Dior funde tecnología y artesanía en una colección de alta costura que celebra las décadas de los cincuenta, setenta y ochenta.
Para Dior 2014 también fue un año récord. Desde la llegada de Raf Simons a la maison
francesa hace dos años, las ventas de la costura se han duplicado. En
palabras del consejero delegado de la firma, Sidney Toledano, su nueva
visión de la mujer ha conseguido atraer a una generación de
profesionales menores de 40 años y provenientes de la industria del
espectáculo y la tecnología que buscan una alternativa a la manida
estética de la alfombra roja.
Y lo cierto es que el diseñador belga no oculta su deseo de “liberar la alta costura”, de explorar sus límites en busca de escenarios menos rígidos aunque igual de ricos. Piezas que, como las que presentó este lunes, transitan de lo decorativo a lo arquitectónico mezclando artesanía y tecnología tanto en los materiales como en las técnicas empleadas.
Y lo cierto es que el diseñador belga no oculta su deseo de “liberar la alta costura”, de explorar sus límites en busca de escenarios menos rígidos aunque igual de ricos. Piezas que, como las que presentó este lunes, transitan de lo decorativo a lo arquitectónico mezclando artesanía y tecnología tanto en los materiales como en las técnicas empleadas.
Un difícil ejercio que,
además, combina varios referentes temporales. “En las prendas hay un poco del romanticismo de los cincuenta, de la
experimentación de los sesenta y de la liberación de los setenta, tanto
en su materialización como en su actitud”, explica Simons.
El resultado de esta ambiciosa mezcla es una colección llena de energía.
Las botas de lúrex enhebran una propuesta que arranca con unos vestidos bordados en piedras y cubiertos por chubasqueros de plástico transparente y que termina con unas faldas microplisadas de gran volumen.
En medio, brocados con incrustaciones, gasas con efecto tatuaje, monos de pailletes. La paleta de colores, vibrantes y ácidos, da continuidad a los estampados psicodélicos, la pedrería y los tejidos más clásicos
. Lo que podría ser un indigesto salpicón de revivals resulta, gracias al sentido de la medida de Simons, una narración coherente y emocionante.
Para enfatizar aún más la sensación de desconcierto, el diseñador decidió presentar la colección en una especie de caleidoscopio gigante: una sala llena de espejos hasta el techo, donde, jugando una vez más con la percepción de lo que es o no es alta costura, todo estaba del derecho o del revés según el punto de visto del espectador.
La presentación de Dior no tenía nada que envidiar a la de
Schiaparelli.
La puesta en escena de esta última era obra del artista gráfico Jean Paul Goude, autor de la fotografía que ilustra el mítico disco Nightclubbing de Grace Jones y, más recientemente, de la portada de la revista Paper protagonizada por Kim Kardashian.
Con esta colaboración, la casa francesa, propiedad del grupo italiano Tod’s, quería homenajear la colección ‘Stop, Look & Listen’ que su fundadora, Elsa Schiaparelli, presentó en 1935 y que ejemplifica la estrecha relación que la firma mantuvo y parece querer seguir manteniendo con los movimientos de vanguardia.
Las botas de lúrex enhebran una propuesta que arranca con unos vestidos bordados en piedras y cubiertos por chubasqueros de plástico transparente y que termina con unas faldas microplisadas de gran volumen.
En medio, brocados con incrustaciones, gasas con efecto tatuaje, monos de pailletes. La paleta de colores, vibrantes y ácidos, da continuidad a los estampados psicodélicos, la pedrería y los tejidos más clásicos
. Lo que podría ser un indigesto salpicón de revivals resulta, gracias al sentido de la medida de Simons, una narración coherente y emocionante.
Para enfatizar aún más la sensación de desconcierto, el diseñador decidió presentar la colección en una especie de caleidoscopio gigante: una sala llena de espejos hasta el techo, donde, jugando una vez más con la percepción de lo que es o no es alta costura, todo estaba del derecho o del revés según el punto de visto del espectador.
Schiaparelli homenajeó una colección de 1935 que ejemplifica la relación de la firma con los movimientos de vanguardia
La puesta en escena de esta última era obra del artista gráfico Jean Paul Goude, autor de la fotografía que ilustra el mítico disco Nightclubbing de Grace Jones y, más recientemente, de la portada de la revista Paper protagonizada por Kim Kardashian.
Con esta colaboración, la casa francesa, propiedad del grupo italiano Tod’s, quería homenajear la colección ‘Stop, Look & Listen’ que su fundadora, Elsa Schiaparelli, presentó en 1935 y que ejemplifica la estrecha relación que la firma mantuvo y parece querer seguir manteniendo con los movimientos de vanguardia.
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