En un momento de Carol, un chico está viendo El crepúsculo de los dioses por
enésima vez.
Comenta a sus amigos que, con ese visionado, está
intentando diferenciar lo que los personajes dicen de lo que los
personajes sienten. Esta frase podría aplicarse a Carol, una
película tan llena de discursos explícitos como de silencios.
Basada en
la novela de culto de Patricia Highsmith, la adaptación cinematográfica
de Todd Haynes cambia algunos detalles respecto al libro.
Si en la
versión en papel el punto de vista principal es el de Therese, una joven
dependienta de unos grandes almacenes, en la película el relato pende
sobre todo de Carol, la mujer en trámites de divorcio de la que Therese
se enamora.
Carol es una presencia fuerte, con el rostro y el
aplomo de una Cate Blanchett que imprime carácter al personaje.
Therese,
en cambio, es una figura grácil, callada, es el ángel caído del cielo
al que se refiere Carol insistentemente.
Therese tiene el rostro y el
cuerpo fino y sutil de Rooney Mara. A partir del silencio y la calma de
Therese y de la entereza y el aplomo de Carol se construye una película
perfecta, que bascula entre lo explícito y lo sugerente.
En Carol, las dos protagonistas aparecen a menudo esquinadas
en el plano, como si participaran de un secreto
. O como si el director
pretendiera revelar así la sociedad opresora en la que viven los
personajes, la Nueva York de los años cincuenta.
Amante del melodrama,
Haynes ha hecho una película de tonos apagados, que evoca a Douglas Sirk
–director al que Haynes ya había parafraseado– mediante los reencuadres
de los personajes en marcos y espejos, y no a través de una exuberante
paleta de colores.
De hecho, Haynes ha tomado una decisión subversiva:
en pleno apogeo de la imagen digital, ha rodado en 16mm, dejando que la
película, el soporte físico del celuloide, otorgue una textura grumosa e
íntima al relato.
El gesto pensativo de Therese en el interior de un coche se ve
acentuado por las luces de la ciudad y por el cristal empañado de la
ventanilla, también, por la exquisita imperfección del celuloide.
Así se
desprenden el desgarro, la melancolía y el amor en una película que se
gesta a partir de los detalles.
De la mano de Carol sobre Therese en la
escena que abre la película.
De los guantes de Carol sobre el mostrador
en el primer encuentro entre ambas. Del rostro de Carol cuando Therese,
que aspira a ser fotógrafa, la captura con su cámara por primera vez
. Haynes
ha hecho una película que sublima los gestos y las miradas, los
detalles y las emociones; y que esconde, bajo el hermoso pretexto del
amor, un discurso nítido sobre la libertad.Y
te quedas con ganas que se acabe porque todo
es igual y alargan alargan los momentos.
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