Quejas de lectores por el uso incorrecto de verbos, faltas de ortografía y alguna errata, también en la edición impresa.
El diccionario de la RAE recibe en la web de esta institución más de
41 millones de visitas al mes. Los lectores que me escriben para señalar
errores gramaticales en el diario suelen apoyarse también en ese
diccionario.
Manuel Arrontes, de Oviedo, me envió hace unos días un largo mensaje en el que incluía la definición completa de las palabras ‘escuchar’ y ‘oír’, para que no quedara duda de que, “aunque parezca lo contrario, siguen significando cosas diferentes y no puede usarse la primera de ellas como sinónimo de la segunda”.
La mención al diccionario era necesaria para demostrar el uso erróneo que se hacía del verbo ‘escuchar’ en varias crónicas de los atentados de París, publicadas en las ediciones digital e impresa. Si ‘escuchar’ es ante todo: “Prestar atención a lo que se oye”, y ‘oír’: “Percibir con el oído los sonidos”, en la frase que me indica el lector: “
Eran las 21.15 … cuando escuchó los disparos”, tendríamos que haber escrito, “cuando oyó los disparos”.
Varios correos más se han referido a este fallo. Fausto Rojo, lector de la edición de Barcelona, precisaba en el suyo:
“Renuncio a hacer la lista de usos erróneos de ‘escucha’ que trufa las crónicas sobre los brutales atentados en París”.
No era su única queja.
En su breve correo me señalaba varios pleonasmos en las páginas de EL PAÍS. Les cito uno de los que mencionaba: “una prerrogativa incluida dentro de la ley...”. Lo que está incluido en algo está dentro, sin duda.
Michael Nicholas, lector de la edición de Madrid, me alertaba en un mensaje de un error de concordancia en una crónica donde se aludía a, “un auxiliar de vuelo española”. Este lector detectó también una errata en una columna de Cultura, en la que se citaba la película Botón de Ancla como Botón de ancha.
“Sabiendo un poco del argumento y siendo una película clave, parece mentira que diga ‘ancha’
. Ni siquiera está la ‘ele’ al lado de la ‘hache’ en el teclado.
Es como si pusiera, ‘esa gran película del oeste Grapo Salvaje o Grupa Salvaje o Gripe Salvaje”, bromeaba.
Pedro García González, de Madrid, se ponía en contacto conmigo “por
una cuestión que, para mí, es ya cansina y me temo que lejos de
solucionarse se agrava por momentos”, escribía.
“Me refiero a las continuas faltas de ortografía de los colaboradores en su periódico, tanto sean periodistas de nuevo cuño como escritores consagrados”.
Este lector incluía en su mensaje los correos enviados a un par de columnistas en los que les señalaba el mismo error: confundir la ortografía de ‘desechos’, (residuos), con ‘deshechos’, participio del verbo deshacer.
El lector optó por escribirme al ver el mismo fallo, días después, en una crónica de Deportes, donde se hablaba de “…recuperar de la montaña ocho kilos de deshechos…”
. Lo correcto era, obviamente, ‘desechos’.
Días antes, Antonio Duplá del Moral, de A Coruña, me escribía exigiendo a quienes hacemos
EL PAÍS velar por la corrección lingüística, “que un diario de su importancia y difusión merece”. Este lector, al igual que Luis de Luxán, de Asturias, había reparado en una falta en un editorial en el que podía leerse, ‘el último acta’.
“Como deberían saber, a aquellos sustantivos de género femenino que comienzan con la letra ‘a’ tónica se les aplica los artículos ‘el’, ‘un’, ‘algún’ y ‘ningún’”, señalaba Duplá.
“Pero la palabra sigue siendo femenina y por ello se debe escribir ‘la última acta’ y nunca ‘el último acta’ como hacen ustedes”.
Los errores gramaticales en la edición impresa son mucho menos frecuentes pero más graves que los que se deslizan en la digital, entre otras cosas, porque no pueden corregirse.
EL PAÍS publica al mes más de 10.000 informaciones, lo que no justifica, pero explica, lo inevitable de que se produzcan fallos.
Máxime cuando la crisis de los medios ha tenido un impacto devastador en las plantillas de correctores.
Nuestra obligación de periodistas es conocer a fondo la lengua en la que escribimos, pero nadie está libre de errores.
Por eso, es importante repasar con frecuencia el Libro de Estilo y consultar, como hacen millones de españoles, el diccionario de la RAE.
Manuel Arrontes, de Oviedo, me envió hace unos días un largo mensaje en el que incluía la definición completa de las palabras ‘escuchar’ y ‘oír’, para que no quedara duda de que, “aunque parezca lo contrario, siguen significando cosas diferentes y no puede usarse la primera de ellas como sinónimo de la segunda”.
La mención al diccionario era necesaria para demostrar el uso erróneo que se hacía del verbo ‘escuchar’ en varias crónicas de los atentados de París, publicadas en las ediciones digital e impresa. Si ‘escuchar’ es ante todo: “Prestar atención a lo que se oye”, y ‘oír’: “Percibir con el oído los sonidos”, en la frase que me indica el lector: “
Eran las 21.15 … cuando escuchó los disparos”, tendríamos que haber escrito, “cuando oyó los disparos”.
Varios correos más se han referido a este fallo. Fausto Rojo, lector de la edición de Barcelona, precisaba en el suyo:
“Renuncio a hacer la lista de usos erróneos de ‘escucha’ que trufa las crónicas sobre los brutales atentados en París”.
No era su única queja.
En su breve correo me señalaba varios pleonasmos en las páginas de EL PAÍS. Les cito uno de los que mencionaba: “una prerrogativa incluida dentro de la ley...”. Lo que está incluido en algo está dentro, sin duda.
Michael Nicholas, lector de la edición de Madrid, me alertaba en un mensaje de un error de concordancia en una crónica donde se aludía a, “un auxiliar de vuelo española”. Este lector detectó también una errata en una columna de Cultura, en la que se citaba la película Botón de Ancla como Botón de ancha.
“Sabiendo un poco del argumento y siendo una película clave, parece mentira que diga ‘ancha’
. Ni siquiera está la ‘ele’ al lado de la ‘hache’ en el teclado.
Es como si pusiera, ‘esa gran película del oeste Grapo Salvaje o Grupa Salvaje o Gripe Salvaje”, bromeaba.
Los errores gramaticales en la edición impresa son mucho menos frecuentes que en la digital, pero más graves
“Me refiero a las continuas faltas de ortografía de los colaboradores en su periódico, tanto sean periodistas de nuevo cuño como escritores consagrados”.
Este lector incluía en su mensaje los correos enviados a un par de columnistas en los que les señalaba el mismo error: confundir la ortografía de ‘desechos’, (residuos), con ‘deshechos’, participio del verbo deshacer.
El lector optó por escribirme al ver el mismo fallo, días después, en una crónica de Deportes, donde se hablaba de “…recuperar de la montaña ocho kilos de deshechos…”
. Lo correcto era, obviamente, ‘desechos’.
Días antes, Antonio Duplá del Moral, de A Coruña, me escribía exigiendo a quienes hacemos
EL PAÍS velar por la corrección lingüística, “que un diario de su importancia y difusión merece”. Este lector, al igual que Luis de Luxán, de Asturias, había reparado en una falta en un editorial en el que podía leerse, ‘el último acta’.
“Como deberían saber, a aquellos sustantivos de género femenino que comienzan con la letra ‘a’ tónica se les aplica los artículos ‘el’, ‘un’, ‘algún’ y ‘ningún’”, señalaba Duplá.
“Pero la palabra sigue siendo femenina y por ello se debe escribir ‘la última acta’ y nunca ‘el último acta’ como hacen ustedes”.
Los errores gramaticales en la edición impresa son mucho menos frecuentes pero más graves que los que se deslizan en la digital, entre otras cosas, porque no pueden corregirse.
EL PAÍS publica al mes más de 10.000 informaciones, lo que no justifica, pero explica, lo inevitable de que se produzcan fallos.
Máxime cuando la crisis de los medios ha tenido un impacto devastador en las plantillas de correctores.
Nuestra obligación de periodistas es conocer a fondo la lengua en la que escribimos, pero nadie está libre de errores.
Por eso, es importante repasar con frecuencia el Libro de Estilo y consultar, como hacen millones de españoles, el diccionario de la RAE.
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