Triple calamidad........................................................................................... Fernando Castanedo
Nir Baram nos devuelve a los indignados con una narración acumulativa que ahonda en las complejidades del mundo.
El 15-M nació un día de mayo de 2011 con la manifestación de los
primeros indignados por la gestión política de la crisis de 2008. La novela del israelí Nir Baram
(1976) es un relato internacional que nos devuelve al ambiente de
aquellas protestas y al tiempo de la burbuja que lo precedió. Para ello,
el autor ha novelado las vidas de tres grupos de personas en otros
tantos lugares del planeta, alternando tres técnicas narrativas
diferentes.
El primer grupo se encuentra en Israel y tiene por protagonista a
Gabriel Mantsur, el protegido de un judío neoyorquino propietario de un
fondo de inversión.
El segundo núcleo lo forman los socios y empleados
de una reputada consultoría política global con base en Washington, que
sobre el papel defienden los grandes ideales de la paz y la democracia.
El tercer grupo aglutina en Londres a varios jóvenes descontentos, casi
todos nacidos en familias con graves problemas y que a duras penas
sobreviven con trabajos precarios en condiciones lamentables.
Serán
estos últimos los que enarbolen la iniciativa de convocar una huelga
mundial el 11 de noviembre de 2011, sin una reivindicación clara, pero apelando al sueño que ha tenido un tal Christopher y a la magia de los números repetidos: 11.11.2011.
En cuanto a la narración, la historia ambientada en Israel —la de
Gabriel Mantsur— nos llega a través de la clásica tercera persona,
mientras que la trama de la consultoría se relata mediante una serie de
correos electrónicos y breves de prensa. Por fin, los sucesos de los
jóvenes nos llegan por medio de un informe redactado por ellos después
de la huelga, según descubrimos al final.
De estas tres historias —que
podrían haber sido novelas independientes—, la más vigorosa e
interesante es la de la consultoría, aunque se ve perjudicada por el
lastre de las otras dos, y es que la estructura hace que el lector se
encuentre con tres compartimentos casi estancos hasta muy avanzada la
novela, a lo que hay que añadir la ausencia de una intriga poderosa al
principio.
Ello puede deberse a que el libro no empieza en medio del
conflicto, sino con la extensa biografía de uno de los personajes que, a
la postre, resulta innecesaria para la acción.
Este narrar acumulativo
obliga a repetir las reflexiones sobre el bien y el mal, el bien común,
el mal menor, las bondades del término medio y las complejidades del
mundo.
También sirve para levantar una novela realista que nos habla de los intereses creados en política y comunicación,
las finanzas y la filantropía globales, y la corrupción.
No es asunto
alegre. Ni se cuenta con humor. Pero casa bien con cierta poética
dominante según la cual la literatura tiene por fin documentar la cara
menos agradable del mundo.
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