Vuelve 'Gran Hermano VIP' con el casting más estupefaciente que se recuerda.
Vuelve Gran Hermano VIP con el casting más estupefaciente que se recuerda.
De Rosa Benito al Pequeño Nicolás, Rappel y una concejala díscola de Ciudadanos.
Salió la ¿maestra? de ceremonias Belén Esteban atalajada con un esmoquin acrílico, bendijo la casa y a sus moradores dejando bien clarito que ella ganó primero esa contienda, y dio por inaugurado el cotarro.
La cuarta edición de Gran Hermano VIP arrancaba anoche con su habitual elegancia.
A la nueva Belén, como se autodenomina la doña, el tuxedo debió de parecerle el colmo del estilo, aunque los únicos stilettos que portaba eran sus taconazos rojos de varios pisos de altura.
Pero toda concesión tiene un límite y ella misma acabó desherrándoselos de sendas patadas al aire porque le estaban jodiendo (sic) los pies a base de bien en cuantito salió por la puerta con inequívoco gesto de ahí os quedáis, colegas, que yo me abro.
Dentro, hozaba el casting más estupefaciente que se recuerda en los anales de la casa de Guadalix de la Sierra, y eso que el listón estaba bajo.
La consabida olla a presión de flora y fauna de la cadena reforzada con un ramillete de especias raras de digestión imprevisible.
Allí estaban, porque sus eurazos les pagan, la justa dosis de comadres de Sálvame —Rosa Benito, Raquel Bollo— con las uñas afiladas en cuña
. El cuartillo y mitad de damas y caballeros con mejores milenios a la chepa —Carlos Lozano, Lucía Hoyos— en busca de una inyección de bótox catódico.
El arsenal de bombas sexuales de todos los sexos por si se tercia algún coito entre lecturas de Kant y Schopenhauer.
El gay locaza —Sema, amigo de Chabelita Pantoja— para amenizar las lánguidas tardes de reflexión frente a la chimenea.
La cuota de hijos de sus padres y sus madres —la niña Matamoros, el niño de Makoke— para constatar que la raza no siempre mejora.
Y, mirándolo todo con sus ojos celestes y su cara de repelente niño sapiente, Francisco Nicolás, el Pequeño Ídem, fichaje estrella de Vasile para asegurarse la audiencia de los padres y las madres de la patria, por si al niño le da por revelar secretos de Estado entre fregote y fregote.
Les torturarán.
Les someterán a terribles vejaciones para el cuerpo y el espíritu.
Les tocarán las gónadas a dos manos con el noble fin de sacar lo peor de sí mismos y del respetable y elevar los audímetros a punto de nieve
. De momento, quedaron todos tan amigos. Rosa Benito y Raquel Bollo se quedaron hablando de juanetes y menstruaciones, y Mónica Cela, una tronista sobrina nieta en tercer grado de don Camilo que dice tener "sangre de Premio Nobel", amenazando con matar a alguien de un mamazo, perdón, do de pecho.
Todos estaban encantados de conocerse.
Todos encontraban todo superdíver.
Todos dijeron que sus íntimos les habían aconsejado ser ellos mismos
. El aquelarre está garantizado.
Eso lo sabe hasta Rappel. Ay, no, que también está dentro.
De Rosa Benito al Pequeño Nicolás, Rappel y una concejala díscola de Ciudadanos.
Salió la ¿maestra? de ceremonias Belén Esteban atalajada con un esmoquin acrílico, bendijo la casa y a sus moradores dejando bien clarito que ella ganó primero esa contienda, y dio por inaugurado el cotarro.
La cuarta edición de Gran Hermano VIP arrancaba anoche con su habitual elegancia.
A la nueva Belén, como se autodenomina la doña, el tuxedo debió de parecerle el colmo del estilo, aunque los únicos stilettos que portaba eran sus taconazos rojos de varios pisos de altura.
Pero toda concesión tiene un límite y ella misma acabó desherrándoselos de sendas patadas al aire porque le estaban jodiendo (sic) los pies a base de bien en cuantito salió por la puerta con inequívoco gesto de ahí os quedáis, colegas, que yo me abro.
Dentro, hozaba el casting más estupefaciente que se recuerda en los anales de la casa de Guadalix de la Sierra, y eso que el listón estaba bajo.
La consabida olla a presión de flora y fauna de la cadena reforzada con un ramillete de especias raras de digestión imprevisible.
Allí estaban, porque sus eurazos les pagan, la justa dosis de comadres de Sálvame —Rosa Benito, Raquel Bollo— con las uñas afiladas en cuña
. El cuartillo y mitad de damas y caballeros con mejores milenios a la chepa —Carlos Lozano, Lucía Hoyos— en busca de una inyección de bótox catódico.
El arsenal de bombas sexuales de todos los sexos por si se tercia algún coito entre lecturas de Kant y Schopenhauer.
El gay locaza —Sema, amigo de Chabelita Pantoja— para amenizar las lánguidas tardes de reflexión frente a la chimenea.
La cuota de hijos de sus padres y sus madres —la niña Matamoros, el niño de Makoke— para constatar que la raza no siempre mejora.
Y, mirándolo todo con sus ojos celestes y su cara de repelente niño sapiente, Francisco Nicolás, el Pequeño Ídem, fichaje estrella de Vasile para asegurarse la audiencia de los padres y las madres de la patria, por si al niño le da por revelar secretos de Estado entre fregote y fregote.
Les torturarán.
Les someterán a terribles vejaciones para el cuerpo y el espíritu.
Les tocarán las gónadas a dos manos con el noble fin de sacar lo peor de sí mismos y del respetable y elevar los audímetros a punto de nieve
. De momento, quedaron todos tan amigos. Rosa Benito y Raquel Bollo se quedaron hablando de juanetes y menstruaciones, y Mónica Cela, una tronista sobrina nieta en tercer grado de don Camilo que dice tener "sangre de Premio Nobel", amenazando con matar a alguien de un mamazo, perdón, do de pecho.
Todos estaban encantados de conocerse.
Todos encontraban todo superdíver.
Todos dijeron que sus íntimos les habían aconsejado ser ellos mismos
. El aquelarre está garantizado.
Eso lo sabe hasta Rappel. Ay, no, que también está dentro.
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