La novela criminal evoluciona para incorporar nuevos temas, geografías y tecnología y adaptarse al mundo global. No cambia su calidad, pero sí logra una mayor acogida.
Hubo una liga de primera división que no tuvo muchos laureles. Chandler, Hammett o después Patricia Highsmith
—con permiso de Conan Doyle y Agatha Christie— se hicieron grandes con
el aplauso del público, pero sin gran reconocimiento porque la novela
criminal era un género menor. Hoy, está de moda y su reconocimiento
desborda a veces la propia calidad de la obra publicada porque (tengan
cuidado): además de la primera división hay segunda, tercera y hasta
quinta, y no siempre están diferenciadas
. Pero lo cierto es que lo negro/gris/intriga/thriller/policiaco/antipoliciaco y sus autores crecen al calor de premios (Leonardo Padura, Príncipe de Asturias; Jorge Zepeda y Alicia Giménez Bartlett, Planeta; Víctor del Árbol, Nadal), del éxito y de una renovación galopante al ritmo de la actualidad. Su contagio del cine y viceversa también ha jugado un papel, ya que ambos lenguajes se alimentan de una representación visual común, cercana al público, y de una sintonía que comparten intensamente con el espectador/lector.
¿Fue antes el Galveston de Pizzolatto o True Detective? ¿Fue Bron antes serie o novela, o es que nunca fue novela? ¿Fue Boardwalk Empire
antes una novela potente o su potencia cinematográfica atrajo después a
un grande como Dennis Lehane?
He aquí algunas respuestas:
—Sí, Pizzolatto escribió Galveston antes de la serie, pero la mayoría lo leímos después.
—No, Bron no fue novela.
—Y sí, Boardwalk… fue una novela de Nelson Johnson que adquirió fama después de que la comprara HBO. Lehane se sumó luego como guionista en alguno de los capítulos.
El propio Quirke, el lúgubre y pesaroso personaje de Benjamin Black que suma éxitos en unos 30 países, fue una creación para televisión que descarriló y que John Banville convirtió en materia de libros con una nueva firma negra para la ocasión: Black.
Buena parte de los 14 autores internacionales entrevistados para este reportaje son guionistas, desde Peter May (el nuevo fichaje de Salamandra) a Lauren Beukes (Siruela) o Pierre Lemaitre (Alfaguara). Reservoir ha fichado a Noah Hawley (Bones, Fargo).
Y la trilogía de Erik Axl Sund (Roja & Negra) pronto será una serie, como antes Chandler encontró aliados en Howard Hawks o Robert Altman, salvando las enormes distancias.
Hubo una liga de primera división que no tuvo muchos laureles. Chandler, Hammett o después Patricia Highsmith —con permiso de Conan Doyle y Agatha Christie— se hicieron grandes con el aplauso del público, pero sin gran reconocimiento porque la novela criminal era un género menor. Hoy, está de moda y su reconocimiento desborda a veces la propia calidad de la obra publicada porque (tengan cuidado): además de la primera división hay segunda, tercera y hasta quinta, y no siempre están diferenciadas. Pero lo cierto es que lo negro/gris/intriga/thriller/policiaco/antipoliciaco y sus autores crecen al calor de premios (Leonardo Padura, Príncipe de Asturias; Jorge Zepeda y Alicia Giménez Bartlett, Planeta; Víctor del Árbol, Nadal), del éxito y de una renovación galopante al ritmo de la actualidad. Su contagio del cine y viceversa también ha jugado un papel, ya que ambos lenguajes se alimentan de una representación visual común, cercana al público, y de una sintonía que comparten intensamente con el espectador/lector.
¿Fue antes el Galveston de Pizzolatto o True Detective? ¿Fue Bron antes serie o novela, o es que nunca fue novela? ¿Fue Boardwalk Empire
antes una novela potente o su potencia cinematográfica atrajo después a
un grande como Dennis Lehane? He aquí algunas respuestas:
—Sí, Pizzolatto escribió Galveston antes de la serie, pero la mayoría lo leímos después.
—No, Bron no fue novela.
—Y sí, Boardwalk… fue una novela de Nelson Johnson que adquirió fama después de que la comprara HBO. Lehane se sumó luego como guionista en alguno de los capítulos.
El propio Quirke, el lúgubre y pesaroso personaje de Benjamin Black que suma éxitos en unos 30 países, fue una creación para televisión que descarriló y que John Banville convirtió en materia de libros con una nueva firma negra para la ocasión: Black. Buena parte de los 14 autores internacionales entrevistados para este reportaje son guionistas, desde Peter May (el nuevo fichaje de Salamandra) a Lauren Beukes (Siruela) o Pierre Lemaitre (Alfaguara). Reservoir ha fichado a Noah Hawley (Bones, Fargo).
Y la trilogía de Erik Axl Sund (Roja & Negra) pronto será una serie, como antes Chandler encontró aliados en Howard Hawks o Robert Altman, salvando las enormes distancias.
El trasvase entre ambos mundos, pues, está servido.
Género visual, de atmósferas y trazos claros, de personajes empáticos y tramas de tinte social, lo cierto es que lo negro crece, evoluciona, se adapta e incorpora temas, geografías, tecnología y recursos fantásticos o históricos a discreción.
Que ha ampliado fronteras lo sugiere que la última apuesta de
Siruela, la sudafricana Beukes, no siembra las páginas de cadáveres con
un tiro en la mandíbula o un navajazo en el estómago.
Eso, la rutina del crimen común, parece superado cuando agarras estas páginas sangrientas
. La víctima de Monstruos rotos tiene tronco de niño y piernas de ciervo.
Y me dirán ustedes: la primera víctima de Bron ya fundía dos mitades de mujeres diferentes bajo la apariencia de un solo cadáver, y además lo hacía en la línea fronteriza en el puente que une Suecia y Dinamarca en una sobredosis de atmósfera nórdica como para tumbar a los más frágiles.
Pero es que Beukes no nos habla de mezcla de humanos, sino de animal y humano que se unen como el Minotauro o las sirenas en la mitología griega, y lo hacen además en Detroit, la ciudad metáfora de las fracturas, el derrumbe que vivimos.
Paco Camarasa, al que el cierre de su librería barcelonesa, Negra y Criminal, no va a quitar su título tan informal como vitalicio de librero por antonomasia del género negro, cree que este ha ido progresando a medida que evoluciona la realidad, incorporando temas que antes no existían.
“El alzhéimer, por ejemplo, hace 10 o 12 años no se sabía bien qué era y ahora ya hay 5 novelas donde esta enfermedad es un elemento clave”, asegura Camarasa.
“Hoy tenemos novelas que transcurren desde Laponia y el mundo sami, de Olivier Truc, a países subsaharianos o los profundos bosques de Canadá”.
Camarasa es comisario de BCNegra, la gran cita del género que arranca estos días en la ciudad de Vázquez Montalbán y que junto a la Semana Negra de Gijón ha abierto el camino a una docena de festivales noir que salpican ya la geografía española (y Facebook), como antes salpicaron las ciudades de Francia. Un gran cambio en el panorama, en opinión de Camarasa: “La nueva novela negrocriminal se ha hecho más global pero también más local”.
Y es que la negra puede trufarse de elementos irreales como los de Connolly o Beukes o pegarse al polvo hasta hacértelo sentir en la garganta como el ya citado e irrebatible Galveston (Salamandra). Todo está abierto.
. Pero lo cierto es que lo negro/gris/intriga/thriller/policiaco/antipoliciaco y sus autores crecen al calor de premios (Leonardo Padura, Príncipe de Asturias; Jorge Zepeda y Alicia Giménez Bartlett, Planeta; Víctor del Árbol, Nadal), del éxito y de una renovación galopante al ritmo de la actualidad. Su contagio del cine y viceversa también ha jugado un papel, ya que ambos lenguajes se alimentan de una representación visual común, cercana al público, y de una sintonía que comparten intensamente con el espectador/lector.
He aquí algunas respuestas:
—Sí, Pizzolatto escribió Galveston antes de la serie, pero la mayoría lo leímos después.
—No, Bron no fue novela.
—Y sí, Boardwalk… fue una novela de Nelson Johnson que adquirió fama después de que la comprara HBO. Lehane se sumó luego como guionista en alguno de los capítulos.
El propio Quirke, el lúgubre y pesaroso personaje de Benjamin Black que suma éxitos en unos 30 países, fue una creación para televisión que descarriló y que John Banville convirtió en materia de libros con una nueva firma negra para la ocasión: Black.
Buena parte de los 14 autores internacionales entrevistados para este reportaje son guionistas, desde Peter May (el nuevo fichaje de Salamandra) a Lauren Beukes (Siruela) o Pierre Lemaitre (Alfaguara). Reservoir ha fichado a Noah Hawley (Bones, Fargo).
Y la trilogía de Erik Axl Sund (Roja & Negra) pronto será una serie, como antes Chandler encontró aliados en Howard Hawks o Robert Altman, salvando las enormes distancias.
Hubo una liga de primera división que no tuvo muchos laureles. Chandler, Hammett o después Patricia Highsmith —con permiso de Conan Doyle y Agatha Christie— se hicieron grandes con el aplauso del público, pero sin gran reconocimiento porque la novela criminal era un género menor. Hoy, está de moda y su reconocimiento desborda a veces la propia calidad de la obra publicada porque (tengan cuidado): además de la primera división hay segunda, tercera y hasta quinta, y no siempre están diferenciadas. Pero lo cierto es que lo negro/gris/intriga/thriller/policiaco/antipoliciaco y sus autores crecen al calor de premios (Leonardo Padura, Príncipe de Asturias; Jorge Zepeda y Alicia Giménez Bartlett, Planeta; Víctor del Árbol, Nadal), del éxito y de una renovación galopante al ritmo de la actualidad. Su contagio del cine y viceversa también ha jugado un papel, ya que ambos lenguajes se alimentan de una representación visual común, cercana al público, y de una sintonía que comparten intensamente con el espectador/lector.
—Sí, Pizzolatto escribió Galveston antes de la serie, pero la mayoría lo leímos después.
—No, Bron no fue novela.
—Y sí, Boardwalk… fue una novela de Nelson Johnson que adquirió fama después de que la comprara HBO. Lehane se sumó luego como guionista en alguno de los capítulos.
El propio Quirke, el lúgubre y pesaroso personaje de Benjamin Black que suma éxitos en unos 30 países, fue una creación para televisión que descarriló y que John Banville convirtió en materia de libros con una nueva firma negra para la ocasión: Black. Buena parte de los 14 autores internacionales entrevistados para este reportaje son guionistas, desde Peter May (el nuevo fichaje de Salamandra) a Lauren Beukes (Siruela) o Pierre Lemaitre (Alfaguara). Reservoir ha fichado a Noah Hawley (Bones, Fargo).
Y la trilogía de Erik Axl Sund (Roja & Negra) pronto será una serie, como antes Chandler encontró aliados en Howard Hawks o Robert Altman, salvando las enormes distancias.
El trasvase entre ambos mundos, pues, está servido.
Género visual, de atmósferas y trazos claros, de personajes empáticos y tramas de tinte social, lo cierto es que lo negro crece, evoluciona, se adapta e incorpora temas, geografías, tecnología y recursos fantásticos o históricos a discreción.
Anik Lapointe, editora:
“La calidad siempre ha estado presente en el género para el que ha querido prestar atención”
Eso, la rutina del crimen común, parece superado cuando agarras estas páginas sangrientas
. La víctima de Monstruos rotos tiene tronco de niño y piernas de ciervo.
Y me dirán ustedes: la primera víctima de Bron ya fundía dos mitades de mujeres diferentes bajo la apariencia de un solo cadáver, y además lo hacía en la línea fronteriza en el puente que une Suecia y Dinamarca en una sobredosis de atmósfera nórdica como para tumbar a los más frágiles.
Pero es que Beukes no nos habla de mezcla de humanos, sino de animal y humano que se unen como el Minotauro o las sirenas en la mitología griega, y lo hacen además en Detroit, la ciudad metáfora de las fracturas, el derrumbe que vivimos.
Hubo una liga de primera división que no tuvo muchos laureles. Chandler, Hammett o después Patricia Highsmith
—con permiso de Conan Doyle y Agatha Christie— se hicieron grandes con
el aplauso del público, pero sin gran reconocimiento porque la novela
criminal era un género menor. Hoy, está de moda y su reconocimiento
desborda a veces la propia calidad de la obra publicada porque (tengan
cuidado): además de la primera división hay segunda, tercera y hasta
quinta, y no siempre están diferenciadas. Pero lo cierto es que lo
negro/gris/intriga/thriller/policiaco/antipoliciaco y sus autores crecen al calor de premios (Leonardo Padura, Príncipe de Asturias; Jorge Zepeda y Alicia Giménez Bartlett,
Planeta; Víctor del Árbol, Nadal), del éxito y de una renovación
galopante al ritmo de la actualidad. Su contagio del cine y viceversa
también ha jugado un papel, ya que ambos lenguajes se alimentan de una
representación visual común, cercana al público, y de una sintonía que
comparten intensamente con el espectador/lector.
¿Fue antes el Galveston de Pizzolatto o True Detective? ¿Fue Bron antes serie o novela, o es que nunca fue novela? ¿Fue Boardwalk Empire
antes una novela potente o su potencia cinematográfica atrajo después a
un grande como Dennis Lehane? He aquí algunas respuestas:
—Sí, Pizzolatto escribió Galveston antes de la serie, pero la mayoría lo leímos después.
—No, Bron no fue novela.
—Y sí, Boardwalk… fue una novela de Nelson Johnson que adquirió fama después de que la comprara HBO. Lehane se sumó luego como guionista en alguno de los capítulos.
El propio Quirke, el lúgubre y pesaroso personaje de Benjamin Black que suma éxitos en unos 30 países, fue una creación para televisión que descarriló y que John Banville convirtió en materia de libros con una nueva firma negra para la ocasión: Black. Buena parte de los 14 autores internacionales entrevistados para este reportaje son guionistas, desde Peter May (el nuevo fichaje de Salamandra) a Lauren Beukes (Siruela) o Pierre Lemaitre (Alfaguara). Reservoir ha fichado a Noah Hawley (Bones, Fargo). Y la trilogía de Erik Axl Sund (Roja & Negra) pronto será una serie, como antes Chandler encontró aliados en Howard Hawks o Robert Altman, salvando las enormes distancias.
El trasvase entre ambos mundos, pues, está servido.
Género visual, de atmósferas y trazos claros, de personajes empáticos y tramas de tinte social, lo cierto es que lo negro crece, evoluciona, se adapta e incorpora temas, geografías, tecnología y recursos fantásticos o históricos a discreción.
Que ha ampliado fronteras lo sugiere que la última apuesta de
Siruela, la sudafricana Beukes, no siembra las páginas de cadáveres con
un tiro en la mandíbula o un navajazo en el estómago. Eso, la rutina del
crimen común, parece superado cuando agarras estas páginas sangrientas.
La víctima de Monstruos rotos tiene tronco de niño y piernas de ciervo. Y me dirán ustedes: la primera víctima de Bron
ya fundía dos mitades de mujeres diferentes bajo la apariencia de un
solo cadáver, y además lo hacía en la línea fronteriza en el puente que
une Suecia y Dinamarca en una sobredosis de atmósfera nórdica como para
tumbar a los más frágiles. Pero es que Beukes no nos habla de mezcla de
humanos, sino de animal y humano que se unen como el Minotauro o las
sirenas en la mitología griega, y lo hacen además en Detroit, la ciudad
metáfora de las fracturas, el derrumbe que vivimos.
¿Son los niños-ciervo de Beukes, adornados con una prosa rápida, envolvente y eficaz, una muestra de que el género amplía fronteras y se atreve a penetrar en mundos más heterodoxos? “Hay un punto de fractura”, asegura Beukes. “Y hay más espacio para jugar con elementos sobrenaturales o de ciencia-ficción”.
Lo mágico no es exactamente nuevo: desde hace años hemos acompañado a John Connolly a la zona de sombras de forma tan natural que ni nos hemos dado cuenta de que aquello era sobrenatural. Tampoco es nueva la ciencia-ficción, la historia ni muchos otros caminos a los que nunca nos acostumbraron los clásicos
. Lo que verdaderamente es nuevo, asegura la editora Anik Lapointe (Salamandra), es la receptividad que ahora ha encontrado el género entre el público.
“Lo que realmente ha cambiado es nuestra percepción de la novela negra, que ha dejado de ser considerada como un género menor y se ha ganado de lleno el favor de un público masivo”, afirma Lapointe.
“Es difícil dictaminar si los autores contemporáneos han superado o no a escritores clásicos como Chandler, Hammett, Macdonald, Crumley, etcétera.
Pero lo que sí está claro es que la calidad siempre ha estado presente en el género para el que ha querido prestar verdadera atención”.
—Sí, Pizzolatto escribió Galveston antes de la serie, pero la mayoría lo leímos después.
—No, Bron no fue novela.
—Y sí, Boardwalk… fue una novela de Nelson Johnson que adquirió fama después de que la comprara HBO. Lehane se sumó luego como guionista en alguno de los capítulos.
El propio Quirke, el lúgubre y pesaroso personaje de Benjamin Black que suma éxitos en unos 30 países, fue una creación para televisión que descarriló y que John Banville convirtió en materia de libros con una nueva firma negra para la ocasión: Black. Buena parte de los 14 autores internacionales entrevistados para este reportaje son guionistas, desde Peter May (el nuevo fichaje de Salamandra) a Lauren Beukes (Siruela) o Pierre Lemaitre (Alfaguara). Reservoir ha fichado a Noah Hawley (Bones, Fargo). Y la trilogía de Erik Axl Sund (Roja & Negra) pronto será una serie, como antes Chandler encontró aliados en Howard Hawks o Robert Altman, salvando las enormes distancias.
El trasvase entre ambos mundos, pues, está servido.
Género visual, de atmósferas y trazos claros, de personajes empáticos y tramas de tinte social, lo cierto es que lo negro crece, evoluciona, se adapta e incorpora temas, geografías, tecnología y recursos fantásticos o históricos a discreción.
Anik Lapointe, editora: “La calidad siempre ha estado presente en el género para el que ha querido prestar atención”
¿Son los niños-ciervo de Beukes, adornados con una prosa rápida, envolvente y eficaz, una muestra de que el género amplía fronteras y se atreve a penetrar en mundos más heterodoxos? “Hay un punto de fractura”, asegura Beukes. “Y hay más espacio para jugar con elementos sobrenaturales o de ciencia-ficción”.
Lo mágico no es exactamente nuevo: desde hace años hemos acompañado a John Connolly a la zona de sombras de forma tan natural que ni nos hemos dado cuenta de que aquello era sobrenatural. Tampoco es nueva la ciencia-ficción, la historia ni muchos otros caminos a los que nunca nos acostumbraron los clásicos
. Lo que verdaderamente es nuevo, asegura la editora Anik Lapointe (Salamandra), es la receptividad que ahora ha encontrado el género entre el público.
“Lo que realmente ha cambiado es nuestra percepción de la novela negra, que ha dejado de ser considerada como un género menor y se ha ganado de lleno el favor de un público masivo”, afirma Lapointe.
“Es difícil dictaminar si los autores contemporáneos han superado o no a escritores clásicos como Chandler, Hammett, Macdonald, Crumley, etcétera.
Pero lo que sí está claro es que la calidad siempre ha estado presente en el género para el que ha querido prestar verdadera atención”.
Paco Camarasa, al que el cierre de su librería barcelonesa, Negra y Criminal, no va a quitar su título tan informal como vitalicio de librero por antonomasia del género negro, cree que este ha ido progresando a medida que evoluciona la realidad, incorporando temas que antes no existían.
“El alzhéimer, por ejemplo, hace 10 o 12 años no se sabía bien qué era y ahora ya hay 5 novelas donde esta enfermedad es un elemento clave”, asegura Camarasa.
“Hoy tenemos novelas que transcurren desde Laponia y el mundo sami, de Olivier Truc, a países subsaharianos o los profundos bosques de Canadá”.
Camarasa es comisario de BCNegra, la gran cita del género que arranca estos días en la ciudad de Vázquez Montalbán y que junto a la Semana Negra de Gijón ha abierto el camino a una docena de festivales noir que salpican ya la geografía española (y Facebook), como antes salpicaron las ciudades de Francia. Un gran cambio en el panorama, en opinión de Camarasa: “La nueva novela negrocriminal se ha hecho más global pero también más local”.
Y es que la negra puede trufarse de elementos irreales como los de Connolly o Beukes o pegarse al polvo hasta hacértelo sentir en la garganta como el ya citado e irrebatible Galveston (Salamandra). Todo está abierto.
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