Siempre entre las nubes hay esos huequitos de Sol que te dan valor.
Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
6 feb 2016
Manolo Blahnik, a sus pies............................................................ Mábel Galaz
Sus
zapatos, los ‘manolos’, son míticos. Es un creador desmedido,
exuberante. Muchos ven en sus modelos atributos sexuales, pero a él le
interesa más el romanticismo.
GIANLUCA BATTISTA
Quien piense que a sus 73 años y con muchas vivencias a sus espaldas Manolo Blahnik
es un hombre al final de un camino, se equivoca.
Al contrario, es un
torbellino que agita todo lo que le rodea. “No puedo parar”
. Quizá tras
ese exceso de actividad se esconda el miedo a que detenerse le aleje aún
más de esa juventud que añora. Blahnik está en España y eso es noticia.
Desde que murió su madre viene menos a su país natal.
Ayer, en
Barcelona, la pasarela 080 le rindió homenaje por su exitosa carrera.
Hoy él se rinde su particular homenaje con una visita al Museo del Prado
de Madrid, uno de sus rincones favoritos del mundo.
Quien piense que a sus 73 años y con muchas vivencias a sus espaldas Manolo Blahnik
es un hombre al final de un camino, se equivoca. Al contrario, es un
torbellino que agita todo lo que le rodea. “No puedo parar”. Quizá tras
ese exceso de actividad se esconda el miedo a que detenerse le aleje aún
más de esa juventud que añora. Blahnik está en España y eso es noticia.
Desde que murió su madre viene menos a su país natal. Ayer, en
Barcelona, la pasarela 080 le rindió homenaje por su exitosa carrera.
Hoy él se rinde su particular homenaje con una visita al Museo del Prado
de Madrid, uno de sus rincones favoritos del mundo.
Manolo Blahnik el pasado jueves en Barcelona. VICENS GIMÉNEZ
Llega a la entrevista recién aterrizado de Londres, donde vive y
trabaja.
Viste de verde chillón pero la mirada se detiene en sus
zapatos. Son marrones, de corte clásico con calcetines de rombos.
Todo
muy británico, como su acento, el canario lo perdió.
Lo primero que hace
es pedir que se le llame Manolo y de tú.
“Ya soy suficientemente
anciano”.
A continuación advierte: “No soy un diseñador
. Me espanta esa
palabra, como style y celebrity, están degradadas.
Yo
soy un dibujante de zapatos y quizá un artesano, también un poco
arquitecto, para hacer un buen tacón hay que serlo”.
Busca complicidad en la charla. “Estoy muy cansado, llevo desde las
seis en pie y ayer inauguré una nueva tienda en Londres”.
Esa actividad
es lo que, dice, le mantiene vivo.
“Las vacaciones me aburren. Solo
querría tiempo para ver películas de cine mudo y leer”. Ahora está
promocionando su libro, Gestos fugaces y obsesiones
(Rizzoli), donde muestra su lado más íntimo con fotografías —“Muchas no
sé de dónde han salido”— y conversaciones con esos amigos que conforman
su universo, desde Pedro Almodóvar —“
Me unen muchas cosas con él, sobre
todo nuestro amor por el cine
Sus
zapatos, los ‘manolos’, son míticos. Es un creador desmedido,
exuberante. Muchos ven en sus modelos atributos sexuales, pero a él le
interesa más el romanticismo
Quien piense que a sus 73 años y con muchas vivencias a sus espaldas Manolo Blahnik
es un hombre al final de un camino, se equivoca. Al contrario, es un
torbellino que agita todo lo que le rodea. “No puedo parar”. Quizá tras
ese exceso de actividad se esconda el miedo a que detenerse le aleje aún
más de esa juventud que añora. Blahnik está en España y eso es noticia.
Desde que murió su madre viene menos a su país natal. Ayer, en
Barcelona, la pasarela 080 le rindió homenaje por su exitosa carrera.
Hoy él se rinde su particular homenaje con una visita al Museo del Prado
de Madrid, uno de sus rincones favoritos del mundo.
Manolo Blahnik el pasado jueves en Barcelona. VICENS GIMÉNEZ
Llega a la entrevista recién aterrizado de Londres, donde vive y
trabaja. Viste de verde chillón pero la mirada se detiene en sus
zapatos. Son marrones, de corte clásico con calcetines de rombos. Todo
muy británico, como su acento, el canario lo perdió. Lo primero que hace
es pedir que se le llame Manolo y de tú. “Ya soy suficientemente
anciano”. A continuación advierte: “No soy un diseñador. Me espanta esa
palabra, como style y celebrity, están degradadas. Yo
soy un dibujante de zapatos y quizá un artesano, también un poco
arquitecto, para hacer un buen tacón hay que serlo”.
Busca complicidad en la charla. “Estoy muy cansado, llevo desde las
seis en pie y ayer inauguré una nueva tienda en Londres”.
Esa actividad
es lo que, dice, le mantiene vivo. “Las vacaciones me aburren. Solo
querría tiempo para ver películas de cine mudo y leer”. Ahora está
promocionando su libro, Gestos fugaces y obsesiones
(Rizzoli), donde muestra su lado más íntimo con fotografías —“Muchas no
sé de dónde han salido”— y conversaciones con esos amigos que conforman
su universo, desde Pedro Almodóvar —“Me unen muchas cosas con él, sobre
todo nuestro amor por el cine. Me encanta su trabajo, él ha hecho de
España el orgullo del mundo”— a Sofia Coppola o a la conservadora del
Prado Manuela Mena. Gente que le resulta inspiradora. Blahnik vive obsesionado con la estética.
Por eso no puede evitar cortar la conversación para comentar los libros
que hay sobre la mesa de la suite del hotel Mandarin donde se hospeda
—“toda la cadena tiene los mismos”— o hablar de si el jarrón de la
esquina está en el lugar adecuado
. Le duele la espalda y muestra la
tobillera que lleva en el pie derecho.
“Lo tengo roto pero da igual”.
Hasta que se lesionó se probaba todos los zapatos que hacía.
“Más de
30.000 modelos aunque he descartado muchos, por decir un número pongamos
que 1.000. Ahora hay mucha gente que lo hace por mí y se los prueba en
la fábrica”. Blahnik se refiere
no solo a la reciente colección de zapatos para hombre con “elementos
femeninos” —“odio la palabra andrógino”— sino también a sus zapatos de
tacón de aguja, esos que traen locas a miles de mujeres, esos que se
compran las que puede gastarse como mínimo 900 euros en un par y también
a las que sueñan con poderlo hacer algún día
. Él los suyos no los toca
con la mano una vez están acabados.
“Hay una leyenda italiana que dice
que si se hace eso ese modelo no se vende y yo lo que quiero es vender”.
. ¿Pero sus zapatos son sexuales?
Manolo Blahnik el pasado jueves en Barcelona. Vicens Gimenez
R. Son sensuales, sexuales no sé.
En América hay
hombres que me dicen:
‘Ha salvado mi matrimonio. Mi mujer gasta una
fortuna pero cada vez que se pone sus zapatos estoy tan excitado...’,
otra palabra horrible.
Lo que me interesa de mis modelos es que estén
bien hechos, que tengan una personalidad propia. Tengo pánico a la moda y
a lo que supone de cambio.
Yo evoluciono pero a mi manera sin estar
forzado a hacer cualquier cosa que no me interese.
En ese aparente rechazo a lo nuevo, Blahnik se detiene para hablar de
cómo la tecnología está invadiendo la vida en especial de los jóvenes.
“Estamos perdiendo la memoria de forma acelerada
. Hace un año en
Shanghái una joven me preguntó quién era mi actriz favorita y le dije:
Julie Christie. Me respondió: ‘No sé quién es querido’. La quería
estrangular. La mandé a comprar sus películas”
Y añade: “Odio los selfies. Son para gente que se cree guapa, que
son narcisistas.
No me gusta que me fotografíen”. Y eso que medio mundo
se muere por posar junto a él.
“Tampoco me gusta la fama, ni tan
siquiera pensar en ella, me hace perder frescura aunque reconozco que
tiene cosas simpáticas.
Eso sí, en Estados Unidos me suelen dar siempre
una buena mesa en los restaurantes. Pero solo soy un dibujante de
zapatos, no hay que exagerar”.
Lo que sí busca es la belleza. “No hay nada que me interese más.
Puedo hallarla en cualquier parte pero, sobre todo, la encuentro en los
museos. El Prado para mí es adictivo como puede ser el tabaco o alguna
droga, aunque no me interesan las drogas
. Cuando vi una exposición de
Madrazo creí que me iba a desmayar.
Los museos son una de mis fuentes de
inspiración
. Por cierto, en unos meses van a hacer una exposición con
mi trabajo en el Hermitage [San Petersburgo] y eso es para mi un gran
honor”.
Para él España es diferente.
Pero en su país natal le costó abrir
tiendas. Tiene una en Madrid y otra en Barcelona. “Fue un poco
prostituirme instalarme en Serrano y en Paseo de Gracia. Huyo de esa
calles. Nunca lo haría en Bond Street (Londres). Me gustan las cosas
diferentes. No estar donde está todo el mundo. Soy muy antiguo en esas
cosas”
Un boceto de uno de los zapatos de Manolo Blahnik.
Estos días también ultima un documental de ficción sobre su vida que
dirige Michael Roberts. “De eso no puedo hablar mucho. Lo presentamos en
Berlín. Solo contar que yo salgo poco, no me gusto mucho así que
prefiero que Rupert Everett haga de mí. Yo aparezco en algunos momentos
andando de espaldas y con la voz en off”. Blahnik vive obsesionado con la estética.
Por eso no puede evitar cortar la conversación para comentar los libros
que hay sobre la mesa de la suite del hotel Mandarin donde se hospeda
—“toda la cadena tiene los mismos”— o hablar de si el jarrón de la
esquina está en el lugar adecuado. Le duele la espalda y muestra la
tobillera que lleva en el pie derecho. “Lo tengo roto pero da igual”.
Hasta que se lesionó se probaba todos los zapatos que hacía. “Más de
30.000 modelos aunque he descartado muchos, por decir un número pongamos
que 1.000.
Ahora hay mucha gente que lo hace por mí y se los prueba en
la fábrica”.
Otro de los bocetos de Manolo Blahnik.
R. Buñuel les ponía a las actrices el zapato que creía iba a ayudarles a interpretar su papel. Hay algo de verdad en eso. P. Sus zapatos son de película. En Sexo en Nueva York Carrie Bradshaw hablaba de ellos sin parar. R. Sí, Sarah Jessica Parker. Pero esa serie, que todavía se sigue viendo, trata de una vida que ya no existe. P. ¿Qué diseñador cree que combina mejor con sus zapatos? R. John Galliano. Es fantástico. Quisiera ver siempre a una mujer que lleve una de sus creaciones con unos zapatos míos.
Blahnik en la carrera sin fin en la que ha convertido su vida asegura
que tras estos proyectos vendrán otros y otros. “Seguiré hasta que la
gente quiera. A mi edad puedo permitirme algunas cosas como decir lo que
pienso. A veces soy un poco cruel pero no lo hago con intención de
hacer daño”.
Mujeres con 'manolos'
Anna Wintour y Manolo Blahnik en Nueva York en septiembre.
Will Ragozzino
Fue Sarah Jessica Parker, en su personaje de Carrie en la serie Sexo en Nueva York,
quien bautizó a los modelos del diseñador canario como manolos.
“Le
tengo una gratitud enorme”, dice de ella Blahnik. Madonna también se
declara admiradora de sus creaciones. “Ella ya no está tanto en mi vida
pero la quiero mucho.
Todavía es una buena cantante. Pero una vez dije
una cosa de ella que no le gustó y nos enfriamos un poco. Pero mejor no
recordarlo por si se vuelve a enfadar”.
Lady Gaga cuenta en una de sus canciones lo que siente por estos
zapatos, “amo a esos manolos” canta. Otra amante de Blahnik es Kylie
Minogue, quien exigió en su gira Showgirl usar solo zapatos diseñados
por él para ella.
Pero quien se define como dibujante de zapatos tiene tres debilidades
entre las mujeres que le admiran. Las tops Kate Moss, Iman y la editora
del Vogue de EE UU Anna Wintour.
“Kate sale en la película que estamos haciendo”, cuenta. “Iman es una
reina, una reina de Somalia. He escrito hace poco de ella, de una noche
que pasamos juntos en Nueva York. Ella es África. Ahora está muy triste
[es la viuda de David Bowie].
Y Anna es una amistad de juventud.
Me
encanta su tenacidad, su manera de pensar. Su frialdad, que no lo es, se
trata de una fachada que utiliza para el trabajo. Un escudo para poder
defenderse”.
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