Un estudio desata la polémica achacando al azar buena parte del riesgo de tumores
La mortalidad del cáncer está aumentando por el envejecimiento de la población.
¿Sufrir cáncer
es una cuestión de mala suerte?
La respuesta corta es que sí.
La larga
es también sí, aunque puede ser mejor llamarlo azar y es importante
entender que cualquier persona puede forzar su buena suerte.
El pasado 1 de enero se publicó el que será uno de los estudios más polémicos del año por mantener que dos tercios del riesgo de cáncer entre tejidos se explica por la “mala suerte”.
Originó una fuerte polémica y se culpó a los medios de haber explicado
mal los resultados del trabajo.
Más aún, el estudio podía mandar al
público un mensaje equivocado: ¿tiene sentido dejar de fumar o llevar
una vida sana si al final todo depende de la suerte?
Hasta la ONU salió
al paso desmintiendo las conclusiones del trabajo y cuestionando sus
métodos. Pero, ¿había algo de cierto, juega la suerte un papel en la
aparición de un tumor?
Suerte o azar
En 2004, el año antes de su muerte, el fisiólogo británico
Richard Doll escribió: “Que un sujeto expuesto [a agentes cancerígenos]
desarrolle o no cáncer es en gran parte una cuestión de suerte”, tal y
como recordaba David Spiegelhalter.
De todos los expertos en el tema, Doll era uno de los menos sospechosos
de menospreciar las causas medioambientales del cáncer, pues fue uno de
los primeros que descubrió y alertó de que el tabaco provoca cáncer de
pulmón.
Con su descubrimiento probablemente salvó millones de vidas y
sus estudios sentaron las bases de la epidemiología moderna.
Al igual que Doll, los autores del nuevo estudio tampoco
son unos aventureros. Uno de los dos firmantes es Bert Vogelstein, un
gigante de la investigación en cáncer y descubridor del papel de los
genes supresores tumorales que, al mutar, contribuyen a desatar la
dolencia.
En su trabajo, la mala suerte va ligada al número de
divisiones celulares que hay en los huesos, la piel y otros tejidos del
cuerpo, un proceso esencial para la salud, pero que conlleva cierto
riesgo de que se produzcan erratas en la copia del ADN.
Cuantas más
divisiones hay, mayor es la posibilidad de que se acumulen errores que
provocan cáncer. Que suceda una mutación dañina es una cuestión de azar.
Nuestro estudio enfatiza que es probable que haya más tumores en el futuro achacables a que el envejecimiento aumenta el número de divisiones celulares”
Casos y riesgo
Los resultados del estudio
se desprenden del análisis estadístico del número de divisiones
celulares en 31 tejidos durante una vida media calculada en base a datos
demográficos de EEUU
. En cualquier caso, esto no quiere decir que dos
tercios de todos los casos de cáncer se deban a la mala suerte.
Representatividad
Dos semanas después de la publicación del estudio, el brazo especializado en cáncer de la ONU lo criticó duramente en un comunicado.
El trabajo “contradice muchas evidencias epidemiológicas” y tiene
importantes limitaciones y sesgos, dijo el IARC, poco dado a salir al
paso de estudios concretos.
Una de sus críticas era que se habían estudiado tipos de
tumores muy poco comunes, como el osteosarcoma o el meduloblastoma, pero
no los de mama o próstata, dos de los más frecuentes en todo el mundo.
Añadía que, aunque el riesgo asociado al azar es bien conocido, en los
cánceres más comunes es el factor medioambiental el que juega un mayor
papel .
“Concluir que la mala suerte es la mayor causa de cáncer sería
engañoso y podría frenar los esfuerzos que se están haciendo para
identificar las causas de la enfermedad y prevenirla”, según Christopher
Wild, director del IARC.
“Otra forma de verlo”, han dicho esta semana
Josep Germà, Esteve Fernández y Xavier Bosch, del Instituto Catalán de
Oncología, “es concluir que todavía existe un gran número de tumores en
los que las causas aún no han sido completamente aclaradas”.
“Quién
hubiera dicho hace 20 años que todos los cánceres de cuello de útero y
el 20% de los de orofaringe tenían un virus inductor? ¿Por qué alguno de
los tumores asociados a la "mala suerte" según estos autores cambian de
incidencia en poblaciones que emigran de continente?”, cuestionaban.
El coche del cáncer
Vogelstein y el bioestadístico Christian Tomasetti, coautor
del estudio, ambos de la Universidad Johns Hopkins, intentaron aclarar
los resultados de su estudio con una analogía. “Padecer cáncer puede compararse a sufrir un accidente de tráfico”, dijeron.
El estado del coche sería comparable a los defectos genéticos
hereditarios.
El estado de la carretera serían los factores ambientales y
la longitud del trayecto, el factor “mala suerte” debido a la división
celular.
Cuanto más largo sea el trayecto, más posibilidades hay de
tener un accidente y, a lo largo de toda una vida de trayectos, el
factor mala suerte juega un papel cada vez mayor, concretamente dos
tercios de todo el riesgo.
Como cualquier otra estadística, su valor es
inútil para explicar un accidente concreto, en el que el peso
de los tres factores serán diferentes.
Las estimaciones de ambos autores
tampoco se pueden generalizar a todos los accidentes
conocidos, pues para hacerlo, habría que tener datos médicos, genéticos y
de estilo de vida de todos los habitantes del planeta.
Lo único que
hacía el trabajo es estimar cuantitativamente un riesgo bien conocido y
aceptado entre los científicos, aunque no siempre divulgado quizás por
cierto paternalismo.
“Sabemos que la idea de que uno de los mayores causantes
del cáncer es un factor incontrolable para cualquier persona puede ser
inquietante”, reconocieron los autores.
Pero también decían haber
recibido el apoyo de muchas familias que les confesaban su alivio al
haber entendido que no tuvieron la culpa de la muerte de un ser querido y
que no había nada que pudieran haber hecho para evitarlo. “Nuestro
estudio enfatiza que es probable que haya más tumores en el futuro
simplemente achacables a que el envejecimiento aumenta el número de
divisiones celulares”, añadían.
Datos
Los datos muestran que ambas partes tienen parte de razón.Por un lado, en torno a un 40% de todos los tumores son prevenibles. Hay casos extremos en los que uno puede fácilmente forzar su buena suerte, por ejemplo, dejando de fumar, ya que el 90% de los cánceres de pulmón se debe al tabaco
. Por otro, tal y como apuntaban los autores del polémico estudio, la mortalidad por cáncer en todo el mundo sigue en aumento y habrá crecido un 45% en 2030, debido en buena medida al envejecimiento de la población, según reconoce la propia ONU.
Volviendo a la metáfora, cada vez más gente va a hacer trayectos más largos, por lo que habrá más accidentes.
Ahora que la teoría de que el cáncer comienza cuando se acumulan unas cuantas mutaciones de riesgo es la generalmente aceptada, es “sorprendente” que menos del 20% de las personas que viven expuestas a un carcinógeno acaben desarrollando cáncer, reflexionaba Richard Doll en 2004
. La explicación, decía, estaba en esa “suerte”.
Mala, si todas esas mutaciones o erratas en el ADN suceden en la misma célula, y buena, si no es así. Ya entonces intuía que este mensaje sería polémico:
“Personalmente creo que esto tiene sentido, pero aparentemente, para mucha gente, no”.
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