Ana Diosdado nos ha dejado.
Se fue sin decir adiós. Con tranquilidad y
sin aspavientos. Nos dejó sin avisar.
Tengo una gran tristeza porque no
tuve ocasión de darle las gracias por haber sido una de las dramaturgas
que hizo del teatro una pasión para mí.
Ella me enseño a soñar en la
butaca, a llorar con esos textos para jóvenes en unos años en que ir al
teatro era solo cosa de “madres”. Allí estuve yo, con menos de 20 años y
disfrutando de cada una de sus puestas en escena.
Ella me llevó al
teatro.
Gracias Ana y que descanses allí donde estés.— Belén Sánchez Masián.
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