¿O no ha convivido Esperanza Aguirre con esa corrupción de Gürtel y Púnica? ¿O es que no ha compartido su vida política con los Granados y los López Viejos?.
El tiempo político se acelera. Esperanza Aguirre
ha conseguido en 24 horas que su iniciativa de formar en Madrid un
frente de los partidos civilizados contra la barbarie personificada por
lo que llama la izquierda radical minoritaria se extiende como la
propuesta del Partido Popular a nivel nacional.
Mientras Rajoy se abocaba el lunes a un periodo de introspección después de descartar cambios a través de una propuesta (comunicar mejor y ser más cercanos) que varios dirigentes del PP califican como aburrir a las ovejas, Aguirre entraba en faena.
¿Quién fija la línea del partido?
No cabe duda: Esperanza Aguirre.
Y ya tiene seguidores. Yolanda Barcina, presidenta saliente de Navarra y de Unión del Pueblo Navarra, se ha sumado al advertir que España se encamina hacia una situación parecida a las de las elecciones del 5 de marzo de 1933 en el Reichtag alemán.
Es el espectro de Civilización o barbarie, aquél subtítulo que Domingo Faustino Sarmiento, el ilustrado presidente argentino entre 1868 y 1864 le puso a su libro Facundo, dedicado a analizar los enfrentamientos civiles en Argentina, entre la oligarquía bonaerense y los gauchos.
El problema con Esperanza Aguirre y con Yolanda Barcina es, como dijo Sarmiento al conocer que la traducción inglesa de su obra había omitido el subtítulo, que “en los hechos no se sabe bien dónde está la barbarie y dónde está la civilización”.
Sobre todo cuando la invocación al modo de vida occidental procede de dirigentes políticos que han convivido décadas con la corrupción,
¿O no ha convivido Esperanza Aguirre con esa corrupción de Gürtel y Púnica? ¿O es que no ha compartido su vida política con los Granados y los López Viejos?
Pero a Cesárea lo que es de Cesárea: mientras Rajoy defiende la parálisis, Aguirre orienta al partido. Lo que parecía una ocurrencia - su escenificación de la oferta al frente de la civilización – es ahora la orientación a nivel nacional.
Mientras Rajoy se abocaba el lunes a un periodo de introspección después de descartar cambios a través de una propuesta (comunicar mejor y ser más cercanos) que varios dirigentes del PP califican como aburrir a las ovejas, Aguirre entraba en faena.
¿Quién fija la línea del partido?
No cabe duda: Esperanza Aguirre.
Y ya tiene seguidores. Yolanda Barcina, presidenta saliente de Navarra y de Unión del Pueblo Navarra, se ha sumado al advertir que España se encamina hacia una situación parecida a las de las elecciones del 5 de marzo de 1933 en el Reichtag alemán.
Es el espectro de Civilización o barbarie, aquél subtítulo que Domingo Faustino Sarmiento, el ilustrado presidente argentino entre 1868 y 1864 le puso a su libro Facundo, dedicado a analizar los enfrentamientos civiles en Argentina, entre la oligarquía bonaerense y los gauchos.
El problema con Esperanza Aguirre y con Yolanda Barcina es, como dijo Sarmiento al conocer que la traducción inglesa de su obra había omitido el subtítulo, que “en los hechos no se sabe bien dónde está la barbarie y dónde está la civilización”.
Sobre todo cuando la invocación al modo de vida occidental procede de dirigentes políticos que han convivido décadas con la corrupción,
¿O no ha convivido Esperanza Aguirre con esa corrupción de Gürtel y Púnica? ¿O es que no ha compartido su vida política con los Granados y los López Viejos?
Pero a Cesárea lo que es de Cesárea: mientras Rajoy defiende la parálisis, Aguirre orienta al partido. Lo que parecía una ocurrencia - su escenificación de la oferta al frente de la civilización – es ahora la orientación a nivel nacional.
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