La organización está sobrevalorada. El desorden tiene ventajas, la cuestión es encontrar el equilibrio.
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El día que Albert Einstein murió, el 18 de abril de 1955, Ralph Morse, fotógrafo de la revista LIFE
(que falleció en 2014 a los 97 años) fue el único reportero que pudo
entrar en su casa.
Equipado con su cámara y una caja de botellas de whisky, Morse logró convencer a sus allegados para retratar algunas de las dependencias del hogar de los Einstein en Princeton, Nueva Jersey (EE UU) y documentar el día de su funeral.
Por voluntad expresa de la familia, todas las imágenes que Morse realizó quedaron custodiadas en un archivo durante décadas.
Cuando por fin vieron la luz en 2010, una de ellas despuntó entre todas las demás: la que muestra el caos de documentos, apuntes y libros que cubren la mesa del despacho de quien fue uno de los cerebros más famosos y prolíficos de la historia; esa mesa en la que llevaba trabajando incansablemente desde 1936, el año en el que adquirió la propiedad.
Era por todos conocido que el famoso artífice de la Teoría de la relatividad era sumamente desordenado.
Él mismo solía comentar: “Si una mesa atestada y desordenada pertenece a una mente igualmente atestada y desordenada, ¿a qué tipo pertenece una mesa vacía?”.
. Y a partir de cierto punto, un afán desmedido por el orden es un objetivo tan inútil como sobrevalorado.
Esta es la idea del libro A perfect mess, algo así como un desorden perfecto.
Sus autores, Eric Abrahamson y David H. Freedman, destacan que hay ventajas ocultas en el desorden.
Por ejemplo, permite tanto a las personas como a organismos o instituciones ser más creativos y flexibles
. La cuestión, defienden, es encontrar el equilibrio en el caos: cuando uno trabaja, produce o crea, inevitablemente genera anarquía.
Podemos parar, ordenar y proseguir... o continuar como si tal cosa. Indudablemente, si no hacemos absolutamente nada por preservar cierto nivel de organización, llegará un punto en el que nos perderemos en medio de un absoluto follón.
Pero si cada cinco minutos nos detenemos para recomponer un pulcro escenario, nuestro ritmo de trabajo se verá seriamente retrasado.
¿Qué tal si nos las apañamos para descubrir nuestro punto de desorden óptimo? Sí: efectivamente no hay uno único para todos...
Cada cual tiene el suyo y viene sin manual de instrucciones.
Según la psicóloga Kathleen Vohs, de la Universidad de Minnesota (EE UU), tanto la organización como la anarquía tienen sus pros y sus contras
. Mientras todo indica que un ambiente organizado favorece las acciones positivas –e incluso hace que sean más pacíficas y generosas–, un entorno desordenado potencia el pensamiento creativo y estimula la generación de nuevas ideas.
El caos conlleva innovación, hace descubrir aspectos inéditos.
Y el orden mejora la productividad y aumenta el rendimiento y el sosiego
. Para manejar esa medida del caos, ese punto medio tan conveniente para tantos aspectos de la vida, una buena medida es valorar nuestro nivel de funcionalidad.
Si su pequeño ecosistema es un auténtico desbarajuste, pero encuentra todo lo que busca y ha conseguido erigir un orden oculto en el caos, no se preocupe demasiado.
Según la psicóloga Kathleen Vohs, de la Universidad de Minnesota (EE UU), tanto la organización como la anarquía tienen sus pros y sus contras
. Mientras todo indica que un ambiente organizado favorece las acciones positivas –e incluso hace que sean más pacíficas y generosas–, un entorno desordenado potencia el pensamiento creativo y estimula la generación de nuevas ideas.
El caos conlleva innovación, hace descubrir aspectos inéditos.
Y el orden mejora la productividad y aumenta el rendimiento y el sosiego.
Para manejar esa medida del caos, ese punto medio tan conveniente para tantos aspectos de la vida, una buena medida es valorar nuestro nivel de funcionalidad.
Si su pequeño ecosistema es un auténtico desbarajuste, pero encuentra todo lo que busca y ha conseguido erigir un orden oculto en el caos, no se preocupe demasiado.
Por el contrario, si su guarida está muy estructurada y su capacidad productiva anda estancada, quizás la rigidez mental le esté pasando factura y el orden exagerado no es más que un signo de ello.
De lo que no hay duda es de que no debemos subestimar la importancia que tiene para cada uno de nosotros desarrollar la aptitud necesaria para conducir nuestro propio universo y, a poder ser, con nota. No es un asunto fácil, pero es de lo más estimulante.
Los genios llevan una eternidad reflexionando sobre esta cuestión. “Vivimos en un arcoíris de caos”, dijo el pintor Paul Cézanne.
“Sé ordenado en tu vida para poder ser violento y original en tu trabajo”, aconsejaba el escritor Gustave Flaubert
. Mientras tanto, como dijo Bruce Lee, dediquémonos simplemente a vivir, “buscando la simplicidad en el caos y la armonía en la discordia”. Tal y como se puede leer al inicio de El hombre duplicado (Alfaguara), de José Saramago, “el caos es un orden aún por descifrar”
. Ante todo, mucha calma.
Equipado con su cámara y una caja de botellas de whisky, Morse logró convencer a sus allegados para retratar algunas de las dependencias del hogar de los Einstein en Princeton, Nueva Jersey (EE UU) y documentar el día de su funeral.
Por voluntad expresa de la familia, todas las imágenes que Morse realizó quedaron custodiadas en un archivo durante décadas.
Cuando por fin vieron la luz en 2010, una de ellas despuntó entre todas las demás: la que muestra el caos de documentos, apuntes y libros que cubren la mesa del despacho de quien fue uno de los cerebros más famosos y prolíficos de la historia; esa mesa en la que llevaba trabajando incansablemente desde 1936, el año en el que adquirió la propiedad.
Era por todos conocido que el famoso artífice de la Teoría de la relatividad era sumamente desordenado.
Él mismo solía comentar: “Si una mesa atestada y desordenada pertenece a una mente igualmente atestada y desordenada, ¿a qué tipo pertenece una mesa vacía?”.
Las ventajas del descontrol
Aunque nos empeñemos –ciertamente, unos más que otros– en mantener un orden en nuestra vida, tanto en lo que respecta a los objetos que manejamos y acumulamos, como en el desarrollo de las acciones cotidianas, o incluso en el modo de generar y procesar nuestras ideas y pensamientos, hay quien afirma que, en el fondo, el caos, el (des)orden natural, reina en el universo. Y a partir de cierto punto, un afán desmedido por el orden es un objetivo tan inútil como sobrevalorado.
Esta es la idea del libro A perfect mess, algo así como un desorden perfecto.
Sus autores, Eric Abrahamson y David H. Freedman, destacan que hay ventajas ocultas en el desorden.
Por ejemplo, permite tanto a las personas como a organismos o instituciones ser más creativos y flexibles
. La cuestión, defienden, es encontrar el equilibrio en el caos: cuando uno trabaja, produce o crea, inevitablemente genera anarquía.
Podemos parar, ordenar y proseguir... o continuar como si tal cosa. Indudablemente, si no hacemos absolutamente nada por preservar cierto nivel de organización, llegará un punto en el que nos perderemos en medio de un absoluto follón.
Pero si cada cinco minutos nos detenemos para recomponer un pulcro escenario, nuestro ritmo de trabajo se verá seriamente retrasado.
¿Qué tal si nos las apañamos para descubrir nuestro punto de desorden óptimo? Sí: efectivamente no hay uno único para todos...
Cada cual tiene el suyo y viene sin manual de instrucciones.
Según la psicóloga Kathleen Vohs, de la Universidad de Minnesota (EE UU), tanto la organización como la anarquía tienen sus pros y sus contras
. Mientras todo indica que un ambiente organizado favorece las acciones positivas –e incluso hace que sean más pacíficas y generosas–, un entorno desordenado potencia el pensamiento creativo y estimula la generación de nuevas ideas.
El caos conlleva innovación, hace descubrir aspectos inéditos.
Y el orden mejora la productividad y aumenta el rendimiento y el sosiego
. Para manejar esa medida del caos, ese punto medio tan conveniente para tantos aspectos de la vida, una buena medida es valorar nuestro nivel de funcionalidad.
Si su pequeño ecosistema es un auténtico desbarajuste, pero encuentra todo lo que busca y ha conseguido erigir un orden oculto en el caos, no se preocupe demasiado.
Según la psicóloga Kathleen Vohs, de la Universidad de Minnesota (EE UU), tanto la organización como la anarquía tienen sus pros y sus contras
. Mientras todo indica que un ambiente organizado favorece las acciones positivas –e incluso hace que sean más pacíficas y generosas–, un entorno desordenado potencia el pensamiento creativo y estimula la generación de nuevas ideas.
El caos conlleva innovación, hace descubrir aspectos inéditos.
Y el orden mejora la productividad y aumenta el rendimiento y el sosiego.
Para manejar esa medida del caos, ese punto medio tan conveniente para tantos aspectos de la vida, una buena medida es valorar nuestro nivel de funcionalidad.
Si su pequeño ecosistema es un auténtico desbarajuste, pero encuentra todo lo que busca y ha conseguido erigir un orden oculto en el caos, no se preocupe demasiado.
Por el contrario, si su guarida está muy estructurada y su capacidad productiva anda estancada, quizás la rigidez mental le esté pasando factura y el orden exagerado no es más que un signo de ello.
De lo que no hay duda es de que no debemos subestimar la importancia que tiene para cada uno de nosotros desarrollar la aptitud necesaria para conducir nuestro propio universo y, a poder ser, con nota. No es un asunto fácil, pero es de lo más estimulante.
Los genios llevan una eternidad reflexionando sobre esta cuestión. “Vivimos en un arcoíris de caos”, dijo el pintor Paul Cézanne.
“Sé ordenado en tu vida para poder ser violento y original en tu trabajo”, aconsejaba el escritor Gustave Flaubert
. Mientras tanto, como dijo Bruce Lee, dediquémonos simplemente a vivir, “buscando la simplicidad en el caos y la armonía en la discordia”. Tal y como se puede leer al inicio de El hombre duplicado (Alfaguara), de José Saramago, “el caos es un orden aún por descifrar”
. Ante todo, mucha calma.
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