Si una mujer se corta el cabello es porque algo serio ha pasado. Su nuevo corte la aparta de Letizia Ortiz y de la Princesa de Asturias.
Es el pelo de la mujer que es, de Reina de las muñecas de recortables.
El martes almorcé en el Palacio Real. Mientras ascendía la
impresionante escalera de piedra, no pude evitar observar a los Guardias
Reales.
Una colección de hombres guapos poco fácil de superar.
Es evidente que hay un casting. Llegas hasta la planta superior y todo, en efecto, es superior. Alto, protegido, envolvente
. Protocolo te explica lo que debes hacer mientras repasas, otra vez, lo que ya has ensayado en casa como saludo: una rápida y leve inclinación de tu barbilla.
Hasta que te encuentras con el Rey, que resulta tan afable como masculino, y la Reina sonríe y pregunta ¿Cómo estas?
Y la sensación es de que acabas de subir a un tren en marcha.
Los nuevos Reyes son el cambio generacional y este almuerzo para celebrar el premio Cervantes a Juan Goytisolo, una demostración de cómo quieren hacer sus cosas.
Las invitaciones fueron en dos etapas.
La primera, una llamada telefónica recibida a las cinco de la mañana en Miami y que pudiera parecer una broma.
La segunda etapa, la confirmación a través de un correo electrónico con archivo adjunto que debía imprimirse pues era la invitación. El salvoconducto. “En la época anterior, recibías un tarjetón de cartulina gruesa y lujosa”, confiesa un brillante escritor, que decidió no acudir al evento, durante una selecta cena previa al almuerzo real donde varias voces se indignaron con esta nueva y electrónica forma de invitar.
En mi viaje accidentalmente manché los papeles con una gota de perfume o algún líquido de aseo personal, y creé mi sello propio al lado del real. En el fondo, ¡qué mas da, lo excitante es estar invitado
! Ver quiénes más acuden. Y esperar a seguir experimentando el tratamiento real, el mejor spa que puedas imaginar en este Madrid de filtraciones y cuentas en Suiza.
El interior del Palacio Real es rococó y al mismo tiempo castellano.
Pasan jamón serrano, queso manchego y cava.
Después de saludar a los Reyes, atraviesas salones con espirales de plata trepando hacia los techos exagerados, arriba, y alfombras diseñadas como si estuvieras en un tripy, abajo.
Llegas al comedor con la boca y los ojos muy abiertos mirando hacia todas partes. Protocolo ha entregado, esta vez sí, un tarjetón con una flecha indicando tu ubicación en la larguísima mesa. Lamentas no tener el móvil para reventar tu Instagram pero al mismo tiempo te sientes mas cool al no hacerlo.
El café se sirve en el salón con ese piso de mármoles casi psicodélicos. Junto a Santiago Roncagliolo felicitamos al Rey por todo e inquirimos sobre qué significaban las iniciales J. S. C., estampadas en la vajilla.
“Es la vajilla de mis padres, Juan Sofia Carlos, y es la que tenemos para servir a tantos invitados y nos gusta darle uso
. No hace falta una vajilla nueva”, nos explica con una sensación de amistad institucional y buena gestión doméstica. Roncagliolo le pregunta si había visto el set de Juego de tronos que le regaló Pablo Iglesias y el Rey responde que aún no había tenido tiempo. “Parece que es complicado entender todos esos reinos”, ofreció.
Y entonces llega el momento de la Reina, la mujer del nuevo peinado.
Encantada de que todas las cosas que está poniendo en marcha le salgan bien. Como su nuevo peinado.
Que es el corte que la aparta definitivamente de Letizia Ortiz y de la Princesa de Asturias. Es el pelo de la mujer que es ahora, pelo de reina.
Cuando una mujer se corta el pelo es porque algo serio acaba de pasar en su interior. Otra vez se escuchan susurros de que si estaría mejor con cuatro kilitos más.
La verdad es que, de cerca, la figura le ayuda a defender unos trajes que en cualquier otra anatomía generarían intranquilidad.
La Reina saluda por tu nombre y deja caer que “una amiga común me dijo que estabas en los premios Woman”. “Consideré que sería preferible saludarla en palacio, señora”, respondí muy mosquetero. Primera sonrisa y una de sus manos se apoyó, brevemente, en mi antebrazo.
El contacto físico es algo inherente a los latinos y la nuestra es la única monarquía latina que existe, si exceptuamos la de Televisa.
De nuevo unos murmullos de critica, “no debería tocar”. ¿Y por qué no?
Un grupo de damas, María Dueñas, Espido Freire y la viuda de Carlos Fuentes, se sumó a nuestra conversación
. Como hablé de vajillas con su esposo, le dediqué varios halagos al menú, todo pescados y legumbres. “Consideramos mucho las verdinas, una fabe no completamente madura, de allí el nombre”, expresó dirigiéndose con los ojos a los que la rodeaban. “En Asturias las llamamos verdinas al pixín”. Espido le preguntó si seguía leyendo Tolkien y ella lo confirmó más relajada, pese a que las miradas más escrutadoras no parecen aceptar que lo esté.
“Señora, la felicito por el pelo y su discurso en los premios Woman. Por oír a una reina hablar por fin español y por su compromiso con la diferencia de ser mujer”. “El compromiso, siempre”, respondió. Bajando los ojos agradeció mi halago, esa manera de las mujeres guapas de no dejarse llevar por los cantos de otra sirena.
“Pero, el pelo, ¡bueno! el pelo es como si hubiera adquirido vida propia”, exclamó, despertando una carcajada en nosotros que se le contagió.
Sí, es el pelo de la Reina.
Una colección de hombres guapos poco fácil de superar.
Es evidente que hay un casting. Llegas hasta la planta superior y todo, en efecto, es superior. Alto, protegido, envolvente
. Protocolo te explica lo que debes hacer mientras repasas, otra vez, lo que ya has ensayado en casa como saludo: una rápida y leve inclinación de tu barbilla.
Hasta que te encuentras con el Rey, que resulta tan afable como masculino, y la Reina sonríe y pregunta ¿Cómo estas?
Y la sensación es de que acabas de subir a un tren en marcha.
Los nuevos Reyes son el cambio generacional y este almuerzo para celebrar el premio Cervantes a Juan Goytisolo, una demostración de cómo quieren hacer sus cosas.
Las invitaciones fueron en dos etapas.
La primera, una llamada telefónica recibida a las cinco de la mañana en Miami y que pudiera parecer una broma.
La segunda etapa, la confirmación a través de un correo electrónico con archivo adjunto que debía imprimirse pues era la invitación. El salvoconducto. “En la época anterior, recibías un tarjetón de cartulina gruesa y lujosa”, confiesa un brillante escritor, que decidió no acudir al evento, durante una selecta cena previa al almuerzo real donde varias voces se indignaron con esta nueva y electrónica forma de invitar.
En mi viaje accidentalmente manché los papeles con una gota de perfume o algún líquido de aseo personal, y creé mi sello propio al lado del real. En el fondo, ¡qué mas da, lo excitante es estar invitado
! Ver quiénes más acuden. Y esperar a seguir experimentando el tratamiento real, el mejor spa que puedas imaginar en este Madrid de filtraciones y cuentas en Suiza.
El interior del Palacio Real es rococó y al mismo tiempo castellano.
Pasan jamón serrano, queso manchego y cava.
Después de saludar a los Reyes, atraviesas salones con espirales de plata trepando hacia los techos exagerados, arriba, y alfombras diseñadas como si estuvieras en un tripy, abajo.
Llegas al comedor con la boca y los ojos muy abiertos mirando hacia todas partes. Protocolo ha entregado, esta vez sí, un tarjetón con una flecha indicando tu ubicación en la larguísima mesa. Lamentas no tener el móvil para reventar tu Instagram pero al mismo tiempo te sientes mas cool al no hacerlo.
El café se sirve en el salón con ese piso de mármoles casi psicodélicos. Junto a Santiago Roncagliolo felicitamos al Rey por todo e inquirimos sobre qué significaban las iniciales J. S. C., estampadas en la vajilla.
“Es la vajilla de mis padres, Juan Sofia Carlos, y es la que tenemos para servir a tantos invitados y nos gusta darle uso
. No hace falta una vajilla nueva”, nos explica con una sensación de amistad institucional y buena gestión doméstica. Roncagliolo le pregunta si había visto el set de Juego de tronos que le regaló Pablo Iglesias y el Rey responde que aún no había tenido tiempo. “Parece que es complicado entender todos esos reinos”, ofreció.
Y entonces llega el momento de la Reina, la mujer del nuevo peinado.
Encantada de que todas las cosas que está poniendo en marcha le salgan bien. Como su nuevo peinado.
Que es el corte que la aparta definitivamente de Letizia Ortiz y de la Princesa de Asturias. Es el pelo de la mujer que es ahora, pelo de reina.
Cuando una mujer se corta el pelo es porque algo serio acaba de pasar en su interior. Otra vez se escuchan susurros de que si estaría mejor con cuatro kilitos más.
La verdad es que, de cerca, la figura le ayuda a defender unos trajes que en cualquier otra anatomía generarían intranquilidad.
La Reina saluda por tu nombre y deja caer que “una amiga común me dijo que estabas en los premios Woman”. “Consideré que sería preferible saludarla en palacio, señora”, respondí muy mosquetero. Primera sonrisa y una de sus manos se apoyó, brevemente, en mi antebrazo.
El contacto físico es algo inherente a los latinos y la nuestra es la única monarquía latina que existe, si exceptuamos la de Televisa.
De nuevo unos murmullos de critica, “no debería tocar”. ¿Y por qué no?
Un grupo de damas, María Dueñas, Espido Freire y la viuda de Carlos Fuentes, se sumó a nuestra conversación
. Como hablé de vajillas con su esposo, le dediqué varios halagos al menú, todo pescados y legumbres. “Consideramos mucho las verdinas, una fabe no completamente madura, de allí el nombre”, expresó dirigiéndose con los ojos a los que la rodeaban. “En Asturias las llamamos verdinas al pixín”. Espido le preguntó si seguía leyendo Tolkien y ella lo confirmó más relajada, pese a que las miradas más escrutadoras no parecen aceptar que lo esté.
“Señora, la felicito por el pelo y su discurso en los premios Woman. Por oír a una reina hablar por fin español y por su compromiso con la diferencia de ser mujer”. “El compromiso, siempre”, respondió. Bajando los ojos agradeció mi halago, esa manera de las mujeres guapas de no dejarse llevar por los cantos de otra sirena.
“Pero, el pelo, ¡bueno! el pelo es como si hubiera adquirido vida propia”, exclamó, despertando una carcajada en nosotros que se le contagió.
Sí, es el pelo de la Reina.
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