Los estudios para justificar o rechazar el cambio horario desde el punto de vista del bienestar o el ahorro energético no muestran diferencias importantes entre las dos opciones.
En la madrugada del sábado al domingo, a las tres son las dos.
Se retorna al horario de invierno y, como todos los años, se vuelve a plantear el debate sobre si realmente tienen alguna utilidad estos cambios.
El principal motivo para cambiar la hora dos veces al año es el ahorro energético, pero quienes lo promueven también afirman que ofrece beneficios para el comercio o la seguridad vial. Esta medida, aplicada en España desde el Gobierno, pero originada en una directiva europea, no es universal. Fuera de Europa y Norteamérica, solo un puñado de países como Irán o Mongolia cambian la hora.
En España, desde el Ministerio de Industria se calcula que cada hogar se ahorra seis euros por iluminación, una cantidad que sumada al ahorro de la industria alcanza los 300 millones de euros anuales
. La estimación ofrecida, sospechosamente, era la misma en 2004, en 2007 y en 2015. En realidad, los estudios no reflejan resultados concluyentes que sustenten la idea de que la medida sirve para ahorrar.
Un trabajo de 2008 en el estado de Indiana, en EE UU, realizado dos años después de que se comenzase a aplicar el horario de verano, mostró que esta política, al contrario de lo que se busca, incrementaba el consumo energético de los hogares en un 1%.
“Estos resultados -afirmaba el estudio- son consistentes con los resultados de simulaciones que apuntan a una compensación entre la reducción de demanda eléctrica para la iluminación y un incremento en calefacción y aire acondicionado”. En otro análisis realizado por el Departamento de Energía del Gobierno de EE UU, el ahorro energético diario durante el horario de verano se calculó en un 0,5%, un 0,03% acumulado en todo el año. En Europa, la Comisión Europea ha explicado que, respondiendo a una encuesta suya, 13 Estados miembros afirmaron que el horario de verano suponía un pequeño descenso en el consumo de energía, pero no lo pudieron cuantificar.
En España, en un artículo publicado en EL PAÍS en 2007, desde Red Eléctrica de España (REE), la empresa que registra minuto a minuto la evolución de la demanda eléctrica, se señalaba que durante los primeros días de aplicación de la medida se detectaba un ahorro en el consumo eléctrico que se va diluyendo con el paso del tiempo.
Aunque ahora muchos estudios cuestionen la magnitud del ahorro energético logrado con el cambio de hora, e incluso se plantee que produzca inconvenientes que los contrarresten, hay otros factores que sustentan este acuerdo.
Según un informe encargado por la Comisión Europea, la armonización de horarios entre los países de la UE es una fuente de justificación para la continuidad de la medida y una defensa frente a la posibilidad de que un país la deje de aplicar de forma unilateral.
En el cambio de hora de invierno, como el tiempo interno que nos marca el ritmo circadiano tiende a atrasar, la mayor parte de la población se adaptará más fácil que con el adelanto de hora de la primavera.
No obstante, el cambio de hora puede producir un efecto similar, aunque mucho más leve, que el desfase horario producido cuando se cambia de zona horaria en un solo día.
Algunos estudios han tratado de medir el incremento de accidentes de tráfico en los días posteriores al cambio de hora, y en el caso del horario de invierno, se han llegado a lanzar advertencias sobre la necesidad de prestar atención a los peatones por la tarde mientras nos acostumbramos a que anochezca antes. También se ha observado un incremento en el número y la gravedad de los accidentes laborales en los días posteriores al cambio
. Por último, un estudio sueco de 2008 mostró un incremento de alrededor del 5% de ataques al corazón durante los tres días posteriores al cambio de hora primaveral
. El problema es que en estos estudios, aunque se han observado estas correlaciones, no se ha podido encontrar una explicación para justificar el efecto.
Otra de las críticas frecuentes al cambio de hora es que empeora el
ya de por sí deteriorado sueño de nuestras sociedades.
Sin embargo, habría que plantearse si la percepción sobre la falta de horas de cama en occidente es real.
Un estudio reciente publicado en la revista Current Biology, en el que se analizaron las pautas de sueño de grupos humanos con modos de vida prehistóricos, observó que duermen 6,4 horas de media, lejos de las ocho que nos suelen plantear como deseables.
Sin cambio de hora, ellos también cambian las pautas de sueño con las estaciones y duermen de media una hora más en invierno que en verano.
En su caso, tanto la hora de irse a dormir como el horario de invierno venía determinado por el descenso de temperatura relacionado con la hora de la puesta de sol. Ese enfriamiento natural les permite que su cuerpo vaya alcanzando la menor temperatura corporal necesaria durante el sueño
. En las sociedades modernas, con calefacción en las casas, el cuerpo se mantiene a la misma temperatura y se ha de refrigerar al ir a dormir de un modo menos progresivo que en las sociedades tradicionales.
La calefacción, la luz artificial, o el uso de dispositivos electrónicos antes de dormir son algunos factores que pueden alterar las pautas del sueño a diario de un modo más significativo que la diferencia de una hora cada seis meses, un cambio que una persona con unos horarios de sueño ordenado puede absorber en poco tiempo sin problemas.
Se retorna al horario de invierno y, como todos los años, se vuelve a plantear el debate sobre si realmente tienen alguna utilidad estos cambios.
El principal motivo para cambiar la hora dos veces al año es el ahorro energético, pero quienes lo promueven también afirman que ofrece beneficios para el comercio o la seguridad vial. Esta medida, aplicada en España desde el Gobierno, pero originada en una directiva europea, no es universal. Fuera de Europa y Norteamérica, solo un puñado de países como Irán o Mongolia cambian la hora.
En España, desde el Ministerio de Industria se calcula que cada hogar se ahorra seis euros por iluminación, una cantidad que sumada al ahorro de la industria alcanza los 300 millones de euros anuales
. La estimación ofrecida, sospechosamente, era la misma en 2004, en 2007 y en 2015. En realidad, los estudios no reflejan resultados concluyentes que sustenten la idea de que la medida sirve para ahorrar.
Un trabajo de 2008 en el estado de Indiana, en EE UU, realizado dos años después de que se comenzase a aplicar el horario de verano, mostró que esta política, al contrario de lo que se busca, incrementaba el consumo energético de los hogares en un 1%.
“Estos resultados -afirmaba el estudio- son consistentes con los resultados de simulaciones que apuntan a una compensación entre la reducción de demanda eléctrica para la iluminación y un incremento en calefacción y aire acondicionado”. En otro análisis realizado por el Departamento de Energía del Gobierno de EE UU, el ahorro energético diario durante el horario de verano se calculó en un 0,5%, un 0,03% acumulado en todo el año. En Europa, la Comisión Europea ha explicado que, respondiendo a una encuesta suya, 13 Estados miembros afirmaron que el horario de verano suponía un pequeño descenso en el consumo de energía, pero no lo pudieron cuantificar.
En España, en un artículo publicado en EL PAÍS en 2007, desde Red Eléctrica de España (REE), la empresa que registra minuto a minuto la evolución de la demanda eléctrica, se señalaba que durante los primeros días de aplicación de la medida se detectaba un ahorro en el consumo eléctrico que se va diluyendo con el paso del tiempo.
Aunque ahora muchos estudios cuestionen la magnitud del ahorro energético logrado con el cambio de hora, e incluso se plantee que produzca inconvenientes que los contrarresten, hay otros factores que sustentan este acuerdo.
Según un informe encargado por la Comisión Europea, la armonización de horarios entre los países de la UE es una fuente de justificación para la continuidad de la medida y una defensa frente a la posibilidad de que un país la deje de aplicar de forma unilateral.
Efectos sobre la salud
Junto a los aspectos económicos, un segundo factor importante sobre el que puede influir el cambio de hora es la salud.En el cambio de hora de invierno, como el tiempo interno que nos marca el ritmo circadiano tiende a atrasar, la mayor parte de la población se adaptará más fácil que con el adelanto de hora de la primavera.
No obstante, el cambio de hora puede producir un efecto similar, aunque mucho más leve, que el desfase horario producido cuando se cambia de zona horaria en un solo día.
Algunos estudios han tratado de medir el incremento de accidentes de tráfico en los días posteriores al cambio de hora, y en el caso del horario de invierno, se han llegado a lanzar advertencias sobre la necesidad de prestar atención a los peatones por la tarde mientras nos acostumbramos a que anochezca antes. También se ha observado un incremento en el número y la gravedad de los accidentes laborales en los días posteriores al cambio
. Por último, un estudio sueco de 2008 mostró un incremento de alrededor del 5% de ataques al corazón durante los tres días posteriores al cambio de hora primaveral
. El problema es que en estos estudios, aunque se han observado estas correlaciones, no se ha podido encontrar una explicación para justificar el efecto.
La calefacción, la luz eléctrica o los dispositivos electrónicos tienen más influencia sobre el sueño que un cambio de hora
Sin embargo, habría que plantearse si la percepción sobre la falta de horas de cama en occidente es real.
Un estudio reciente publicado en la revista Current Biology, en el que se analizaron las pautas de sueño de grupos humanos con modos de vida prehistóricos, observó que duermen 6,4 horas de media, lejos de las ocho que nos suelen plantear como deseables.
Sin cambio de hora, ellos también cambian las pautas de sueño con las estaciones y duermen de media una hora más en invierno que en verano.
En su caso, tanto la hora de irse a dormir como el horario de invierno venía determinado por el descenso de temperatura relacionado con la hora de la puesta de sol. Ese enfriamiento natural les permite que su cuerpo vaya alcanzando la menor temperatura corporal necesaria durante el sueño
. En las sociedades modernas, con calefacción en las casas, el cuerpo se mantiene a la misma temperatura y se ha de refrigerar al ir a dormir de un modo menos progresivo que en las sociedades tradicionales.
La calefacción, la luz artificial, o el uso de dispositivos electrónicos antes de dormir son algunos factores que pueden alterar las pautas del sueño a diario de un modo más significativo que la diferencia de una hora cada seis meses, un cambio que una persona con unos horarios de sueño ordenado puede absorber en poco tiempo sin problemas.
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