Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

20 dic 2015

45 Años



Cartel de '45 years'

45 años


Dirección:
Título en V.O.: 45 Years
Nacionalidades: Reino Unido Año: Fecha de estreno:
Duración: 93 min.
Género: Drama
Color o en B/N: Color
Guión:
Fotografía: Lol Crawley
La semana en que Kate y Geoff van a celebrar el 45 aniversario de su boda, reciben una noticia que perturba la monótona tranquilidad de su vida conyugal.
 Geoff se encierra cada vez más en sí mismo y Kate empieza a preguntarse si realmente conoce a su marido.



Para los que sueñan con las bodas de oro

Lo mejor: los ojos de Charlotte Rampling, todo un poema.

Lo peor: que la confundan con una obra menor.

Por Sergi Sánchez Podría ser un relato de Charles Baxter o Alice Munro, tan frágil como una estalactita a punto de derretirse sobre una herida.
 No es tanto la vejez lo que se debate en '45 años' sino el amor azotado por el tiempo, que es lo mismo que el amor moldeado por el silencio
. Es la otra cara de la moneda de la magnífica Weekend (2011), la anterior película de Andrew Haigh, tan preocupada por el nacimiento del amor, con sus titubeos, su falta de sincronización, su precaria timidez, su miedo a quedarse corto o a pasarse de la raya.
Aquí también sólo hay dos personajes, pero su lucha es otra: entender qué queda de una relación cuando se descubre el secreto definitivo; que la vida es una mentira que te cuenta el que más te ama.
Sería injusto quitarle mérito a la dirección de Haigh, delicada como un origami, y a Tom Courtenay, cascarrabias hasta cuando se siente culpable, pero la dueña y señora de '45 años' es una Charlotte Rampling que mira, y nos mira, como si todo en lo que creía esté a punto de desmoronarse, y no hay nada que pueda remediar el desastre.

‘45 años’:Amor y matrimonio

El filme descansa en su capacidad de hacer evidente algo que se olvida con facilidad: que las pasiones se modulan con el tiempo, pero no nos abandonan jamás

  ‘45 años’: (des)Amor y matrimonio

Tentado está uno, al acercarse a 45 años, de empezar por hablar de los desafíos y los compromisos de la pareja, “la menos mala de las desgracias”, según feliz definición de Eva Piquer
. La conmovedora y sutil película del británico Andrew Haigh, una de las mejores del año, parte de ahí: de una pareja de largo recorrido, Kate y Geoff, con una semana por delante antes de la ce­lebración de sus 45 años de ma­trimonio.
Empezar, pues, con referencias a la añoranza de pasiones extintas y deseos enterrados.
 Hablar del paso del tiempo; de recuperar las ilusiones perdidas y luchar contra el tedio cotidiano y bla, bla, bla
. Acercarse, en fin, a estos 45 años como si fuera una –otra– de esas películas de tercera edad, pensadas para la tercera edad...
Sería un error.
Porque 45 años nos habla a todos.
 Lo esencial del filme de Haigh, a poco que uno consiga escapar de los lugares comunes que rodean el asunto de la vejez, descansa en su capacidad de hacer evidente algo que se olvida con facilidad: que las pasiones se modulan con el tiempo, pero no nos abandonan jamás. Que los reproches no tienen edad.
 Ni las decepciones tampoco.
Todo empieza cuando Geoff, interpretado por Tom Courtenay, recibe una carta que le anuncia el descubrimiento del cuerpo congelado de su primer amor, muerta hace cincuenta años en un accidente en un glaciar de los Alpes. Courtenay, hay que recordarlo, es uno de los grandes de la interpretación británica desde aquella airada La soledad del corredor de fondo (1962),

, Un maravilloso actor que, en 45 años, mediante un juego de murmullos, diferencia muy bien entre lo que dice, lo que piensa y lo que calla.

Esa carta inesperada agita la plácida vida de la pareja,y pone alerta a Kate, su mujer, en manos de Charlotte Rampling, en la mejor interpretación que jamás ha realizado la protagonista de Portero de noche
 Rampling suma su evidente capacidad para los personajes apasionados y fríos, a la vez, aunque parezca imposible, con una generosa paleta de matices de una mujer de mediana edad, muy british, en tensión creciente.
 Una mujer feliz en su matrimonio hasta que esa carta conmueve los cimientos de su felicidad.
La genialidad del director reside en el control: 45 años podría haber sido un grito desesperado, lleno de reproches y recriminaciones, un drama desaforado. 
Pero Haigh, por el contrario, hace que viva –y crezca– en los espacios que dejan las palabras.
 En las miradas, en el movimiento de los cuerpos. 
Hasta que se impone un gesto.
 Un gesto puede ser suficiente para que la barca de ese amor de 45 años esté a punto de zozobrar en medio de la tormenta que agita su vida cotidiana.
Es un asunto, otro, de pareja.

 

 

 


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