Cada uno debe encontrar su propia receta.
Pero dejar de esperar que ocurran ciertas cosas es un primer paso para alcanzarla.
Desde que las primeras tribus se reunieron alrededor del fuego, la felicidad ha sido un tema de conversación interminable, ya que sus concepciones y enfoques son casi infinitos.
La realización personal implica algo distinto para cada individuo, dependiendo de su cultura, necesidades y situación.
Aun así, con el paso del tiempo han ido emergiendo ciertos mitos sobre la felicidad, antiguos y modernos, de validez supuestamente universal.
En este artículo se examinan tres de los más extendidos para entender un poco mejor la aspiración humana más esencial.
La teoría de que la felicidad es una herencia que se recibe a través de los genes tiene tantos partidarios como detractores.
Aceptarlo equivale a asumir que si la lotería genética no nos ha favorecido, estamos condenados a la negatividad y el pesimismo, mientras que otras personas fluirán con alegría y naturalidad en el río de la vida.
¿Qué hay de cierto en esta creencia? Para tratar de averiguarlo, David Lykken, profesor de Psicología de la Universidad de Minnesota, llevó a cabo en la década de 1990 una ambiciosa investigación.
Los sujetos del estudio fueron 4.000 parejas de gemelos, tanto idénticos como mellizos, que habían sido educados de igual modo y con las mismas oportunidades.
Tras cotejar las entrevistas de unos y otros, los investigadores concluyeron que aproximadamente el 50% de la felicidad es heredada genéticamente y el otro 50% es aprendida.
Si se representa el nivel de satisfacción como un queso, una mitad sería una tendencia natural del carácter de cada uno
. Ya en los bebés se observan temperamentos dulces y otros que son más irascibles e insatisfechos. La mitad restante dependerá del modo en el que cada cual decida vivir las cosas.
Por tanto, la felicidad personal ni funciona con piloto automático ni tampoco se decide por completo según este estudio, sino que sería la suma de la naturaleza y de las decisiones vitales.
Que la felicidad se lleva en los genes sería, por tanto, una verdad a medias.
Del mismo modo que un tímido patológico puede subir a un escenario y desplegar el espectáculo más atrevido, también la persona melancólica tiene la libertad de abandonar ese estado de ánimo y darse una fiesta.
A diario, la publicidad bombardea con mensajes para convencer acerca de que determinados bienes procurarán la felicidad.
Así, en los anuncios se ve a un conductor que fluye serenamente con su deportivo, o bien a una familia exultante al estrenar nueva casa.
En un plano más personal, a menudo se supedita la felicidad a encontrar pareja o a conseguir un trabajo mejor.
Sin embargo, poner condiciones a nuestro bienestar equivale a postergarlo una y otra vez mientras el tiempo va pasando.
En su libro Los mitos de la felicidad, Sonja Lyubomirsky, profesora de Psicología de la Universidad de California, afirma que en “la idea de ‘seré feliz cuando…’, la falsa promesa no estriba en que lograr esos sucesos no nos vaya a hacer más felices; casi seguro que sí.
El problema es que esos logros, aun cuando en principio sean totalmente gratificantes, no harán tan inmensamente felices, ni durante tanto tiempo, como se cree.
Por consiguiente, cuando alcanzar tales objetivos no nos haga tan felices como esperábamos, pensaremos que nos pasa algo o que debemos ser los únicos que nos sentimos así”.
Para conectarnos
Una película
‘La sal de la tierra’Wim Wenders & Juliano Ribeiro Salgado
En compañía del hijo de Sebastião Salgado, el director alemán hace un recorrido por la vida y obra del fotógrafo que mejor ha retratado la felicidad e infelicidad de los seres humanos durante los últimos 50 años. Una lección magistral sobre la aventura de existir.
Un disco
‘Clychau Dibon’Catrin Finch & Seckou Keita
La arpista más reconocida de Gales y el maestro senegalés de kora Seckou Keita unen sus talentos para este disco instrumental que es un inesperado monumento sonoro.
Piezas sutiles e inspiradoras en las que viejas melodías del país de Gales se fusionan con la música mandinga.
En resumen: se consume más tiempo persiguiendo otras cosas que disfrutando de las que ya se tienen.
La misma autora señala que otro mito igual de extendido y perjudicial es la creencia “no seré feliz si…”. Es decir, supeditar nuestro bienestar interior a que no sucedan acontecimientos negativos. “Cuando sufrimos un cambio de fortuna adverso, nuestra reacción suele ser sobredimensionada”, afirma Lyubomirsky.
“Entonces nos parece que no podremos volver a ser felices, y que la vida que conocemos se ha acabado ya”.
La realización personal no se puede someter a condiciones, ya que la vida es cambiante y siempre vamos a bascular entre experiencias positivas y negativas.
Aceptar con naturalidad los altibajos de la existencia es lo que nos puede procurar un bienestar duradero e incondicional.
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