La arquitectura de los apartamentos turísticos Buganvilla, junto a Maspalomas, en Gran Canaria, domina la playa de San Agustín.
De lo oscuro a la luz. El edificio, de ocho plantas, proyectado por Salvador Fábregas hace 50 años, está grapado a un escarpe junto al mar.
Los apartamentos, espacios blancos diáfanos rematados por una terraza con barandilla de vidrio, simulan cavidades en el acantilado que se abren al océano.
Desde la terraza se observan las olas avanzar hacia la playa, cómo el agua se ondula desde mar adentro hasta el blanco rizado final.
Al fondo, las dunas de Maspalomas.
“La fachada de Buganvilla es una puesta de sol”, dice José Antonio Sosa, arquitecto y responsable, junto a Evelyn Alonso, de la rehabilitación del lugar.
El complejo reabrió sus puertas en noviembre de 2014.
“Lo que más me gusta es cómo Fábregas se empotró en la montaña.
Los preciosos arcos de piedra de la primera planta hacen de contrafuertes.
El edificio entero son muros de carga, paredes de medio metro de espesor realizadas con la misma piedra que se sacó al vaciar el solar.
Esto le da un gran aislamiento acústico a las habitaciones”.
El equipo de arquitectos Alonso-Sosa desnudó el edificio.
“Cuando trabajas con un edificio valioso debes restarle las piezas añadidas, dejarlo en la esencia y darle una nueva vida.
Por ejemplo, restauramos toda la carpintería de madera de riga original, a la que el sol lleva dando desde 1967.
Hoy parece como encendida, tiene un color precioso”.
La reforma también añadió elementos nuevos.
“En la planta uno Fábregas trasladó los apartamentos hacia atrás para facilitar el acceso.
Como eso les hizo perder sol, construimos tres nuevas terrazas colgantes de madera con barandillas de vidrio”.
Buganvilla dispone de 24 apartamentos y 16 estudios, con capacidad de hasta tres personas
. “Nuestro reto es que las habitaciones fueran abiertas como las de un hotel y con los servicios de un apartamento”
. Cenar con velas en la terraza, desayunar con vistas al mar sin los agobios del bufé.
El mobiliario combina elementos antiguos y actuales, cerradura vintage en la puerta del baño. “Tratamos de recuperar la levedad de los muebles de los años 60, el pavimento tiene una forma de espiga muy de esa década.
Hemos reinventado el lugar para una nueva clientela con la edad de los primeros usuarios de aquella época, turistas nórdicos que empezaron a venir con 20 años.
Algunos lo siguen haciendo con más de 70”.
La puerta del complejo da a un paseo que conduce, veinte metros más allá, a la playa de San Agustín. La intervención en el jardín de la paisajísta Marga Arencibia reordenó las plantas ornamentales y añadió árboles de sombra en la zona de piscinas.
En el talud entre esta y el paseo marítimo se plantaron endemismos resistentes a la salinidad marina, inspiradas en los cráteres protegidos de la playa de Vargas, en Agüímes (sureste de la isla).
Destacan la palmera canaria, la sterlizia gigante, el clerodendro, el crinum, el apio de mar y el salado verde.
En la zona más pegada al mar, Alonso y Sosa hacen su último guiño: una elegante valla de madera cuperizada con 300 palos girados de forma aleatoria sobre el muro de laja que separa Buganvilla del mundo exterior.
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