Es una creadora multidisciplinar.
A sus 78 años, ha trabajado como directora y guionista en cine y televisión, pero también se la conoce por su faceta de novelista.
“Hay gente que me toma por muy seria”, asegura.
A sus 78 años Josefina Molina (Córdoba, 1936) lo sigue teniendo muy
claro: “Hacer una película ha sido infinitamente más complicado para una
mujer que para un hombre, y hoy lo sigue siendo aunque parezca que no.
Hablando en el plano de igualdad de oportunidades, no tenemos esa igualdad, no la tenemos…” Y para demostrarlo se remonta a la Escuela de Cine donde estudió (fue la primera mujer en obtener el título de directora), y a su larga experiencia en TVE donde se inició profesionalmente al mismo tiempo que otras realizadoras: Pilar Miró, Mercedes Villaret…
A ella le encargaron una adaptación de La metamorfosis, de Kafka “que era un rollo que no quería hacer nadie, pero yo me lo tomé tan en serio que acabaron diciendo: ‘Ha trabajado mucho la pobre, habrá que hacer algo con ella’.
Vosotros no sabéis lo insoportable que es ese paternalismo.” Pero “cabezona como soy”, acabó realizando decenas de buenos programas y tres series que han quedado en la memoria: El camino (1978), Teresa de Jesús (1984) y Entre naranjos (1998), por las que recibió distinciones y parabienes. Recientemente está siendo muy premiada, por ejemplo con el título de Hija predilecta de Andalucía, medallas del Trabajo, de Bellas Artes (”se están pasando”, dice), y el Goya de Honor de la Academia de Cine que ella adjudica a la asociación de mujeres cineastas, CIMA, de la que es presidenta de honor:
“Si no hubiera sido porque ellas estuvieron batallando para que se lo dieran a una mujer…”
En 1973 dirigió su primer largometraje, Vera, un cuento cruel, al que siguieron Función de noche, Esquilache, Lo más natural y La Lola se va a los puertos.
“Querría haber hecho más pero no ha sido posible.
De repente aparecieron unos nuevos productores que hablaban de cosas que yo ya no entendía, que las decían medio en inglés medio en español para referirse a obviedades y con un tono de ejecutivos de multinacional sin serlo.
En definitiva, que a mi juicio decían muchas tonterías, y entonces sentí que estaba sobrando,
‘Mira guapa, hasta aquí has llegado, quédate en casita, ya tienes tu jubilación, no te metas en más líos, deja el sitio, anda…”
“Al final de la década de los 80 gracias al decreto de Pilar Miró se incorporaron 30 directoras nuevas. Hasta entonces habíamos sido unas 10 en toda la historia, era un erial,
Y ha habido luego un goteo de mujeres muy valiosas que han hablado de lo que de verdad le importa a la sociedad en lugar de mirarse el ombligo, de temas que interesan.
Para ver la vida en relieve hacen falta dos ojos, dos miradas”.
Función de noche fue una película atípica.
Nació de la adaptación teatral de Cinco horas con Mario, la novela de Delibes que interpretó Lola Herrera y dirigió Josefina Molina
. Este “grito de una mujer a la que nunca se había escuchado”, según la directora, hizo que la actriz realizara un íntimo balance de su vida durante los 10 años en que estuvo interpretando la obra e iniciara “una búsqueda de su propia identidad”.
Enfrentada a su marido, Daniel Dicenta, las cámaras ocultas rodaron el encuentro y el resultado fue extraordinario.
“Nada me apetecía más que profundizar en la situación de una mujer de mi generación.
Te educan para ser una persona que no opina por sí misma y que está atenta a lo que el hombre diga y a cambio tienes que exigirle que él sea fuerte, que no llore nunca, que resuelva todos los problemas. En el momento en que se enfrentan los dos, ni la una es lo que le han dicho que debe ser ni el otro es tan fuerte, todo se viene abajo porque no es posible que un hombre pueda con todo lo que se le exige, ser un héroe…
Siempre he tenido una fobia total al matrimonio, para mí siempre ha sido un camino mortal
. Con 23 años tuve mi primer novio y dos meses antes de la boda pensé que cómo me iba a meter en esa aventura sin saber realmente quién era yo.
Incauta de mí, se lo dije al novio: ¿por qué no aplazamos esto y me esperas?
Y qué decepción su respuesta, qué decepción. Ahí acabó todo.”
Cuando decidió no hacer más películas, Josefina Molina se puso a escribir “porque si no, me iba a aburrir mucho”
. Su primera novela fue Cuestión de azar, “la historia de mi generación en Andalucía, cómo se educaba a las niñas y cómo me educaron a mí” a la que siguió En el umbral de la hoguera sobre Teresa de Jesús:
“Me pidieron un libro sobre la serie de la tele pero como se me había quedado en el tintero un episodio preferí escribir sobre él: su viaje a Andalucía –cuando la Orden le pide que se quede calladita mientras la Inquisición la está investigando y los descalzos y los calzados están en guerra–… Soy una aprendiza en lo de escribir, pero es apasionante porque haces lo que te da la gana, no tienes encima a un productor ni tienes que decirle nada al equipo.
Escribiendo haces contigo misma los pactos que quieras, te engañas como quieres, eres tú la única responsable, eso me fascinó”.
Y tras un libro de encargo, Los papeles de Bécquer, y una autobiografía, Sentada en un rincón, lleva seis años “escribiendo un libro que no terminaré” y del que de momento no quiere que se hable
. Una pena porque promete.
“Yo creo que he tenido muchísima suerte en la vida.
Es impagable haber podido mantenerme haciendo lo que me gustaba hacer.
¡Lo bien que me lo he pasado dirigiendo, escribiendo guiones, montando las películas!
Eso no tiene precio, y he logrado vivir de ello, no de maravilla pero he sobrevivido y tengo mi jubilación y todo. Es para nota.”
Y se ríe con ganas, como hace con frecuencia: “Hay gente que me toma por muy seria, que cree que no tengo sentido del humor pero yo me he reído mucho.
Claro que hay cosas que no se pueden tomar con humor, estoy hasta el moño de ver la cantidad de ladrones que hay en este país, que al más pintado lo ponen en un sitio en que puede robar, y roba indefectiblemente.
Es una barbaridad y te enfadas y vociferas, pero luego coges un buen libro, te sientas en tu butaca mirando el panorama, te pones un buen disco y se difumina el cabreo.
Reírse es algo fundamental.
Pero lo que está pasando actualmente con las instituciones no da risa, tanto penar durante 40 años, para ahora esto”…
Y concluye suspirando: “Este país no suele hacer lo que le conviene…”
Hablando en el plano de igualdad de oportunidades, no tenemos esa igualdad, no la tenemos…” Y para demostrarlo se remonta a la Escuela de Cine donde estudió (fue la primera mujer en obtener el título de directora), y a su larga experiencia en TVE donde se inició profesionalmente al mismo tiempo que otras realizadoras: Pilar Miró, Mercedes Villaret…
A ella le encargaron una adaptación de La metamorfosis, de Kafka “que era un rollo que no quería hacer nadie, pero yo me lo tomé tan en serio que acabaron diciendo: ‘Ha trabajado mucho la pobre, habrá que hacer algo con ella’.
Vosotros no sabéis lo insoportable que es ese paternalismo.” Pero “cabezona como soy”, acabó realizando decenas de buenos programas y tres series que han quedado en la memoria: El camino (1978), Teresa de Jesús (1984) y Entre naranjos (1998), por las que recibió distinciones y parabienes. Recientemente está siendo muy premiada, por ejemplo con el título de Hija predilecta de Andalucía, medallas del Trabajo, de Bellas Artes (”se están pasando”, dice), y el Goya de Honor de la Academia de Cine que ella adjudica a la asociación de mujeres cineastas, CIMA, de la que es presidenta de honor:
“Si no hubiera sido porque ellas estuvieron batallando para que se lo dieran a una mujer…”
En 1973 dirigió su primer largometraje, Vera, un cuento cruel, al que siguieron Función de noche, Esquilache, Lo más natural y La Lola se va a los puertos.
“Querría haber hecho más pero no ha sido posible.
De repente aparecieron unos nuevos productores que hablaban de cosas que yo ya no entendía, que las decían medio en inglés medio en español para referirse a obviedades y con un tono de ejecutivos de multinacional sin serlo.
En definitiva, que a mi juicio decían muchas tonterías, y entonces sentí que estaba sobrando,
‘Mira guapa, hasta aquí has llegado, quédate en casita, ya tienes tu jubilación, no te metas en más líos, deja el sitio, anda…”
“Al final de la década de los 80 gracias al decreto de Pilar Miró se incorporaron 30 directoras nuevas. Hasta entonces habíamos sido unas 10 en toda la historia, era un erial,
Y ha habido luego un goteo de mujeres muy valiosas que han hablado de lo que de verdad le importa a la sociedad en lugar de mirarse el ombligo, de temas que interesan.
Para ver la vida en relieve hacen falta dos ojos, dos miradas”.
“Te educan para ser una persona que no opina por
sí misma y que está atenta a lo que el hombre diga, y a cambio tienes
que exigirle que él sea fuerte”
Nació de la adaptación teatral de Cinco horas con Mario, la novela de Delibes que interpretó Lola Herrera y dirigió Josefina Molina
. Este “grito de una mujer a la que nunca se había escuchado”, según la directora, hizo que la actriz realizara un íntimo balance de su vida durante los 10 años en que estuvo interpretando la obra e iniciara “una búsqueda de su propia identidad”.
Enfrentada a su marido, Daniel Dicenta, las cámaras ocultas rodaron el encuentro y el resultado fue extraordinario.
“Nada me apetecía más que profundizar en la situación de una mujer de mi generación.
Te educan para ser una persona que no opina por sí misma y que está atenta a lo que el hombre diga y a cambio tienes que exigirle que él sea fuerte, que no llore nunca, que resuelva todos los problemas. En el momento en que se enfrentan los dos, ni la una es lo que le han dicho que debe ser ni el otro es tan fuerte, todo se viene abajo porque no es posible que un hombre pueda con todo lo que se le exige, ser un héroe…
Siempre he tenido una fobia total al matrimonio, para mí siempre ha sido un camino mortal
. Con 23 años tuve mi primer novio y dos meses antes de la boda pensé que cómo me iba a meter en esa aventura sin saber realmente quién era yo.
Incauta de mí, se lo dije al novio: ¿por qué no aplazamos esto y me esperas?
Y qué decepción su respuesta, qué decepción. Ahí acabó todo.”
Cuando decidió no hacer más películas, Josefina Molina se puso a escribir “porque si no, me iba a aburrir mucho”
. Su primera novela fue Cuestión de azar, “la historia de mi generación en Andalucía, cómo se educaba a las niñas y cómo me educaron a mí” a la que siguió En el umbral de la hoguera sobre Teresa de Jesús:
“Me pidieron un libro sobre la serie de la tele pero como se me había quedado en el tintero un episodio preferí escribir sobre él: su viaje a Andalucía –cuando la Orden le pide que se quede calladita mientras la Inquisición la está investigando y los descalzos y los calzados están en guerra–… Soy una aprendiza en lo de escribir, pero es apasionante porque haces lo que te da la gana, no tienes encima a un productor ni tienes que decirle nada al equipo.
Escribiendo haces contigo misma los pactos que quieras, te engañas como quieres, eres tú la única responsable, eso me fascinó”.
Y tras un libro de encargo, Los papeles de Bécquer, y una autobiografía, Sentada en un rincón, lleva seis años “escribiendo un libro que no terminaré” y del que de momento no quiere que se hable
. Una pena porque promete.
“Yo creo que he tenido muchísima suerte en la vida.
Es impagable haber podido mantenerme haciendo lo que me gustaba hacer.
¡Lo bien que me lo he pasado dirigiendo, escribiendo guiones, montando las películas!
Eso no tiene precio, y he logrado vivir de ello, no de maravilla pero he sobrevivido y tengo mi jubilación y todo. Es para nota.”
Y se ríe con ganas, como hace con frecuencia: “Hay gente que me toma por muy seria, que cree que no tengo sentido del humor pero yo me he reído mucho.
Claro que hay cosas que no se pueden tomar con humor, estoy hasta el moño de ver la cantidad de ladrones que hay en este país, que al más pintado lo ponen en un sitio en que puede robar, y roba indefectiblemente.
Es una barbaridad y te enfadas y vociferas, pero luego coges un buen libro, te sientas en tu butaca mirando el panorama, te pones un buen disco y se difumina el cabreo.
Reírse es algo fundamental.
Pero lo que está pasando actualmente con las instituciones no da risa, tanto penar durante 40 años, para ahora esto”…
Y concluye suspirando: “Este país no suele hacer lo que le conviene…”
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