El director irlandés Tomm Moore compone en 'La canción del mar' un poema animado
El filme compitió en los Oscar con un homenaje a mitos y tradiciones del país.
Selkies. Cualquiera en Irlanda sabría de qué se está
hablando.
En el resto del mundo, menos. “Es un ser mítico que puede transformarse de foca a persona”, aclara el cineasta Tomm Moore (Newry, 1977).
Precisamente una joven selkie y su hermano son los protagonistas de La canción del mar, su nuevo filme, irlandesísimo pero capaz de enamorar a medio planeta.
Con sus dibujos y sus ideas, Moore ha pintado un poema animado en defensa de las tradiciones y la infancia; un pequeño cuento de hadas para niños y adultos que llegó a competir en los Oscar con colosos como La Lego Película o Big Hero 6 y ahora aterriza en España.
“Asombrosa, encantadora, preciosa”.
La prensa internacional ha multiplicado su entusiasmo en torno a la fábula de Moore.
Y eso que el cuento tuvo un origen casi trágico.
De vacaciones con su hijo de 10 años por el oeste de Irlanda, Moore descubrió una playa donde yacían varias focas, masacradas por los pescadores locales por ser las supuestas responsables de sus redes vacías
. “Pensé en qué perdería mi hijo si abandonamos ese respeto a la naturaleza, al folklore”, recuerda el cineasta
. Así que colocó en ese momento el primer ladrillo de un monumento a la antigua sabiduría que le ha costado cinco años.
Poco a poco, Moore fue edificando un guion de cientos de páginas –“lo llamamos El niño gordo”-, a fuerza de sumar tramas y tradiciones.
Finalmente, decidió que tenía que prescindir más de lo segundo
. “Era importante solo en la medida en que reflejase la historia de los niños.
Y la trama es la de una familia lidiando con la pérdida de una madre”, relata el cineasta.
De ahí que finalmente La canción del mar dibuje un relato duro y melancólico, con gigantes que lloran y duelos insuperables, a la vez que enseña mitos clásicos de Irlanda como la diosa Macha o el druida Shanakee.
“Mi héroe es Hayao Miyazaki. Hace películas ricas de cultura japonesa pero que todo el mundo puede disfrutar”, asevera Moore
. Y, como el maestro oriental, el irlandés busca contar historias que disfrute toda la familia. Eso sí, el cineasta tiene predilección por sus espectadores más pequeños:
“Hacer películas para verlas con amigos, pizzas y birras no sería una gran responsabilidad. Las olvidas enseguida
. Si ruedas un filme para niños es un desafío mayor; puede que sea el primero que vean, que vaya a causarles una cierta impresión y quieres comunicarles algo importante”.
Llevado por su teoría, el director recuerda la obsesión por los primeros largos que vio, de Nimh, el mundo secreto de la señora Brisby a E.T.
“Se quedaron conmigo el resto de mi vida. Además, cuando era pequeño, los personajes se llamaban con sus nombres. Elliott de E.T. era Elliott.
Hoy se les llama con los nombres de los actores: ‘Ah, es Tom Cruise”, añade. Eso sí, al final resulta que pequeños y adultos no son públicos tan distintos para una película
: “De niño creía que los mayores sabían qué hacían. Ahora he entendido que no.
Nadie crece realmente, solo te vuelves más grande”.
De muy pequeño empezó el irlandés a dibujar.
Con tres años se estrenó esbozando un perro con una pipa. Desde entonces, su amor por acuarelas, lápices y colores jamás se durmió.
“Pienso a través del dibujo, es la razón por la que me metí en esto”, relata.
Tanto que aparte de director de La canción del mar, también dibujó los personajes y participó en la animación.
De lo demás se encargó su estudio, Cartoon Saloon, también responsable de la anterior El secreto del libro de Kells. Allí, Moore y sus compañeros vuelcan su amor incondicionado por la animación en dos dimensiones.
“Si usáramos el ordenador, con nuestro presupuesto, parecería una copia barata de Pixar.
Me siento más cómodo con el dibujo a mano. Ves Bambi o Mi vecino Totoro y no envejecen.
En cambio, entre Toy Story y Toy Story 3 la animación evolucionó tanto que la primera ahora parece un videojuego antiguo”, agrega el director.
Además, le gusta la animación a mano porque cree que transmite la sensación de que cualquiera puede intentar hacerla: “Ves Big Hero 6 y necesitas una licenciatura en ciencia del ordenador para comprender cómo la hicieron”
. Así que también en animación en 2D serán los nuevos filmes de Cartoon Studios.
Por un lado, Nora Twomey dirigirá la historia de una niña afgana que tiene que hacerse cargo de su familia. Y, por otro, un nuevo proyecto liderado por Moore sobre el patrimonio irlandés: en concreto, sobre la tradición según la cual cuantos se nieguen a convertirse en el día de San Patrick se transforman en lobos esa misma noche.
“Durante la Guerra Civil, la Inglaterra de Cromwell decidió matar a todos los lobos de Irlanda para deprimir al país y mostrar su poder.
Así que mandó a un montón de cazadores para ejecutarlos”, adelanta el contexto de la historia Moore.
Una vez más, el director tratará de devolver al presente la Irlanda tradicional:
“En nuestro país canciones e historias fueron la única expresión artística durante siglos
. Pero estamos perdiendo el significado real de ese folklore, está fosilizado en las tiendas para turistas.
Quiero que nos quedemos con esa sabiduría, que los niños puedan percibirla de nuevo como algo vivo”
. Tanto cree Moore en su mensaje que le ha dado nueva vida también al alfabeto gaélico
. De hecho lo lleva con él adonde vaya: está tatuado en su cuerpo.
En el resto del mundo, menos. “Es un ser mítico que puede transformarse de foca a persona”, aclara el cineasta Tomm Moore (Newry, 1977).
Precisamente una joven selkie y su hermano son los protagonistas de La canción del mar, su nuevo filme, irlandesísimo pero capaz de enamorar a medio planeta.
Con sus dibujos y sus ideas, Moore ha pintado un poema animado en defensa de las tradiciones y la infancia; un pequeño cuento de hadas para niños y adultos que llegó a competir en los Oscar con colosos como La Lego Película o Big Hero 6 y ahora aterriza en España.
“Asombrosa, encantadora, preciosa”.
La prensa internacional ha multiplicado su entusiasmo en torno a la fábula de Moore.
Y eso que el cuento tuvo un origen casi trágico.
De vacaciones con su hijo de 10 años por el oeste de Irlanda, Moore descubrió una playa donde yacían varias focas, masacradas por los pescadores locales por ser las supuestas responsables de sus redes vacías
. “Pensé en qué perdería mi hijo si abandonamos ese respeto a la naturaleza, al folklore”, recuerda el cineasta
. Así que colocó en ese momento el primer ladrillo de un monumento a la antigua sabiduría que le ha costado cinco años.
Poco a poco, Moore fue edificando un guion de cientos de páginas –“lo llamamos El niño gordo”-, a fuerza de sumar tramas y tradiciones.
Finalmente, decidió que tenía que prescindir más de lo segundo
. “Era importante solo en la medida en que reflejase la historia de los niños.
Y la trama es la de una familia lidiando con la pérdida de una madre”, relata el cineasta.
De ahí que finalmente La canción del mar dibuje un relato duro y melancólico, con gigantes que lloran y duelos insuperables, a la vez que enseña mitos clásicos de Irlanda como la diosa Macha o el druida Shanakee.
“Mi héroe es Hayao Miyazaki. Hace películas ricas de cultura japonesa pero que todo el mundo puede disfrutar”, asevera Moore
. Y, como el maestro oriental, el irlandés busca contar historias que disfrute toda la familia. Eso sí, el cineasta tiene predilección por sus espectadores más pequeños:
“Hacer películas para verlas con amigos, pizzas y birras no sería una gran responsabilidad. Las olvidas enseguida
. Si ruedas un filme para niños es un desafío mayor; puede que sea el primero que vean, que vaya a causarles una cierta impresión y quieres comunicarles algo importante”.
Llevado por su teoría, el director recuerda la obsesión por los primeros largos que vio, de Nimh, el mundo secreto de la señora Brisby a E.T.
“Se quedaron conmigo el resto de mi vida. Además, cuando era pequeño, los personajes se llamaban con sus nombres. Elliott de E.T. era Elliott.
Hoy se les llama con los nombres de los actores: ‘Ah, es Tom Cruise”, añade. Eso sí, al final resulta que pequeños y adultos no son públicos tan distintos para una película
: “De niño creía que los mayores sabían qué hacían. Ahora he entendido que no.
Nadie crece realmente, solo te vuelves más grande”.
De muy pequeño empezó el irlandés a dibujar.
Con tres años se estrenó esbozando un perro con una pipa. Desde entonces, su amor por acuarelas, lápices y colores jamás se durmió.
“Pienso a través del dibujo, es la razón por la que me metí en esto”, relata.
Tanto que aparte de director de La canción del mar, también dibujó los personajes y participó en la animación.
De lo demás se encargó su estudio, Cartoon Saloon, también responsable de la anterior El secreto del libro de Kells. Allí, Moore y sus compañeros vuelcan su amor incondicionado por la animación en dos dimensiones.
“Si usáramos el ordenador, con nuestro presupuesto, parecería una copia barata de Pixar.
Me siento más cómodo con el dibujo a mano. Ves Bambi o Mi vecino Totoro y no envejecen.
En cambio, entre Toy Story y Toy Story 3 la animación evolucionó tanto que la primera ahora parece un videojuego antiguo”, agrega el director.
Además, le gusta la animación a mano porque cree que transmite la sensación de que cualquiera puede intentar hacerla: “Ves Big Hero 6 y necesitas una licenciatura en ciencia del ordenador para comprender cómo la hicieron”
. Así que también en animación en 2D serán los nuevos filmes de Cartoon Studios.
Por un lado, Nora Twomey dirigirá la historia de una niña afgana que tiene que hacerse cargo de su familia. Y, por otro, un nuevo proyecto liderado por Moore sobre el patrimonio irlandés: en concreto, sobre la tradición según la cual cuantos se nieguen a convertirse en el día de San Patrick se transforman en lobos esa misma noche.
“Durante la Guerra Civil, la Inglaterra de Cromwell decidió matar a todos los lobos de Irlanda para deprimir al país y mostrar su poder.
Así que mandó a un montón de cazadores para ejecutarlos”, adelanta el contexto de la historia Moore.
Una vez más, el director tratará de devolver al presente la Irlanda tradicional:
“En nuestro país canciones e historias fueron la única expresión artística durante siglos
. Pero estamos perdiendo el significado real de ese folklore, está fosilizado en las tiendas para turistas.
Quiero que nos quedemos con esa sabiduría, que los niños puedan percibirla de nuevo como algo vivo”
. Tanto cree Moore en su mensaje que le ha dado nueva vida también al alfabeto gaélico
. De hecho lo lleva con él adonde vaya: está tatuado en su cuerpo.
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