El marido de la princesa murió al instante. Muchos creen que él fue el gran amor de su vida
Un muro de agua cuando corría a 150 kilómetros por hora se interpuso en su camino cuando competía.
El copiloto fue lanzado fuera de la embarcación debido al impacto.
El marido de Carolina de Mónaco, que estaba a los mandos de la embarcación, no corrió la misma suerte. Pese a que el equipo de rescate fue ágil y rápido a la hora de socorrerle, acabó muriendo en un día gris en el que Mónaco revivió otra tragedia siete años después de la que le costó la vida a Grace Kelly
. No hubo luto oficial pero sí banderas a media asta.
Su labor como responsable de la tranquilidad en la vida de Carolina de Mónaco era, a ojos de los monegascos, un trabajo arduo que había acometido a la perfección.
El matrimonio de esta con Philippe Junot había resultado un desastre que apenas duró dos años.
El empresario, procedente de un ambiente frívolo y totalmente ajeno a las necesidades emocionales de la princesa, ni siquiera quiso tener hijos con ella.
Carolina de Mónaco, profundamente abatida, da el último adiós a Casiraghi(Juan Cruz)
Carolina de Mónaco era ayer en el funeral por su marido una mujer
abatida y débil, sobre cuyos 33 años parecía que había caído de pronto
el peso de tres décadas.
Entró tambaleándose en la catedral donde hace ocho años una -ceremonia similar, pero de mayor pompa, despidió a su madre, Gracia de Mónaco, y tuvo que ser esta vez su padre, Rainiero, quien la ayudara a subir las escaleras y a levantarse cada vez que así lo imponía el rito de la misa de difuntos. En el interior del templo, la viuda de Stefano Casiraghi, muerto el pasado miércoles en accidente motonáutico en las aguas de Niza, recuperó levemente la compostura y mantuvo su cabeza alta y muy triste.
, Fue una ceremonia solemne, pero nada pomposa.
Las celebridades habituales en este tipo de duelo fueron escasas, y aunque la iglesia se llenó al borde de su capacidad, unas 1.500 personas, el entierro no produjo una manifestación incontrolable
. Después de la ceremonia fúnebre, que fue oficiada por el arzobispo de Mónaco, Joseph Sardou, Casiraghi fue enterrado sin otros testigos que su familia en la capilla de la Paz donde ya reposan el padre de Rainiero y otros parientes suyos.
Gracia de Mónaco está enterrada en la catedral, pero ella es una excepción, porque sólo los príncipes de sangre real pueden ser sepultados en este templo.
Rainiero quiso que Gracia reposara también allí.Durante la ceremonia fúnebre de ayer, Carolina fue en todo momento la imagen de una mujer frágil, sumida en un dolor que parecia haberla ensimismado profundamente.
Tocada con una mantilla española y protegida por sus habituales gafas de sol fue ayudada por su padre cuando el rito religioso le obligaba a alzarse.La inesperada y trágica muerte de Casiraghi dejó a Carolina desolada. Su marido, el eterno deportista, joven y bravucón, había traído a su vida la madurez necesaria, la que habían reclamado Rainiero y Grace ante el carácter díscolo de su hija. La muerte le afectó tanto que cuando obtuvo, tras una década de lucha, la nulidad de su matrimonio con Junot, ni siquiera lo recibió con la alegría que se esperaba. Mucho más ilusionada estuvo cuando, a través de un decreto, el papa Juan Pablo II ratificó como legítimos a sus tres hijos. Alegre o triste, lo que estaba claro es que el corazón de la princesa volvió a ser un carrusel de idas y venidas, de amores y rupturas, de romances breves y soledades largas.
Fuerza y amorEl arzobispo de Mónaco le recomendó fuerza y amor, para que perpetuara en sus tres hijos el ejemplo de su padre, a quien el arzobispo atribuyó una ""personalidad muy atractiva" y un espíritu deportivo que había asumido el riesgo de medirse con el mar. "Pero el mar es peligroso, y la atracción que ejerce sobre los hombres puede llegar a ser también un arma mortal", dijo el sacerdote. "Señora, hay que superar el golpe terrible que esta muerte supone para usted y para sus tres hijos". Uno de los tres hijos, el mayor, Andrea, ya sabe que su padre ha muerto.
Fue una ceremonia sobria hasta en los nombres propios.
Estaban Alain Delon y Roberto Rossellini, novio de juventud de Carolina y que era amigo del matrimonio.
La leyenda que surcó la catedral fue que también había ido al funeral PhiIippe Junot, el primer marido de Carolina de Mónaco, pero excepto quienes lanzaron el rumor nadie más le vio en el templo
. En la catedral también estaba una habitual de la jet española, Gunilla von Bismark, que comparte su vida marbellí con su residencia en Mónaco.
Daníelle Mitterrand, la esposa del presidente francés, era la personalidad más relevante de la vida francesa e internacional, porque a la ceremonia no acudió ningún representante activo de las realezas europeas. El rey exiliado de Rumania, Miguel, estaba entre los asistentes, con otros príncipes del exilio, y junto a algunos miembros de la Administración francesa
El hecho de que el matrimonio de Carolina y Stefano no haya recibido el refrendo religioso ha podido alejar de esta ceremonia fúnebre a representantes oficiales que hubieran sido habituales en un entierro de una personalidad relacionada con la familia principal de Mónaco.
El arzobispo del principado destacó el espíritu cristiano y, abnegado de Casiraghi y su discurso fue una carta a la viuda, pero nunca en el pasado, el propio arzobispo reconoció que Carolina y Stefano eran esposos, y al mantener la vigencia católica del primer matrimonio con Junot impidió la consolidación oficial de la unión con Casiraghi.
Entró tambaleándose en la catedral donde hace ocho años una -ceremonia similar, pero de mayor pompa, despidió a su madre, Gracia de Mónaco, y tuvo que ser esta vez su padre, Rainiero, quien la ayudara a subir las escaleras y a levantarse cada vez que así lo imponía el rito de la misa de difuntos. En el interior del templo, la viuda de Stefano Casiraghi, muerto el pasado miércoles en accidente motonáutico en las aguas de Niza, recuperó levemente la compostura y mantuvo su cabeza alta y muy triste.
, Fue una ceremonia solemne, pero nada pomposa.
Las celebridades habituales en este tipo de duelo fueron escasas, y aunque la iglesia se llenó al borde de su capacidad, unas 1.500 personas, el entierro no produjo una manifestación incontrolable
. Después de la ceremonia fúnebre, que fue oficiada por el arzobispo de Mónaco, Joseph Sardou, Casiraghi fue enterrado sin otros testigos que su familia en la capilla de la Paz donde ya reposan el padre de Rainiero y otros parientes suyos.
Gracia de Mónaco está enterrada en la catedral, pero ella es una excepción, porque sólo los príncipes de sangre real pueden ser sepultados en este templo.
Rainiero quiso que Gracia reposara también allí.Durante la ceremonia fúnebre de ayer, Carolina fue en todo momento la imagen de una mujer frágil, sumida en un dolor que parecia haberla ensimismado profundamente.
Tocada con una mantilla española y protegida por sus habituales gafas de sol fue ayudada por su padre cuando el rito religioso le obligaba a alzarse.La inesperada y trágica muerte de Casiraghi dejó a Carolina desolada. Su marido, el eterno deportista, joven y bravucón, había traído a su vida la madurez necesaria, la que habían reclamado Rainiero y Grace ante el carácter díscolo de su hija. La muerte le afectó tanto que cuando obtuvo, tras una década de lucha, la nulidad de su matrimonio con Junot, ni siquiera lo recibió con la alegría que se esperaba. Mucho más ilusionada estuvo cuando, a través de un decreto, el papa Juan Pablo II ratificó como legítimos a sus tres hijos. Alegre o triste, lo que estaba claro es que el corazón de la princesa volvió a ser un carrusel de idas y venidas, de amores y rupturas, de romances breves y soledades largas.
Fuerza y amorEl arzobispo de Mónaco le recomendó fuerza y amor, para que perpetuara en sus tres hijos el ejemplo de su padre, a quien el arzobispo atribuyó una ""personalidad muy atractiva" y un espíritu deportivo que había asumido el riesgo de medirse con el mar. "Pero el mar es peligroso, y la atracción que ejerce sobre los hombres puede llegar a ser también un arma mortal", dijo el sacerdote. "Señora, hay que superar el golpe terrible que esta muerte supone para usted y para sus tres hijos". Uno de los tres hijos, el mayor, Andrea, ya sabe que su padre ha muerto.
Fue una ceremonia sobria hasta en los nombres propios.
Estaban Alain Delon y Roberto Rossellini, novio de juventud de Carolina y que era amigo del matrimonio.
La leyenda que surcó la catedral fue que también había ido al funeral PhiIippe Junot, el primer marido de Carolina de Mónaco, pero excepto quienes lanzaron el rumor nadie más le vio en el templo
. En la catedral también estaba una habitual de la jet española, Gunilla von Bismark, que comparte su vida marbellí con su residencia en Mónaco.
Daníelle Mitterrand, la esposa del presidente francés, era la personalidad más relevante de la vida francesa e internacional, porque a la ceremonia no acudió ningún representante activo de las realezas europeas. El rey exiliado de Rumania, Miguel, estaba entre los asistentes, con otros príncipes del exilio, y junto a algunos miembros de la Administración francesa
El hecho de que el matrimonio de Carolina y Stefano no haya recibido el refrendo religioso ha podido alejar de esta ceremonia fúnebre a representantes oficiales que hubieran sido habituales en un entierro de una personalidad relacionada con la familia principal de Mónaco.
El arzobispo del principado destacó el espíritu cristiano y, abnegado de Casiraghi y su discurso fue una carta a la viuda, pero nunca en el pasado, el propio arzobispo reconoció que Carolina y Stefano eran esposos, y al mantener la vigencia católica del primer matrimonio con Junot impidió la consolidación oficial de la unión con Casiraghi.
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