¿Para conectar con la naturaleza? ¿Volver a nuestros orígenes?
Rihanna o Chris Martin son sólo algunos de los que apuestan por caminar
sin zapatos.
Rihanna hace unas semanas por Nueva York, Chris Martin
(Coldplay) paseando por Malibú y Lily Allen en Londres. Todos sin
zapatos y tan felices.
Gisele Bündchen descalza en la campaña de primavera verano de Chanel
En la campaña publicitaria de primavera-verano de Chanel, Gisele Bündchen lucía los modelos de la maison en emblemáticos puntos de París como el Pont des Arts o el Café de Flore, con prendas oversize… y sin zapatos
. ¿Un mero recurso estético? Quizá no.
Lo último entre las celebrities es ir descalzas por la vida.
Y no
hablamos solo de Gigi Hadid en el pasado Coachella, sin zapatos con su
vestido blanco y pañuelo gipsy en la cabeza, porque al fin y al
cabo es un festival que puede prestarse a este tipo de excentricidades
bohemias… Ni tampoco hablamos de Shakira sobre el escenario o en sus
videos musicales
. No. Es el 'barefoot walking', la tendencia por la que los famosos hacen sus actividades cotidianas en ausencia absoluta de calzado.
Por ejemplo, Chris Martin va al supermercado o se pasea por Malibú en vaqueros y camiseta pero completamente descalzo.
Sobre las aceras, sobre el asfalto… El cantante de Coldplay no es el
único.
También hemos visto caminar descalzos por las ciudades a Elle
McPherson, Rita Ora, Naomi Watts, Tori Spelling, Gwen Stefani, Orlando
Bloom, Heidi Klum, Lady Gaga, Molly Sims y la propia Gisele, esta vez por decisión propia y no sólo por exigencias profesionales.
Gigi Hadid de festival en Coachella o Pamela Anderson y su hijo comiendo helado. Para ellos lo mejor es andar descalzos.
Los (supuestos) beneficios de esta tendencia se han reflejado en el libro
Barefoot Walking, escrito por Michael Sandler y Jessica Lee, convertido en un éxito editorial en Estados Unidos, con el lema
free your feet, (libera tus pies) para "
minimizar el impacto, maximizar la eficiencia y descubrir el placer de entrar en contacto con la tierra”.
Un lema perfecto para celebrities ávidas de tendencias que suenen a eco y a bio. Los autores también han escrito
Barefoot Running, con la misma filosofía para los
runners.
Caminar descalzo es una práctica muy común en otros puntos del planeta
como Australia o Nueva Zelanda.
En Europa se ve muy poco, aunque
comienza a aparecer en Holanda e incluso en Berlín, donde curiosamente
los papás descalzan a los niños en cuanto llegan al parque.
En España ni
se ve ni probablemente se verá (porque no cuenta el caminito de la
playa al chiringuito).
Aquí se asocia el ir descalzo con poca higiene y
seguramente la aparición de una persona en el supermercado sin zapatos
atraería todas las miradas, pero no positivamente.
Y luego está el aspecto de la salud. Miguel Cánovas, vocal del Colegio
de Podólogos de Madrid y ex presidente de la Asociación Española de
Podología, explica que descalzarse y
estar un rato en casa sin zapatos después de la jornada laboral/escolar puede ser positivo, para que el pie descanse de la compresión del calzado.
Pero de ahí a ir descalzo a la compra, hay un abismo.
“
Eso
es una barbaridad. Lo desaconsejo totalmente desde el punto de vista
dermatológico, por la protección de la piel del calor del asfalto o de
cristales o clavos que puedan causar heridas, y también desde el punto
de vista muscular, porque nuestros pies no están adaptados a ello.
Han sido año de evolución y no podemos pretender cambiarlo de repente”.
Y no solo por las ciudades va el hombre descalzo.
El
barefoot
también se ha asomado a las alfombras rojas (tímidamente, eso sí), que
por lo menos están más mullidas que el asfalto. Adriana Karembeu se
atrevió en 2011 a plantarse en Cannes (donde precisamente este año hemos
vivido la polémica de la
exigencia del tacón),
con un vestido de princesa rosa con falda de tul y totalmente descalza.
Más recientemente, en la última edición de la Berlinale el pasado
febrero, Cate Blanchett presentaba
La Cenicienta con un
vestido de lentejuelas de Givenchy y un par de sandalias negras que
acabaron en su mano, posiblemente por efecto de unos tacones de horror.
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