us”. Barack Obama lo miró, sonrió como sólo puede sonreír el deslumbrante Barack Obama y le respondió a su camarero cubano: “It’s an honor for us too”.
“En ese momento”, relataba Mely con una rodilla en tembleque una hora
después de que Obama se marchase, “le presenté a Jorge, el otro
camarero, que acababa de entrar con la cesta de pan caliente”.
Jorge Alberto Cotilla Espinosa, 26 años, nacido en Santa Fe, se
mantuvo “a un metro” de él, sin ofrecerle la mano para respetar el
protocolo a seguir que les había indicado previamente el equipo de
seguridad del Jefe de Estado, y su cliente le dijo: “A pleasure, George”.
En la primera noche que pasó el hombre más poderoso del mundo en La
Habana, su elección fue un solomillo de res a la plancha con vegetales a
la parrilla.
Su esposa Michelle optó por una Tentación Habanera,
“palillos de filete en salsa de vino tinto”, precisa Cotilla Espinosa.
Cuando le sirvieron la Tentación, ella les contó que el plato le
recordaba al pepper steak que le hacía su abuelo. Sasha, la
pequeña, se comió un solomillo como su padre, la suegra de Obama, Marian
Shields Robinson, otro y Malia, la mayor, una brocheta de cerdo.
Jorge Alberto Cotilla Espinosa, el domingo por la noche, minutos después de haber servido la cena a la familia Obama. P. DE LL.
La Primera Dama pidió un pinot noir, pero se le sugirió el
Ribera del Duero especial de la casa.
Entre ella y su madre se tomaron
tres cuartos de botella. Las chicas y su padre sólo tomaron agua. “Yo le
ofrecí vino al señor presidente y me respondió que mañana tenía que
trabajar”, dice Mely sentado a la misma mesa, en la misma silla con
cojín en la que el marido de Michelle optó por un surtido de verduras
para acompañar el último plato de la Guerra Fría.
La mesa es redonda.
En una esquina hay un viejo reloj de pie y en la
otra una figura de madera de una santa a la que le baja una lágrima por
cada mejilla.
En la pared de detrás de dónde estaba sentada la esposa
del presidente hay una enorme piel de cebra. Pero lo primero en lo que
se fijó Obama, levantándose para prestarle más atención, fue una
fotografía de Nate King Cole enmarcada a su izquierda, y de paso observó
la imagen de debajo: Beyoncé y Jay Z en su visita en 2013 a la paladar San Cristóbal, fundada por Carlos Cristóbal Márquez.
“La palabra paladar”, explica el emprendedor, “surge de una famosa
novela brasileña que se pasó en Cuba en los noventa y que trataba de una
persona que vivía en un pueblo y abría un restaurante al que le llamaba
Paladar . La novela se titulaba Vale Todo”. Márquez es
un mulato con dos manos como mazos. “En el 2010, con la apertura de la
economía de Cuba, decidí abrir esta paladar”
. Márquez tiene 52 años y es
un hombre feliz
. “Desde entonces las paladares han ayudado mucho a
crear empleo, han ayudado al país”, dice. En la filipina blanca lleva un
pin de la Star-Spangled Banner con el cuño del Servicio Secreto de Estados Unidos.
Hace
cinco años, el restaurante donde han cenado los Obama era una vivienda
que un perito quisquilloso hubiera declarado en ruinas.
“Los techos se
caían”, recuerda Raisa Pérez, la esposa del jefe.
Ahora es un negocio
decorado con antigüedades, con 25 empleados y rones de edición limitada.
Los techos no se caen.
De los techos cuelgan tucanes de madera.
Aquí
vino a comer Mick Jagger en octubre y quién sabe si vuelva el viernes
después del concierto. Aquí, dos rivales políticos como los chilenos
Sebastián Piñera y Michelle Bachelet compartieron “en el mismo plato”
una langosta a la Hemingway
. Aquí vino una vez el Pepe Mujica y se pidió
un pez perro para cenar.
Obama no se terminó el solomillo. “Me confesó que estaba muy lleno”,
dice Mely. El presidente se levantó para ir al servicio e ida y vuelta
fue flanqueado por sus guardaespaldas. “En el camino al baño iba muy
sonriente y saludando a todo el que se encontraba a su paso”, comenta el
camarero más dichoso del deshielo.
De postre tomaron pudín de la casa y flan con leche. Obama y su
suegra concluyeron con un café solo. Después, el presidente de los
Estados Unidos de América pidió la cuenta.
Eran unos 30 pesos cubanos
convertibles por cabeza, o 34 dólares al cambio.
El elegante Obama no
sacó del bolsillo un engorroso monedero sino “un bultico de dinero” y
pagó dejando una buena propina.
Después de media noche, Reinier Mely Maldonado se retiraba del
restaurante.
En casa lo esperaban despiertos sus padres.
Con la camisa
blanca de servicio aún puesta y una mochila al hombro, antes de irse a
descansar para volver al San Cristóbal a la mañana siguiente, dijo:
“Fue
un honor servirle al presidente de los Estados Unidos”.
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