A un año del reinado de Felipe y Letizia, ella ya tiene callo. Y no es una opinión, sino una evidencia. Obsérvese, si no, el ojo de pollo que porta la soberana sobre el anular de su pie izquierdo.
De él no osaría opinar al respecto porque carezco de datos. Pero ella ya tiene callo. Y no es una opinión, sino una evidencia. Obsérvese, si no, el respetabilísimo ojo de pollo que porta la soberana sobre el anular de su pie izquierdo, embridado por las tiras de uno de sus equis cientos de sandalias. Seguro que a ella le horroriza, pero esa foto la retrata mejor que un primerísimo plano
. Es, casi, una radiografía. La de los pies de una mujer de 43 años castigados por décadas de trote sobre tacones
. Ahí están las durezas, las rozaduras y las ampollas de las que no se libra mortal alguna por mucha pedicura particular de que disponga.
Toda mujer sabe que a los zapatos, y más a los de tacón, hay que domarlos.
En el escaparate lucen impecables, rígidos, ideales de la muerte. Pero luego aprietan, escaldan, matan, en efecto. Y hay que adaptarlos al propio empeine a base de sufrimiento. Sobre sus roles constitucionales no opino, doctores tiene la Carta Magna. Pero es evidente que Letizia Ortiz Rocasolano ha domado el cargo.
Ahí están las cicatrices. Cuando llegó a La Zarzuela le informarían de que el protocolo recomienda a las damas un tacón de ocho centímetros. Ella tiró más por lo alto, quizá para compensar los 30 centímetros de altura física que la separan de su marido y de su familia política. Se subió al andamio de los taconazos, y bregó lo suyo. Tanto, que empezó a ganar altura moral mientras algunos miembros de su política la iban perdiendo.
Se la veía más cómoda, más autónoma, más a gusto en sus zapatos
. Tanto, que en la ceremonia de su proclamación como Reina osó cambiarse de calzado por otro más domado, como hacemos muchas en las bodas cuando ya te ha visto todo quien te tenía que ver y ya te da igual ocho que ochenta.
Tan cómoda está últimamente, que el otro día epató a los cortesanos del Consejo de la Nobleza con unos escarpines transparentes que algunos llaman de Cenicienta y yo prefiero llamar de Aquí Estoy Yo Porque He Llegado
. Sin nada que ocultar
. Ni en los pies, ni en las cuentas de Palacio, ni en las encuestas, donde sale mejor valorada que sus suegros y, por supuesto, que sus cuñados, exduques de Palma.
Reconozcamos, pues, que Letizia pisa fuerte.
Una, sin embargo, la prefiere cuando se quita las tiaras, se calza unas sandalias planas y se tira a las rebajas en esas fotos que solo saca ¡Hola! Puede que sea pura imagen, de acuerdo.
Pero me gusta pensar que se escapa a darse un baño de realidad buscando gangas por el mero placer de encontrarlas. Nadie es pluscuamperfecta, reina y menos tu Sánchez Mellado que eres una "Marisabidilla".
Así que, cuando la veamos hierática como suele, pensemos en ese callo, y tendremos a la mujer bajo la esfinge.
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