El hábito de lectura aumenta, las bibliotecas se van a las playas, crecen los conciertos, las proyecciónes de cine salen al aire libre.... Con el calor, la oferta se multiplica.
La época estival se revela entonces como la más propicia para lanzarnos a esos instantes únicos que se instalan en nuestra memoria.
¿Quién podría olvidar un concierto de Iman Kandoussi una noche sevillana en los Jardines del Real Alcázar?
La artista marroquí de voz mínima y delicada es una de las invitadas a estas jornadas culturales enmarcadas en esa fortaleza sevillana que fue la atalaya de Oriente y que ahora ha entrado en miles de retinas a través de la ficción universal de Juego de Tronos.
Desde el año 2000 se celebran estos conciertos estivales con una cuidada selección musical:
“La programación se planifica haciendo una especie de recorrido por las edades histórico-musicales del Real Alcázar, es decir, desde el Medievo hasta la actualidad”, afirma Miguel Ángel González, productor ejecutivo y director artístico de esta iniciativa hispalense que ha cosechado un enorme éxito con el 97% de asistencia en la edición actual.
La relación entre música y estío es prácticamente indisoluble pero, ¿qué diferencias existen entre festivales como el del Castell de Perelada o los Veranos de la Villa y el FIB o el Arenal Sound, por citar algunos de los múltiples certámenes ¿Cómo trazamos esa fina línea que separa ocio y cultura? “Si hablamos en términos musicales, es posible que en verano decaiga la actividad cultural relacionada con la música clásica por ejemplo, pero no sucede lo mismo con la música popular por la proliferación del sector privado y de ocio”, afirma González.
Esta disyuntiva puede trasladarse igualmente al cine.
Mientras el verano es una época idónea para grandes estrenos comerciales, coexisten alternativas de gran rigor cultural que acaparan la atención de algunos espectadores que el resto del año se mantienen ajenos a este tipo de cine más minoritario.
Es el caso de la Filmoteca d’Estiu que se ubica durante el mes de agosto en los Jardines del Palau de la Música valencianos.
En sus 16 años de vida, 335.000 espectadores se han acercado a disfrutar de una concienzuda programación.
“Siempre buscamos un ciclo con la Universitat de València. Este año es Planes maestros: películas que tratan sobre un plan que no siempre acaba como estaba previsto”, detalla José Luis Moreno, director general de CulturArts-IVAC, que engloba la Filmoteca. Hay espacio para clásicos como Perdición, de Billy Wilder, o El cuarteto de la muerte, de Alexander Mackendrick.
Los precios económicos y la magia de los lugares elegidos también son dos de los motivos que aúpan a iniciativas como la Filmoteca d’Estiu, el Festival Gàndules del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) o las proyecciones al aire libre en el Anfiteatro del Centro Botín de Santander, con su ciclo Cine y Gastronomía.
También la Biblioteca de Catalunya mantiene su actividad ¿Qué ocurre, sin embargo, el resto del año? ¿Dónde se esconden los miles de espectadores que completan aforos en verano?
“En la Filmoteca de Valencia se mantiene un consumo medio durante todo el año.
En verano, el consumo es para los ciudadanos que siguen trabajando y para los turistas que pueden disfrutar de esta programación
. Pero sí es cierto que en verano se perciben más ganas de consumo cultural”, expone Moreno.
El cine de verano posee una cualidad que lo distingue del cine del resto del año: el bocadillo.
Las gominolas y palomitas tan proscritas en muchos cines de versión original invernales son sustituidas alegremente por bocadillos, helados y cervezas, que los ilustrados consumen sin remilgo alguno en estos calurosos meses.
El teatro es el otro gran beneficiado de las altas temperaturas
. Ciudades como Mérida o Sagunto y municipios como El Escorial u Olmedo, entre otros, florecen estos meses y se transmutan en espacios únicos que contienen historias de todos los tiempos.
En la villa ulmetense se celebra en agosto la representación popular del famoso Caballero de Olmedo de Lope de Vega.
Más de 20 actores no profesionales y 400 figurantes dan vida a este clásico:
“Más allá de la teatralización de la obra de Lope, vestimos al pueblo a la forma barroca y recreamos oficios antiguos durante el día.
Queremos transportar al espectador en el tiempo y que realice un viaje inolvidable al Siglo de Oro español”, explica Cori Ortúñez, que dirige el espectáculo junto a Javier Lázaro.
Y finalmente, orillamos el asunto de la cultura durante el verano con los libros.
Federaciones como la de los Gremios de Editores de España y organismos como el Observatorio de la Lectura y el Libro afirman en sus estudios que el verano tiende a aumentar los índices de lectura. Leer en la playa, sin embargo, puede ser una actividad compleja: la arena que salpica las hojas, las manchas de bronceador en las tapas duras de la preciosa edición escogida o los cabellos mojados de los niños que reclaman la atención pueden ser impedimentos serios para una plácida lectura. Por ello, se agradecen iniciativas como las Bibliomar valencianas: cómodas bibliotecas habilitadas en las playas de la Malvarrosa,
El Cabanyal y Pinedo que permanecen abiertas durante todo el año pero que en estos meses mantienen un ritmo frenético de préstamos.
Actividades relacionadas con la lectura, la promoción del lector o conferencias son frecuentes:
“El verano sigue siendo un lugar donde se mantiene viva la cultura y las actividades lúdicas dirigidas a público de todas las edades”, afirman desde el Ayuntamiento.
Clásicos, novedades, juegos, revistas y prensa diaria son lo más demandado por un público que oscila entre los 20 y los 40 años con una clara preferencia por las novelas.
Otra de las pioneras bibliotecas playeras es la de Parc del Mar de Castelldefels, en Barcelona, que inició sus servicios en 1992 o la Biblioplaya de Vinaroz (Castellón) que cuenta con casi 1.200 ejemplares para sus usuarios.
Nadie debería leer solo en su tiempo libre.
Todos deberíamos arañar tiempo para que la lectura nos convirtiera en seres más libres, porque como dice la mítica librera de la Alberti, Lola Larumbe, “ser lector no es leer cinco libros al año o leer solo durante el verano”.
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