Forma parte de la historia del cine, pero en vez de sentarse a disfrutar de una filmografía al alcance solo de los mitos, este septuagenario neoyorquino no para de trabajar.
Es gracioso, porque desde que comencé a salir con chicas, nunca he vuelto a vestirme solo
. Y de eso hace ya un rato. Siempre dejo a quien está conmigo que elija y tome esas decisiones. Luego, si no me gusta, me escapo y me pongo mi ropa.
¿Mi estilo? Seamos honestos, me regalan un montón de ropa, como esta chaqueta de esmoquin. Con tantas funciones a las que he asistido, tengo muchos y no los voy a tirar.
Así que me pongo uno diferente cada día. Ya sé que pueden ser un poco rígidos, pero después de usarlos un tiempo son de lo más cómodos.
Te pones la chaqueta con una camisa amplia y cómoda y ahí tienes el estilo Al Pacino.
Mío y personal, fácilmente reconocible.
Está claro que nunca he sido uno de esos famosos que se van escondiendo detrás de unas gafas de sol o bajo una gorra de béisbol. Además, eso ya no funciona.
A estas alturas de su carrera, ¿qué es lo peor de su fama?
Que no me puedo montar en el metro y tardo mucho en llegar a los sitios
. En serio, supongo que lo peor, sobre todo cuando era más joven que ahora, es que se hace difícil separar tus relaciones, no solo con las mujeres, sino también con todos los que te rodean.
¿Cuánto es amistad y cuánto es fama? no lo sabes, pero las ventajas son interminables. Hay tantas cosas que consigues cuando eres famoso.
No hay otra. Vale, los autobuses de turistas se pasean todos los días alrededor de mi casa, pero es parte del juego, supongo.
¿Cuál ha sido el encuentro más afortunado de su vida?
Haber tenido la suerte de conocer y contar con la presencia del actor Charles Laughton.
Fue una gran persona, alguien muy cercano.
Lo conocí cuando solo tenía 17 años y se convirtió en mi profesor, mi compañero de profesión y mi director.
Me lo presentaron cuando yo no era nadie, y fue mi mejor guía, siempre proponiéndome algo nuevo. Alguien clave en mi vida que, de hecho, también me ofreció un gran consejo. Me dijo: «¿Por qué te sorprendes cuando se te acerca alguien?».
Y es cierto. Ahora he comprendido que no tengo por qué sorprenderme, porque no es que yo tenga nada especial.
Simplemente, las personas se me acercan porque he hecho algo que han visto.
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