Hace 13 años, Javier Rodríguez Marcos cerraba Frágil con la
siguiente advertencia: “Evitar, evitarse. / Porque cada palabra / corre
el riesgo de ser / la palabra de más”.
Con aquel final dialoga ahora el principio de Vida secreta: “Las palabras son / animales salvajes”. Si otros aspiran a domesticarlas, a disecarlas o a exponerlas en un zoológico, el autor apuesta por dejarlas en libertad.
En estas páginas se oculta un agente doble, comprometido con la realidad y el lenguaje, con la eternidad y lo transitorio, con los océanos y los charcos.
Al poeta —ese individuo que camina por el lado zurdo de la vida— le corresponde rastrear los paralelismos inauditos que crecen a la intemperie: las taxonomías animales y las categorías gramaticales, las tareas agrícolas y el trazo del pincel, la rosa de plástico y la rosa inmortal, la tabla periódica y la tabla de salvación de una soledad compartida. Por LUIS BAGUÉ QUÍLEZ
Con aquel final dialoga ahora el principio de Vida secreta: “Las palabras son / animales salvajes”. Si otros aspiran a domesticarlas, a disecarlas o a exponerlas en un zoológico, el autor apuesta por dejarlas en libertad.
En estas páginas se oculta un agente doble, comprometido con la realidad y el lenguaje, con la eternidad y lo transitorio, con los océanos y los charcos.
Al poeta —ese individuo que camina por el lado zurdo de la vida— le corresponde rastrear los paralelismos inauditos que crecen a la intemperie: las taxonomías animales y las categorías gramaticales, las tareas agrícolas y el trazo del pincel, la rosa de plástico y la rosa inmortal, la tabla periódica y la tabla de salvación de una soledad compartida. Por LUIS BAGUÉ QUÍLEZ
- Foto:TUSQUETS
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