Ropa, accesorios, bebidas alcohólicas, cosméticos, microchips, pastillas de freno para automóviles, piezas de aviones de pasajeros, fármacos contra el cáncer…
La lista es aterradora. Este es un viaje al universo de las falsificaciones que nos rodean.
La noche del 20 de diciembre de 1995, un avión de American Airlines se estrelló contra la falda de una montaña mientras se disponía a aterrizar en el aeropuerto de Cali, en Colombia.
Murieron 159 personas, aunque sobrevivieron cuatro pasajeros
. Horas después, cuando aún salía humo de los restos, varias bandas de ladrones llegaron al lugar del accidente antes que los equipos de rescate
. Pertrechados con herramientas especializadas, los saqueadores se hicieron con la mayoría de instrumentos de aviación de la cabina, piezas de motor y otros componentes del aparato, un Boeing 757. En apenas un día, evacuaron las piezas a bordo de helicópteros.
Según el periodista británico Tim Phillips, autor de un libro sobre los peligros de las falsificaciones (Knockoff: The Deadly Trade in Counterfeit Goods; London & Sterling), las piezas, que llenaban una enumeración de 14 folios, fueron a parar a Miami para su venta
. Las autoridades hicieron públicas las listas y números de serie. Nunca aparecieron. Fueron probablemente a parar a otros modelos 757 como recambios.
Las piezas de aviación de origen desconocido se denominan “partes sospechosas y no aprobadas” –en inglés, suspected unapproved parts, SUP–.
Las hay que son seguras aunque se haya perdido su documentación.
“Podrían ser reutilizadas si cumplen los requisitos que verifiquen su funcionamiento”, explica Mike Rioux, un experto en aviación de la compañía JDA Aviation Technology Solutions, con base en Bethesda (EE UU). “Otra cosa es si alguien las roba en un accidente y las coloca en el mercado negro con documentación falsa”.
La sola idea de volar en un avión al que han llegado piezas robadas de una catástrofe aérea aterroriza. Ken Gardner es un inspector y experto retirado de la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos (FAA, en sus siglas en inglés)
. Se dedica, junto con su colega Tom Martin, a dar cursos para reconocer esas piezas. Narra que en la Operación Tormenta del Desierto hubo casos de gente que robó piezas de varios Boeing 747 siniestrados para venderlas en el mercado negro
. Las autoridades llevaron a cabo arrestos en Chicago y Honolulú.
Volar es el método más fiable de viajar en la actualidad. ¿Pero hasta qué punto estas piezas infectan la aviación comercial y qué papel desempeñan en los accidentes? La FAA determinó que entre 1973 y 1993 habían estado involucradas en 166 accidentes, algunos de los cuales tuvieron lugar durante vuelos comerciales que provocaron seis muertes.
En 1989, un Convair se desintegró a 22.000 pies de altura sobre el mar del Norte. Murieron sus 55 pasajeros.
Los investigadores noruegos encontraron arandelas y tornillos falsos en la cola del avión.
Según la Coalición Internacional contra las Falsificaciones (IACC, en inglés), se han encontrado piezas falsas hasta en el avión presidencial Air Force One.
Un informe del Senado estadounidense realizado entre 2009 y 2010 desveló transistores falsos en los sistemas de visión nocturna de los helicópteros Seahawk e incluso en sistemas de defensa de misiles. Dos años después se estimó que el número de piezas falsas o sospechosas que habían infectado a los aparatos de la Fuerza Aérea estadounidense superaba el millón. Ken Gardner se retiró en 2009 como experto en aviación civil. “Los casos de piezas falsificadas o sospechosas aparecían en entre un 6% y un 7% de los informes”, afirma hoy.
Dos años antes de su retiro, la Cámara Internacional de Comercio citó en su informe a bandas rusas que robaban los componentes de una planta en Rusia central para producir y distribuir piezas de aviones de pasajeros como el Tupolev-154 y otras naves de cargo.
¿Y por qué se instalan esas piezas sospechosas? Por dinero, es la respuesta de Tom Martin.
Algunos de los contrabandistas interrogados por el accidente de Colombia en 1995 respondieron que la venta de estos componentes les resultaba más lucrativa que las drogas
Compañías y fabricantes compiten en un mercado feroz que supone más de 100.000 aeronaves al día surcando los cielos
. Un avión comercial en tierra a la espera de una pieza de reemplazo supone dejar de ganar varias decenas de miles de euros al día
. Ningún responsable quiere una sola pieza falsificada en una aeronave, pero el mercado implacable propicia la entrada de falsificaciones baratas a través de estaciones de reparación o suministradores externos sin escrúpulos.
Los mecánicos no reciben el entrenamiento adecuado para descubrirlas, asegura Daryl Guberman, consultor de calidad de Guberman PMC LLC, en Connecticut. “Todo son prisas. Y siempre está el dólar como justificación”.
Este es solo el tentáculo de un monstruo de cientos: el crimen global de las falsificaciones.
Mónica Dopico Martínez es inspector jefe de la sección de delitos contra la propiedad intelectual e industrial de la Policía Nacional.
Nada más empezar a hablar en su despacho, se levanta y enseña su particular museo: un paquete de cigarrillos Marlboro indistinguible de uno auténtico; un mini-iPhone falso que se adelantó a un falso rumor de Apple; falso material táctico anticorte en guantes de la policía o el Ejército que se rasga con facilidad.
“Hoy se falsifica prácticamente de todo”, dice la inspectora. “Detrás se encuentra el crimen organizado. No hay otra forma de explicarlo”.
Internet ha facilitado el mercado, la globalización y la desaparición de las fronteras comerciales. Nos hemos convertido en sus clientes. Y su muestrario es casi infinito.
Se calcula que en el mundo circulan cien millones de réplicas del famoso rifle de asalto AK-47. Cada año se fuman centenares de millones de cigarrillos falsos que contienen heces, moscas muertas y hasta huevos de insecto
. Bebidas alcohólicas tóxicas, transistores, microchips, champús, cosméticos, perfumes, pasta de dientes, leche en polvo para bebés, detergentes, airbags, todo tipo de artilugios electrónicos, pastillas de frenos para automóviles hechas de serrín, antibióticos, fármacos contra el cáncer, antipalúdicos, medicinas cardiovasculares, copias pirateadas de películas, música y libros…
Y, por supuesto, todo tipo de ropa y accesorios de lujo. Ríos de falsificaciones inundan el planeta. Resulta imposible cuantificarlas.
El daño que ocasionan a la economía mundial es gigantesco. Las cifras son puramente estimativas. Según la Cámara Internacional de Comercio, este mercado negro ha destruido 2,5 millones de puestos de trabajo directos en los países del G 20. Hace cuatro años, el mismo organismo proyectaba para 2015 un movimiento global de falsificaciones –englobando al consumo doméstico y la exportación internacional– cuyo valor total podría alcanzar 1,6 billones de euros. Interpol incluye como crimen digital la explotación de cualquier copia ilegal distribuida en la Red y contenidos pirateados en Internet (libros, música, películas o videojuegos). En España, solo esta piratería ocasionó en 2014 unos 1.700 millones de euros de pérdidas, y de no existir se habrían creado más de 29.000 empleos el pasado año, según el Observatorio de la Piratería.
El 10% de los medicamentos que se consumen en
los países en desarrollo son falsos, según la OMS. Se han detectado
incluso vacunas contra la meningitis que en realidad consistían en agua
del grifo
Internet ha facilitado el mercado, la globalización y la desaparición de las fronteras comerciales. Nos hemos convertido en sus clientes. Y su muestrario es casi infinito. Se calcula que en el mundo circulan cien millones de réplicas del famoso rifle de asalto AK-47. Cada año se fuman centenares de millones de cigarrillos falsos que contienen heces, moscas muertas y hasta huevos de insecto. Bebidas alcohólicas tóxicas, transistores, microchips, champús, cosméticos, perfumes, pasta de dientes, leche en polvo para bebés, detergentes, airbags, todo tipo de artilugios electrónicos, pastillas de frenos para automóviles hechas de serrín, antibióticos, fármacos contra el cáncer, antipalúdicos, medicinas cardiovasculares, copias pirateadas de películas, música y libros… Y, por supuesto, todo tipo de ropa y accesorios de lujo. Ríos de falsificaciones inundan el planeta. Resulta imposible cuantificarlas.
El daño que ocasionan a la economía mundial es gigantesco. Las cifras son puramente estimativas. Según la Cámara Internacional de Comercio, este mercado negro ha destruido 2,5 millones de puestos de trabajo directos en los países del G 20. Hace cuatro años, el mismo organismo proyectaba para 2015 un movimiento global de falsificaciones –englobando al consumo doméstico y la exportación internacional– cuyo valor total podría alcanzar 1,6 billones de euros. Interpol incluye como crimen digital la explotación de cualquier copia ilegal distribuida en la Red y contenidos pirateados en Internet (libros, música, películas o videojuegos). En España, solo esta piratería ocasionó en 2014 unos 1.700 millones de euros de pérdidas, y de no existir se habrían creado más de 29.000 empleos el pasado año, según el Observatorio de la Piratería.
El 10% de los medicamentos que se consumen en
los países en desarrollo son falsos, según la OMS. Se han detectado
incluso vacunas contra la meningitis que en realidad consistían en agua
del grifo
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