Los programas del corazón ya no existen. Murieron hace 10 años.
Lo de ahora es hiperrealismo televisivo.
Hay debates boomerang que vuelven cada cierto tiempo: el
sueldo de los futbolistas, la vacuna contra la gripe, los programas del
corazón… Debates que nos entretienen unos días y de los que nunca
sacamos conclusiones claras, para poder aparecer meses o años después
como si fuesen nuevos.
A mí me gustaría sacar alguna conclusión esta vez.
La primera es que los "programas del corazón" ya no existen.
Murieron hace tiempo y hay que remontarse 10 años para encontrarlos
. Entonces cada cadena tenía el suyo y había donde elegir, pero esa forma de narrar la vida social ha evolucionado, igual que la información política. Sálvame se ha definido como un reality, una corrala, una terapia de grupo…
Las etiquetas caducan rápido cuando definen algo vivo y en constante evolución. Últimamente lo llamamos hiperrealismo televisivo.
En cualquier caso, Sálvame es básicamente un programa que retrata ciertos aspectos, no poco importantes, de nuestra sociedad.
Lo hace a través de un grupo de personas que se muestran tal y como son ante 2,5 millones de espectadores diariamente.
Y resulta que eso gusta.
Gusta mucho. En este nuevo corazón ya no hablamos de los demás, sino de nosotros mismos.
¿Es eso periodismo del corazón?
Diría que no, porque el viejo corazón ha caído, igual que la vieja política.
Otra conclusión es que en la televisión, como en la vida, no se llega lejos con el postureo.
A raíz del estreno de Stephen Colbert al frente de The Late Show, conducido durante 22 años por David Letterman, hay un debate en la televisión estadounidense sobre la sinceridad de los presentadores.
Colbert, después de años haciendo un personaje cínico e histriónico, se ha quitado la careta para mostrarse tal cual es, un ejercicio que la crítica ha bautizado como "la nueva sinceridad televisiva". La honestidad, la realidad, la autenticidad están de moda en EE UU. ¿Les suena?
A los 2,5 millones de espectadores de Sálvame sí.
Esa "nueva sinceridad" es tendencia en España desde hace siete años cuando empezamos. No estamos solos: Évole con Salvados, Risto Mejide y Pepa Bueno en nuestro Chester, o el nuevo gurú Bertín Osborne también la practican.
La verdad es más fácil de hacer y de digerir que el postureo, porque no requiere crear personajes ni fingir lo que no se es.
Los espectadores se han dado cuenta de ello y los políticos también.
La nueva política hace ahora lo mismo que hacemos en Sálvame desde hace siete años: bajar a la calle y mostrar a sus líderes como seres humanos.
Por eso la "nueva política" nace en televisión.
Mientras los nuevos políticos acuden a tertulias y programas de entretenimiento con naturalidad, la vieja política se mueve con dificultad en televisión y pasa del plasma a los bailes de salón televisados como queriendo recuperar un tiempo perdido que les ha dejado en la cola de la carrera
. Tener el foco delante en todo momento tiene una recompensa: el público o el electorado te conoce tal y como eres y así te compra o te rechaza, pero no se cuestiona tu integridad.
En Sálvame hemos juntado a personas cuyo talento es su tremenda capacidad de comunicación.
Da igual de quien sean hijos, esposas, amantes o amigos, lo importante es que conectan con los españoles.
El programa más visto de nuestra historia, con cuatro millones de espectadores, fue un desfile de moda española enmarcado en la Sálvame Fashion Week. ¡Cuatro horas! ¿Con top models? No, ¡con nuestros colaboradores! ¿Eso es corazón? ¿Telebasura? ¿Servicio público?
Las etiquetas, como decía, tenían sentido en la "antigua España", pero ahora las etiquetas se llaman hashtags y hay una nueva cada dos minutos.
Sálvame es potente, atractivo, mágico, cercano, puro entretenimiento basado en el reflejo de lo cotidiano.
En una discusión familiar de sobremesa siempre hay quien dice: "Esto parece Sálvame"; cuando alguien quiere que otro sea sincero amenaza con hacerle un poli Deluxe y las madres coraje por sus hijas ma-tan.
¿Se ha salvamizado la sociedad? No. Es Sálvame el que refleja la vida como nadie lo había hecho antes.
Óscar Cornejo es productor ejecutivo de La Fábrica de la Tele (creadora de Sálvame).
A mí me gustaría sacar alguna conclusión esta vez.
La primera es que los "programas del corazón" ya no existen.
Murieron hace tiempo y hay que remontarse 10 años para encontrarlos
. Entonces cada cadena tenía el suyo y había donde elegir, pero esa forma de narrar la vida social ha evolucionado, igual que la información política. Sálvame se ha definido como un reality, una corrala, una terapia de grupo…
Las etiquetas caducan rápido cuando definen algo vivo y en constante evolución. Últimamente lo llamamos hiperrealismo televisivo.
En cualquier caso, Sálvame es básicamente un programa que retrata ciertos aspectos, no poco importantes, de nuestra sociedad.
Lo hace a través de un grupo de personas que se muestran tal y como son ante 2,5 millones de espectadores diariamente.
Y resulta que eso gusta.
Gusta mucho. En este nuevo corazón ya no hablamos de los demás, sino de nosotros mismos.
¿Es eso periodismo del corazón?
Diría que no, porque el viejo corazón ha caído, igual que la vieja política.
Otra conclusión es que en la televisión, como en la vida, no se llega lejos con el postureo.
A raíz del estreno de Stephen Colbert al frente de The Late Show, conducido durante 22 años por David Letterman, hay un debate en la televisión estadounidense sobre la sinceridad de los presentadores.
Colbert, después de años haciendo un personaje cínico e histriónico, se ha quitado la careta para mostrarse tal cual es, un ejercicio que la crítica ha bautizado como "la nueva sinceridad televisiva". La honestidad, la realidad, la autenticidad están de moda en EE UU. ¿Les suena?
A los 2,5 millones de espectadores de Sálvame sí.
Esa "nueva sinceridad" es tendencia en España desde hace siete años cuando empezamos. No estamos solos: Évole con Salvados, Risto Mejide y Pepa Bueno en nuestro Chester, o el nuevo gurú Bertín Osborne también la practican.
La verdad es más fácil de hacer y de digerir que el postureo, porque no requiere crear personajes ni fingir lo que no se es.
Los espectadores se han dado cuenta de ello y los políticos también.
La nueva política hace ahora lo mismo que hacemos en Sálvame desde hace siete años: bajar a la calle y mostrar a sus líderes como seres humanos.
Por eso la "nueva política" nace en televisión.
Mientras los nuevos políticos acuden a tertulias y programas de entretenimiento con naturalidad, la vieja política se mueve con dificultad en televisión y pasa del plasma a los bailes de salón televisados como queriendo recuperar un tiempo perdido que les ha dejado en la cola de la carrera
. Tener el foco delante en todo momento tiene una recompensa: el público o el electorado te conoce tal y como eres y así te compra o te rechaza, pero no se cuestiona tu integridad.
En Sálvame hemos juntado a personas cuyo talento es su tremenda capacidad de comunicación.
Da igual de quien sean hijos, esposas, amantes o amigos, lo importante es que conectan con los españoles.
El programa más visto de nuestra historia, con cuatro millones de espectadores, fue un desfile de moda española enmarcado en la Sálvame Fashion Week. ¡Cuatro horas! ¿Con top models? No, ¡con nuestros colaboradores! ¿Eso es corazón? ¿Telebasura? ¿Servicio público?
Las etiquetas, como decía, tenían sentido en la "antigua España", pero ahora las etiquetas se llaman hashtags y hay una nueva cada dos minutos.
Sálvame es potente, atractivo, mágico, cercano, puro entretenimiento basado en el reflejo de lo cotidiano.
En una discusión familiar de sobremesa siempre hay quien dice: "Esto parece Sálvame"; cuando alguien quiere que otro sea sincero amenaza con hacerle un poli Deluxe y las madres coraje por sus hijas ma-tan.
¿Se ha salvamizado la sociedad? No. Es Sálvame el que refleja la vida como nadie lo había hecho antes.
Óscar Cornejo es productor ejecutivo de La Fábrica de la Tele (creadora de Sálvame).
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