Escribiendo l’artículo de la semana pasada (La lengua resentida) topé
con una anécdota explicada por Ignasi Iglesias en&l #8217;acto
central de la primera edición de la Fiesta de la Lengua Catalana de
1916.
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Y si no es cierta, es muy encontrada. Hablaba d’un padre que, habiendo
abandonado el catalán como lengua habitual, lamentaba la muerte del hijo
con un “¡Pobre hijo mío!”
mientras que era l’abuela −es decir la madre del padre− quién profería
un catalán ““Pobre fill meu!”!”. Dice la crónica publicada por La Voz de
Cataluña el 2 de enero d’aquel año que el comentario levantó l’aplauso
de los asistentes.
Dice la crónica publicada por La Voz de Cataluña el 2 de enero d’aquel
año que el comentario levantó l’aplauso de los asistentes.
Esto viene a cuento para defender el papel de las mujeres en el proceso
de mantenimiento de la lengua catalana
. El relato sobre la recuperación
del catalán al siglo XIX tiene unas líneas maestras más que sabidas y,
probablemente, indestructibles.
Después de tres siglos de decadencia cultural y literaria, y de más d’un
siglo de represión y diglosia, el catalán vivió un proceso de
reanudación pilotado por unas élites económicas y culturales que, a
través d’un&seguimiento de iniciativas.
(la restauración de los Juegos Florales, por ejemplo, o l’inicio de la
prensa escrita en catalán), relanzó la lengua en ámbitos de plenitud de
que no se disfrutaba desdela;edad media.
Y d’este proceso hemos convenido de decir Renaixença, sin sombra de discrepancias. Aun así, a veces s’obvia una frase que ya profirió uno de los
protagonistas d’aquel periodo, Valentí Almirante, el 1886:
“Nuestra lengua nunca ha muerto, pues aunque l’hayan olvidada los
sabios y la gente de letras, l’ha conservado el pueblo, hablándola siempre”..
Injustamente, las mujeres siempre han sido excluidas de las hipótesis
sobre el mantenimiento de la lengua en épocas tan duras. No sé si nunca
s’ha probado de hacer una sociolingüística de género
pero hay tres factores decisivos en este periodo que afectan las mujeres
y que inciden directamente en el desarrollo normal de la lengua.
Es seguro que, si las mujeres del siglo XIX hubieran podido elegir,
habrían elegido otras condiciones de vida, pero es a ellas y a su
resiliencia que debemos de buena parte de la supervivencia de l’idioma..
En primer lugar, hay que mencionar los índices de natalidad
Cataluña
experimenta en el siglo XIX un incremento demográfico fuera del normal,
hasta el punto de duplicar la población en sólo sesenta años (de 850.000
a 1.700.000 habitantes)
Es este incremento de natalidad el que nutre la demanda de mano d’obra
resultante de la revolución industrial, y que hará que Cataluña no
necesite importar trabajadores no catalanohablantes hasta final de
siglo.Segundo, la crianza de los hijos.
No hay que decir que este no es un
fenómeno ni exclusivamente catalán, ni circunscrito al XIX. Hasta el
siglo XX las madres s’han ocupado de los niños casi en solitario, y no
es casualidad que el término llengua materna provenga del adjetivo de la madre.La Transmisión de la Lengua de una generación a otra pasaba necesariamente por ellas.
Y tercero, l’analfabetismo femenino.
En un contexto social en el cual el conocimiento del castellano dependía directamente del sistema escolar
(los medios de comunicación audiovisuales y las grandes inmigraciones
tardarían todavía décadas) el nivel de;alfabetización de las mujeres aporta un dato
bastante aproximado del conocimiento que tendrían del castellano, y, por
lo tanto, de las dificultades de transmitir a los hijos una
lengua que no fuera la catalana. El 1860, el 88,5% de las mujeres no
sabían leer ni escribir.
El 1877, el 80,1%. El 1887, el 73,5%. Y el
1900, el 66,5%.
. Si convenimos que aquellas que no iban a la escuela difícilmente
podían saber castellano, a primeros del siglo XX sólo un tercio de las
mujeres estaban capacitadas para transmitir esta lengua a los hijos, y
obviamente esto no quiere decir que lo hicieran..
El pueblo la mantuvo viva “hablándola siempre”, decía Almirante. La
lengua catalana no se dejó de hablar porque se mantuvieron intactas las
condiciones para la transmisión generacional
un factor más determinante para la supervivencia de la lengua que el
célebre poema d’Aribau o la restauración de los Juegos Florales. “Pobre
hijo mío”, que decía l’abuela..El relato de la recuperación de la lengua, burgués y masculino, está en
deuda con un proceso que, probablemente, tuvo mucho de
popular y femenino
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