Bianca Jagger, Kate Moss, Diana de Gales, Madonna. Todos los nombres de la lista A han pasado por el objetivo del británico Richard Young.
A Richard Young no le tembló el pulso cuando hizo aquella foto escondido detrás de un árbol. El protagonista masculino de la imagen celebraba su 50 cumpleaños y la mujer que lo acompañaba le regaló un largo beso en los labios.
Eran Richard Burton y Elisabeth Taylor y la escena sucedió en el Hotel Dorchester de Londres, en 1975
. La prensa quería la confirmación de que el matrimonio peor avenido de la historia de Hollywood estaba de nuevo unido.
Ese beso era la prueba y él la tenía. Young se coló en la fiesta privada de Burton vestido como uno de los músicos de la banda.
Cuando Taylor se dio cuenta de que tenía una cámara, le gritó: «¡Lárgate de aquí ahora mismo!»
. Al día siguiente, la foto se publicó en el Evening Standard.
Dos semanas más tarde, la actriz lo llamó personalmente para pedirle una copia.
Desde entonces y, hasta que ella murió en 2011, fueron amigos.
Kate Moss y Jo Wood, dos vaqueras en el 50 cumpleaños del
guitarrista de The Rolling Stones, Ronnie Wood, en Richmond, Londres
(1997).
«Ésa fue la primera imagen que vendí a un periódico.
Sabía que tenía una exclusiva mundial
. Cuando la hice tuve el presentimiento de que mi vida iba a cambiar para siempre.
Y así fue», cuenta Young desde su galería en Londres, donde acaba de presentar Nightclubbing, un libro que celebra sus 40 años de carrera, durante los cuales ha asistido a fiestas extraordinarias en los clubs más exclusivos: desde el Embassy en Londres al Regine’s del Hotel Puente Romano de Marbella.
Tras la venta de la instantánea de Burton y Taylor, Richard entró a trabajar como freelance en el Standard.
Tenía 28 años y solo había participado en dos proyectos fotográficos casi por casualidad (uno de ellos fue registrar la visita a Londres del filántropo y multimillonario John Paul Getty III). Empezaron a invitarlo a fiestas a las que nunca había tenido acceso.
Los 70 llegaban casi a su fin, el punk se había convertido en la única religión y los gays abrieron por primera vez las puertas de los armarios de Londres.
«Nadie sabía exactamente quién era ni a qué me dedicaba.
No había zona VIP, no te separaban del resto de invitados. Si estabas dentro, tenías libertad para moverte.
Ahora los eventos están controlados por una legión de mánagers y relaciones públicas», lamenta.
«Ésa fue la primera imagen que vendí a un periódico.
Sabía que tenía una exclusiva mundial
. Cuando la hice tuve el presentimiento de que mi vida iba a cambiar para siempre.
Y así fue», cuenta Young desde su galería en Londres, donde acaba de presentar Nightclubbing, un libro que celebra sus 40 años de carrera, durante los cuales ha asistido a fiestas extraordinarias en los clubs más exclusivos: desde el Embassy en Londres al Regine’s del Hotel Puente Romano de Marbella.
Tras la venta de la instantánea de Burton y Taylor, Richard entró a trabajar como freelance en el Standard.
Tenía 28 años y solo había participado en dos proyectos fotográficos casi por casualidad (uno de ellos fue registrar la visita a Londres del filántropo y multimillonario John Paul Getty III). Empezaron a invitarlo a fiestas a las que nunca había tenido acceso.
Los 70 llegaban casi a su fin, el punk se había convertido en la única religión y los gays abrieron por primera vez las puertas de los armarios de Londres.
«Nadie sabía exactamente quién era ni a qué me dedicaba.
No había zona VIP, no te separaban del resto de invitados. Si estabas dentro, tenías libertad para moverte.
Ahora los eventos están controlados por una legión de mánagers y relaciones públicas», lamenta.
Liza Minelli, reina del baile en el Club Regine’s, de Londres (1979).
Faltaban unos meses para que estrenara Arthur, el soltero de oro, un
éxito de taquilla que le devolvió parte de la popularidad perdida..
Uno de los primeros encargos que recibió Young tras unirse al diario fue cubrir la gira Anarchy Tour de
los Sex Pistols por Inglaterra en el año 1976.
«Fue caótica. Les
prohibían tocar en cada pueblo al que llegaban porque eran un escándalo
nacional. Pasábamos casi todo el día emborrachándonos en habitaciones de
hotel», recuerda.
Y es que al final, entre el cazador y los cazados
empieza a tejerse una red de cariño que permanece en el tiempo, asegura
Young. «Madonnna y Kate (Moss) son mis amigas.
Las he retratado muchas
veces. Parece que les gusta, porque me siguen llamando», dice riéndose
.
Él fue el único fotógrafo, por ejemplo, que recibió una invitación para
el 25 cumpleaños que la top celebró en París. «Si Kate asiste a
una fiesta, sabes que va a ser una de las buenas.
Es muy divertida,
siempre lo pasas bien a su lado», revela.
Lucy Yeomans, Stella McCartney, Kate Moss y Tracey Emin en la gala benéfica Love Ball en The Roundhouse, Londres (2010).
La fotógrafa Diane Arbus decía que una instantánea es un secreto sobre otro secreto: cuanto más te enseña, menos sabes.
El día que el padre de Richard le regaló una pequeña cámara Brownie cuando tenía 8 años, nunca pensó que su afición lo llevaría a guardar tantas confidencias.
«Tengo algunas fotos en un cajón que nunca verán la luz.
Mis labios están sellados», señala con picardía.
Su mayor cómplice ha sido la agencia Rex Features, con la que ha trabajado durante más de 30 años. Fueron sus jefes en Rex los que le enviaron a Cuba a conocer a Fidel Castro y a Rumanía para seguir a Michael Jackson en su tour Dangerous de 1992. «Fidel tenía mucho poder.
Estaba rodeado de guardias de seguridad y casi no me dejaron acercarme a él.
Nuestro encuentro fue muy breve.
Sin embargo, Michael (Jackson) me sorprendió, no era como me lo imaginaba
. De cerca era un hombre absolutamente encantador, bastante normal y muy compasivo.
Visitamos algunos orfanatos en Rumanía y eso nos rompió el corazón. A él le afectó de verdad todo el horror que vimos», cuenta.
La fotógrafa Diane Arbus decía que una instantánea es un secreto sobre otro secreto: cuanto más te enseña, menos sabes.
El día que el padre de Richard le regaló una pequeña cámara Brownie cuando tenía 8 años, nunca pensó que su afición lo llevaría a guardar tantas confidencias.
«Tengo algunas fotos en un cajón que nunca verán la luz.
Mis labios están sellados», señala con picardía.
Su mayor cómplice ha sido la agencia Rex Features, con la que ha trabajado durante más de 30 años. Fueron sus jefes en Rex los que le enviaron a Cuba a conocer a Fidel Castro y a Rumanía para seguir a Michael Jackson en su tour Dangerous de 1992. «Fidel tenía mucho poder.
Estaba rodeado de guardias de seguridad y casi no me dejaron acercarme a él.
Nuestro encuentro fue muy breve.
Sin embargo, Michael (Jackson) me sorprendió, no era como me lo imaginaba
. De cerca era un hombre absolutamente encantador, bastante normal y muy compasivo.
Visitamos algunos orfanatos en Rumanía y eso nos rompió el corazón. A él le afectó de verdad todo el horror que vimos», cuenta.
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