La última tentación de Hollywood
Tras rodar más de veinte películas en 10 años de carrera, Channing Tatum reflexiona sobre el precio del éxito.
Su nueva película, ‘Foxcatcher’, es un título que ya se baraja en las quinielas de los próximos Oscar.
Channing Tatum sirve para todo. ¿Necesitas que sople las velas de
cumpleaños con tu amiga? Ahí está él, “mientras no espere que salga de
dentro del pastel”, apostilla jocoso.
¿Un buen baile? Sin dudarlo; el protagonista de Magic Mike (2012) siempre está dispuesto, solo o agarrado, a hacerte sentir que tienes algo más que dos pies izquierdos.
Es capaz de dejar a Jamie Foxx relegado a hacer de DJ, mientras resuena el (I Wanna) Channing All Over Your Tatum que le compuso al protagonista de Un paso adelante (2006).
Y a la hora de gamberrear, el actor también es el primero.
Que se lo digan al pitufo hinchable gigante con el que intentó escalar en las playas de Cancún (México), en una noche loca con los amigos, entre ellos Reid Carolin, compañero de proyectos como la productora Iron Horse Entertainment.
Tatum es el centro de una de las fiestas más destacadas del Festival Internacional de Cine de Toronto, por la que revolotean un florido Robert Downey Jr. y una formal Salma Hayek en su nuevo papel de productora
. En la barra del bar se juntan famosos como Jon Stewart, Gael García Bernal, Kevin Costner o Naomi Watts
. En esta década al actor lo han considerado muchas cosas: bailarín, sex symbol, stripper, modelo, la carne del deseo.
Pero nunca, hasta ahora, lo habían tomado en serio. Hoy su nombre apunta a ser el descubrimiento del año gracias a Foxcatcher (2014), su última película.
La cinta se perfila como posible candidata al Oscar desde que fue recibida en Cannes con la sala puesta en pie.
Pero Tatum tiene el semblante serio. “En estos años he aprendido un montón. Noto ese giro en la evolución de mi carrera, esta nueva fase en la que sorprendo a la gente”, comenta sin sonreír, vestido muy formalito, casi embutido en un traje oscuro de tres piezas con la camisa cerrada hasta el último botón.
¿Es eso lo que le ha cambiado el gesto, ser considerado un actor serio? Inmediatamente vuelve a sus ojos esa sonrisa tan suya, de cachorro con ganas de juego. “¿Lo dices por Foxcatcher?
¡No! No tengo intención de dedicarme a los dramas a partir de ahora. La película ha sido una prueba de humildad.
No puedo más que estarle eternamente agradecido a Bennett (Miller, su director) por darme la oportunidad. Pero estoy serio porque pienso en el madrugón que tengo que darme mañana para el entrenamiento de Magic Mike XXL (2015).
Estar aquí de fiesta, sin comer ni beber, es un suplicio
. Acuérdate de que yo soy fappy, fat-happy (una conjunción de “gordo” y “contento” en inglés)”.
En este momento de su carrera, Channing Tatum se puede permitir que le tiemblen las carnes de placer.
Tras más de veinte películas en menos de una década se lo ha ganado a pulso
. Él no lo niega: es cierto que fue su cuerpo el que le abrió las puertas de Hollywood, el mismo que ahora lo tiene amargado por la dieta
. “Recibo trabajos porque quieren que me quite la camisa delante de la cámara, y sé lo difícil que es obtener esa forma física”, comenta con una honestidad desoída en un actor. Foxcatcher muestra también sus otras carnes, las que abre en canal para sacar su interpretación más palpitante y contenida
. Así lo describió The Hollywood Reporter. “Tatum es un actor de los de verdad”, lo defiende su amigo y compañero de reparto en Infiltrados en la universidad (2014), Jonah Hill. “Incluso cuando dice estupideces, su honestidad supera cualquier género”. Guillermo del Toro, tras trabajar con él en la producción animada El libro de la vida (2014), coincide: “Vulnerabilidad. Esa es la clave de Channing.
Su humildad se hace aún más evidente cuando sólo escuchas su voz”, describe poético. “Contar con él es una suerte. Es un tipo inteligente y te hace sentir a gusto en el momento en que lo ves”, añadió Ronald Emmerich cuando lo tuvo a sus órdenes en Asalto al poder (2013).
La ironía es que todos estos parabienes los podría haber escuchado mucho antes.
Porque fue su primera película con un papel destacado, esa cinta indie que nadie vio, titulada Memorias de Queens (2006), la que le hizo pensar a Miller que quería al actor para el papel de Mark Schultz, atleta olímpico que se asoció con el millonario John Dupont para crear un equipo de lucha que acabó en tragedia. “Su interpretación me dejó pegado a la butaca
. ¿Cuántas veces dice uno eso de un desconocido?”, recuerda ahora el director. Miller no consiguió borrarlo de su mente, pero entonces no consiguió convencer al actor. “Fue hace más de siete años. Pensé que era interesante, pero si te soy completamente honesto, no acabé de entender la película y no quise hacer algo tan heavy, tan incómodo.
No me arrepiento porque en este tiempo he ido aprendiendo lo que no sabía”, explica Tatum.
Nacido en el Estado de Alabama, pasó la adolescencia en Florida y nunca pensó en ser actor. Iba para jugador de fútbol americano porque le habría pagado los estudios.
No se le daba mal, y tiene el físico fortachón que favorece a ese deporte.
Pero sólo se juntaba con el grupo idolatrado de los jugadores porque en clase se sentía tonto.
Ahora sabe que era disléxico. “Me costaba diez veces más que al resto leer algo, lo que me generaba una inseguridad que sólo empeoraba las cosas
. Me ha costado llegar a los 30 para saber que no era ningún estúpido y eso, tristemente, es bastante estúpido”, dice arrastrando algo las palabras y con una ligera sombra de duda. Su físico le consiguió trabajo como vendedor de préstamos hipotecarios, de discos, camarero, stripper…
“Sí, supongo que tendré mucho que explicarle a mi hija cuando crezca”.
Se ríe de unos recuerdos que, algo embellecidos, le sirvieron de base para construir su personaje en Magic Mike junto a Steven Soderbergh, y que volverá a utilizar ahora en la segunda entrega, centrada en el mundo de los desnudos masculinos.
Aquella fue su vida hasta que se cruzó con un cazatalentos que lo fichó como modelo. Vistió sus desnudos con trajes de Armani y conservó ese aire seductor que en lugar de cohibir, invita: “Sonará cursi, pero mi lema es ‘vive y deja vivir’. No busco que guste lo que hago, pero quiero que la gente entienda por qué lo hago”.
Tatum descubrió el arte el primer –y prácticamente el único– día que pisó una escuela de arte dramático.
Fue por curiosidad. Alguien le había dicho que ser actor era mucho más divertido que ser modelo. “Durante los 15 primeros minutos de clase se me saltaron las lágrimas.
Me di cuenta de que actuar era como hacerte un psicoanálisis diario, pensar en lo que has hecho, en lo que te rodea.
Una experiencia increíble que quería explorar”, recuerda, llano, sin pretensiones ni vergüenza por lo poco que sabía entonces de cine. Como mucho conocía las películas antiguas que veía con su padre, como
La leyenda del indomable.
Lo tenía todo por delante. Cada filme fue una posibilidad de aprender. Daba igual que hubiera que vender cuerpo en películas romanticonas como Querido John (2010) o Todos los días de mi vida (2012). Hasta las audiciones se las tomaba como si fueran clases particulares.
“Me presenté al casting de No es país para viejos, por un papel para el que me faltaban 15 años de experiencia. Sabía que en cuanto abandonara la habitación vendría alguien mil veces mejor que yo. Pero quería leer para los Coen”, rememora.
Hizo lo mismo con Kenneth Branagh.
Salió sin el papel, pero allí aprendió que utilizaba su cuerpo como “muletilla”, siempre en movimiento para disimular que no sabía qué hacer con él.
Por encima de todos con los que se ha cruzado, Tatum agradece en especial las clases que recibió de Joseph Gordon-Lewitt y de Steven Soderbergh.
Con el primero trabajó muy al principio, en Ausente (2008), y lo considera su “maestro Jedi”, ya que se tomó el tiempo de hablar con él cuando no tenía ni idea de interpretación. Con el segundo ha trabajado en tres ocasiones –Indomable (2011), Magic Mike y Efectos secundarios (2013)– y ahora va a por la cuarta, aunque el director sólo se encargue de la segunda unidad de XXL. “Steven… supongo que me aguanta como a un hermano menor”.
Si el arte lo aprendió de otros, ¿nos puede decir cómo conseguir un cuerpo Chan?
Así lo llaman sus amigos, Chan. O Chanimal, como lo apoda su madre desde pequeño, por bruto. Uno no consigue el físico más sexi del año, según la revista People en 2012, sin trabajárselo.
“Es un honor que me hizo llorar por la cantidad de munición que le dio a mis amigos para meterse conmigo”, dice, ahora riéndose. Pero lo único verdaderamente malo es la dieta:
“La odio”. Ser honesto sobre sus vicios dio que hablar este año por unas declaraciones de las que algunos dedujeron que era un alcohólico funcional.
No se lo tomó a mal, pero tampoco quiere dar esa imagen.
“Lo que quise decir es que entre rodaje y rodaje probablemente bebo demasiado y como demasiados pasteles.
Dicho esto, tampoco quiero que parezca que me tomo a la ligera el problema del alcoholismo”, remata desde el lugar más alejado de la barra.
Más le dolieron otros comentarios que han llegado con la fama, como un artículo de The New York Times que lo presentaba como un producto prefabricado por los estudios para encontrar el relevo a esos Brad Pitt o George Clooney ya por encima de los 50. Dolió, pero prefiere no enfadarse. “Era un buen artículo.
Es cierto que no existe un relevo a Brad, a Leo.
No hay una nueva generación. Quizá Heath…”, dice en referencia al fallecido Heath Ledger, irónicamente alguien en quien Miller pensó para Foxcatcher cuando Tatum parecía inalcanzable
. “Me rodeo de gente que sabe, pero no nos sentamos a planear si con una película aumento mi público femenino y con otra el masculino”, remata algo irritado.
Entre aquellos de los que se rodea está Reid Carolin, su socio.
“No podemos ser más diferentes, él es el cerebro; yo, el cuerpo. Pero hablamos el mismo lenguaje”. Junto a él hizo el mayor negocio de su carrera al invertir en Magic Mike junto con Soderbergh. Según la revista Forbes, esta apuesta contribuyó a que Tatum amasara unos 46,2 millones de euros entre 2012 y 2013, una cifra que el actor no confirma.
Tonto, obviamente, no es
. Más de veinte películas en menos de una década, 16 en el último lustro y seis estrenos en 2012. Un ritmo que lo ha llevado a la meta, pero que también tiene su precio. Por ejemplo, ese sentimiento de ratoncito enjaulado, siempre dándole a la rueda para que caiga la recompensa
. O la soledad del ganador. “No se me da bien conocer a la gente que admiro.
No sé qué decir y me acabo apartando, pensando lo que querría haber dicho”.
Y añade: “Y no todos son lo que parecen”.
En su caso, lo que ves es lo que hay. ¿Hasta cuándo triunfará su sencillez al hablar, la honestidad de su abrazo?
Dice que no está aquí “por los flases o por la fama”, dos cosas que en ocasiones le dan miedo. Los viajes en primera son bienvenidos, pero le resulta claustrofóbico verse “arrinconado en el aeropuerto por un equipo de fútbol local sacándote fotos”.
Aunque para eso hay soluciones. Al día siguiente a la fiesta, durante la promoción de Foxcatcher, una docena le acompañan para abrirle paso.
Faltan las personas más importantes de su vida, su esposa Jenna Dewan y su hija Evelyn, de 15 meses.
“Quizá no fue la mejor idea (tenerla). No sé si estaba preparado para estos dos primeros años. Das mucho cariño y lo que recibes son muchas noches sin dormir.
En esos momentos te das cuenta de que las mujeres son una especie superior y los hombres, unos lloricas”. Dewan está en Nueva York por trabajo.
Lo suyo es un amor de película: se conocieron en el rodaje de Un paso adelante. Pero como Tatum recuerda, las actrices lo tienen mucho más difícil.
“No hay mucho trabajo y menos aún bueno”.
Al principio era ella quien tenía trabajo. “Luego mi carrera empezó a moverse y tuvimos que lidiar con diferentes caminos
. Lo hacemos día a día. Quizá somos brutalmente honestos en nuestra relación, pero eso nos ha mantenido unidos nueve años y medio”.
Cuerpo, mente y alma, los tres componentes que hacen de Channing Tatum el nuevo ídolo de Hollywood
. Una fuerza imparable que seguirá aprendiendo de los hermanos Wachowski en El destino de Júpiter (2015), y que buscará su lugar en el mundo de los superhéroes como el nuevo Gambit del universo X-Men. Volverá a probar suerte con los hermanos Coen en Hail, Caesar! (2016). Esta vez no tuvo ni que hacer una audición.
“No me queda tiempo para otras tonterías.
Trabajo mucho, me gusta estar en casa y mi hija preciosa de 15 meses me recuerda que no soy el centro del universo”.
Al mencionarla borra por completo la seriedad del rostro y se une a la fiesta, aunque sin alcohol ni comida en la mano.
¿Un buen baile? Sin dudarlo; el protagonista de Magic Mike (2012) siempre está dispuesto, solo o agarrado, a hacerte sentir que tienes algo más que dos pies izquierdos.
Es capaz de dejar a Jamie Foxx relegado a hacer de DJ, mientras resuena el (I Wanna) Channing All Over Your Tatum que le compuso al protagonista de Un paso adelante (2006).
Y a la hora de gamberrear, el actor también es el primero.
Que se lo digan al pitufo hinchable gigante con el que intentó escalar en las playas de Cancún (México), en una noche loca con los amigos, entre ellos Reid Carolin, compañero de proyectos como la productora Iron Horse Entertainment.
Tatum es el centro de una de las fiestas más destacadas del Festival Internacional de Cine de Toronto, por la que revolotean un florido Robert Downey Jr. y una formal Salma Hayek en su nuevo papel de productora
. En la barra del bar se juntan famosos como Jon Stewart, Gael García Bernal, Kevin Costner o Naomi Watts
. En esta década al actor lo han considerado muchas cosas: bailarín, sex symbol, stripper, modelo, la carne del deseo.
Pero nunca, hasta ahora, lo habían tomado en serio. Hoy su nombre apunta a ser el descubrimiento del año gracias a Foxcatcher (2014), su última película.
La cinta se perfila como posible candidata al Oscar desde que fue recibida en Cannes con la sala puesta en pie.
Pero Tatum tiene el semblante serio. “En estos años he aprendido un montón. Noto ese giro en la evolución de mi carrera, esta nueva fase en la que sorprendo a la gente”, comenta sin sonreír, vestido muy formalito, casi embutido en un traje oscuro de tres piezas con la camisa cerrada hasta el último botón.
¿Es eso lo que le ha cambiado el gesto, ser considerado un actor serio? Inmediatamente vuelve a sus ojos esa sonrisa tan suya, de cachorro con ganas de juego. “¿Lo dices por Foxcatcher?
¡No! No tengo intención de dedicarme a los dramas a partir de ahora. La película ha sido una prueba de humildad.
No puedo más que estarle eternamente agradecido a Bennett (Miller, su director) por darme la oportunidad. Pero estoy serio porque pienso en el madrugón que tengo que darme mañana para el entrenamiento de Magic Mike XXL (2015).
Estar aquí de fiesta, sin comer ni beber, es un suplicio
. Acuérdate de que yo soy fappy, fat-happy (una conjunción de “gordo” y “contento” en inglés)”.
En este momento de su carrera, Channing Tatum se puede permitir que le tiemblen las carnes de placer.
Tras más de veinte películas en menos de una década se lo ha ganado a pulso
. Él no lo niega: es cierto que fue su cuerpo el que le abrió las puertas de Hollywood, el mismo que ahora lo tiene amargado por la dieta
. “Recibo trabajos porque quieren que me quite la camisa delante de la cámara, y sé lo difícil que es obtener esa forma física”, comenta con una honestidad desoída en un actor. Foxcatcher muestra también sus otras carnes, las que abre en canal para sacar su interpretación más palpitante y contenida
. Así lo describió The Hollywood Reporter. “Tatum es un actor de los de verdad”, lo defiende su amigo y compañero de reparto en Infiltrados en la universidad (2014), Jonah Hill. “Incluso cuando dice estupideces, su honestidad supera cualquier género”. Guillermo del Toro, tras trabajar con él en la producción animada El libro de la vida (2014), coincide: “Vulnerabilidad. Esa es la clave de Channing.
Su humildad se hace aún más evidente cuando sólo escuchas su voz”, describe poético. “Contar con él es una suerte. Es un tipo inteligente y te hace sentir a gusto en el momento en que lo ves”, añadió Ronald Emmerich cuando lo tuvo a sus órdenes en Asalto al poder (2013).
La ironía es que todos estos parabienes los podría haber escuchado mucho antes.
Porque fue su primera película con un papel destacado, esa cinta indie que nadie vio, titulada Memorias de Queens (2006), la que le hizo pensar a Miller que quería al actor para el papel de Mark Schultz, atleta olímpico que se asoció con el millonario John Dupont para crear un equipo de lucha que acabó en tragedia. “Su interpretación me dejó pegado a la butaca
. ¿Cuántas veces dice uno eso de un desconocido?”, recuerda ahora el director. Miller no consiguió borrarlo de su mente, pero entonces no consiguió convencer al actor. “Fue hace más de siete años. Pensé que era interesante, pero si te soy completamente honesto, no acabé de entender la película y no quise hacer algo tan heavy, tan incómodo.
No me arrepiento porque en este tiempo he ido aprendiendo lo que no sabía”, explica Tatum.
Nacido en el Estado de Alabama, pasó la adolescencia en Florida y nunca pensó en ser actor. Iba para jugador de fútbol americano porque le habría pagado los estudios.
No se le daba mal, y tiene el físico fortachón que favorece a ese deporte.
Pero sólo se juntaba con el grupo idolatrado de los jugadores porque en clase se sentía tonto.
Ahora sabe que era disléxico. “Me costaba diez veces más que al resto leer algo, lo que me generaba una inseguridad que sólo empeoraba las cosas
. Me ha costado llegar a los 30 para saber que no era ningún estúpido y eso, tristemente, es bastante estúpido”, dice arrastrando algo las palabras y con una ligera sombra de duda. Su físico le consiguió trabajo como vendedor de préstamos hipotecarios, de discos, camarero, stripper…
“Sí, supongo que tendré mucho que explicarle a mi hija cuando crezca”.
Se ríe de unos recuerdos que, algo embellecidos, le sirvieron de base para construir su personaje en Magic Mike junto a Steven Soderbergh, y que volverá a utilizar ahora en la segunda entrega, centrada en el mundo de los desnudos masculinos.
Aquella fue su vida hasta que se cruzó con un cazatalentos que lo fichó como modelo. Vistió sus desnudos con trajes de Armani y conservó ese aire seductor que en lugar de cohibir, invita: “Sonará cursi, pero mi lema es ‘vive y deja vivir’. No busco que guste lo que hago, pero quiero que la gente entienda por qué lo hago”.
Tatum descubrió el arte el primer –y prácticamente el único– día que pisó una escuela de arte dramático.
Fue por curiosidad. Alguien le había dicho que ser actor era mucho más divertido que ser modelo. “Durante los 15 primeros minutos de clase se me saltaron las lágrimas.
Me di cuenta de que actuar era como hacerte un psicoanálisis diario, pensar en lo que has hecho, en lo que te rodea.
Una experiencia increíble que quería explorar”, recuerda, llano, sin pretensiones ni vergüenza por lo poco que sabía entonces de cine. Como mucho conocía las películas antiguas que veía con su padre, como
La leyenda del indomable.
Lo tenía todo por delante. Cada filme fue una posibilidad de aprender. Daba igual que hubiera que vender cuerpo en películas romanticonas como Querido John (2010) o Todos los días de mi vida (2012). Hasta las audiciones se las tomaba como si fueran clases particulares.
“Me presenté al casting de No es país para viejos, por un papel para el que me faltaban 15 años de experiencia. Sabía que en cuanto abandonara la habitación vendría alguien mil veces mejor que yo. Pero quería leer para los Coen”, rememora.
Hizo lo mismo con Kenneth Branagh.
Salió sin el papel, pero allí aprendió que utilizaba su cuerpo como “muletilla”, siempre en movimiento para disimular que no sabía qué hacer con él.
Por encima de todos con los que se ha cruzado, Tatum agradece en especial las clases que recibió de Joseph Gordon-Lewitt y de Steven Soderbergh.
Con el primero trabajó muy al principio, en Ausente (2008), y lo considera su “maestro Jedi”, ya que se tomó el tiempo de hablar con él cuando no tenía ni idea de interpretación. Con el segundo ha trabajado en tres ocasiones –Indomable (2011), Magic Mike y Efectos secundarios (2013)– y ahora va a por la cuarta, aunque el director sólo se encargue de la segunda unidad de XXL. “Steven… supongo que me aguanta como a un hermano menor”.
“Es cierto que no existe un relevo a Brad Pitt ni a Leonardo DiCaprio. No hay una nueva generación”, admite Channing Tatum
Así lo llaman sus amigos, Chan. O Chanimal, como lo apoda su madre desde pequeño, por bruto. Uno no consigue el físico más sexi del año, según la revista People en 2012, sin trabajárselo.
“Es un honor que me hizo llorar por la cantidad de munición que le dio a mis amigos para meterse conmigo”, dice, ahora riéndose. Pero lo único verdaderamente malo es la dieta:
“La odio”. Ser honesto sobre sus vicios dio que hablar este año por unas declaraciones de las que algunos dedujeron que era un alcohólico funcional.
No se lo tomó a mal, pero tampoco quiere dar esa imagen.
“Lo que quise decir es que entre rodaje y rodaje probablemente bebo demasiado y como demasiados pasteles.
Dicho esto, tampoco quiero que parezca que me tomo a la ligera el problema del alcoholismo”, remata desde el lugar más alejado de la barra.
Más le dolieron otros comentarios que han llegado con la fama, como un artículo de The New York Times que lo presentaba como un producto prefabricado por los estudios para encontrar el relevo a esos Brad Pitt o George Clooney ya por encima de los 50. Dolió, pero prefiere no enfadarse. “Era un buen artículo.
Es cierto que no existe un relevo a Brad, a Leo.
No hay una nueva generación. Quizá Heath…”, dice en referencia al fallecido Heath Ledger, irónicamente alguien en quien Miller pensó para Foxcatcher cuando Tatum parecía inalcanzable
. “Me rodeo de gente que sabe, pero no nos sentamos a planear si con una película aumento mi público femenino y con otra el masculino”, remata algo irritado.
Entre aquellos de los que se rodea está Reid Carolin, su socio.
“No podemos ser más diferentes, él es el cerebro; yo, el cuerpo. Pero hablamos el mismo lenguaje”. Junto a él hizo el mayor negocio de su carrera al invertir en Magic Mike junto con Soderbergh. Según la revista Forbes, esta apuesta contribuyó a que Tatum amasara unos 46,2 millones de euros entre 2012 y 2013, una cifra que el actor no confirma.
Tonto, obviamente, no es
. Más de veinte películas en menos de una década, 16 en el último lustro y seis estrenos en 2012. Un ritmo que lo ha llevado a la meta, pero que también tiene su precio. Por ejemplo, ese sentimiento de ratoncito enjaulado, siempre dándole a la rueda para que caiga la recompensa
. O la soledad del ganador. “No se me da bien conocer a la gente que admiro.
No sé qué decir y me acabo apartando, pensando lo que querría haber dicho”.
Y añade: “Y no todos son lo que parecen”.
En su caso, lo que ves es lo que hay. ¿Hasta cuándo triunfará su sencillez al hablar, la honestidad de su abrazo?
Dice que no está aquí “por los flases o por la fama”, dos cosas que en ocasiones le dan miedo. Los viajes en primera son bienvenidos, pero le resulta claustrofóbico verse “arrinconado en el aeropuerto por un equipo de fútbol local sacándote fotos”.
Aunque para eso hay soluciones. Al día siguiente a la fiesta, durante la promoción de Foxcatcher, una docena le acompañan para abrirle paso.
Faltan las personas más importantes de su vida, su esposa Jenna Dewan y su hija Evelyn, de 15 meses.
“Quizá no fue la mejor idea (tenerla). No sé si estaba preparado para estos dos primeros años. Das mucho cariño y lo que recibes son muchas noches sin dormir.
En esos momentos te das cuenta de que las mujeres son una especie superior y los hombres, unos lloricas”. Dewan está en Nueva York por trabajo.
Lo suyo es un amor de película: se conocieron en el rodaje de Un paso adelante. Pero como Tatum recuerda, las actrices lo tienen mucho más difícil.
“No hay mucho trabajo y menos aún bueno”.
Al principio era ella quien tenía trabajo. “Luego mi carrera empezó a moverse y tuvimos que lidiar con diferentes caminos
. Lo hacemos día a día. Quizá somos brutalmente honestos en nuestra relación, pero eso nos ha mantenido unidos nueve años y medio”.
Cuerpo, mente y alma, los tres componentes que hacen de Channing Tatum el nuevo ídolo de Hollywood
. Una fuerza imparable que seguirá aprendiendo de los hermanos Wachowski en El destino de Júpiter (2015), y que buscará su lugar en el mundo de los superhéroes como el nuevo Gambit del universo X-Men. Volverá a probar suerte con los hermanos Coen en Hail, Caesar! (2016). Esta vez no tuvo ni que hacer una audición.
“No me queda tiempo para otras tonterías.
Trabajo mucho, me gusta estar en casa y mi hija preciosa de 15 meses me recuerda que no soy el centro del universo”.
Al mencionarla borra por completo la seriedad del rostro y se une a la fiesta, aunque sin alcohol ni comida en la mano.
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