Charlene tuvo gemelos, primero nació la niña pero el heredero es el varón. ¿Por qué va a cambiar Alberto, el príncipe soberano, la ley si es el primer beneficiado?
En la moda siempre ha habido transparencia, al contrario que en la
Administración pública, donde se acaba de poner de moda.
La transparencia, en la moda, va y viene pero no siempre evita ser vulgar. Sugiere, pero se le puede ir la mano y equivocarse mucho. En la política puede pasar lo mismo.
Tanta transparencia puede terminar por agotarnos. Demasiado transparentes.
Si en los ochenta la arruga fue bella, hoy la transparencia podría ser bella, aunque con problemas. Pronto tendremos que debatir entre lo transparente y lo traslucido
. Mientras más transparentes hacemos nuestros gastos públicos, más desnudas y débiles quedan algunas instituciones
. Por ejemplo, enterarnos que la recepción para celebrar la entronización del Rey costó casi 66.000 euros te deja un poco triste.
No sabemos bien si hubiéramos preferido que costara mucho más o mucho menos. 66.000 euros para una fiesta donde acudieron Olga María, la nueva estrella mediática, y el pequeño Nicolás, representando a la sociedad española no sabes realmente si te parece un exceso o una transparencia. Se podría haber invertido ese dinero en formar a un científico, sí, pero la ciencia vende menos.
Es lo que tiene la transparencia: enseñar no enseña, sugerir, quizás, siempre dejándote entre la imaginación y la certeza.
Ana Mato, la exministra de Sanidad, reapareció en su escaño de diputada rasa con una cara que transparentaba su disgusto.
Quizás se dejó llevar por la transparencia de su orgullo y apareció allí un pelín antes de tiempo, con las emociones no del todo digeridas, y la transparencia le jugó otra mala pasada.
Todo lo contrario ha hecho Carolina de Mónaco, que no debe estar excesivamente feliz con el nacimiento de los herederos de Mónaco y ha dilatado hasta la próxima semana su aparición para felicitarlos
. Carolina, al igual que su recién nacida sobrina, no pudo ser la soberana de Mónaco porque la ley solo reconoce heredero al varón.
En el caso de los hijos de Charlene, esa tradición retrógrada se mantiene con una transparencia absoluta.
Tuvo gemelos y primero nació la niña, pero el heredero es el varón. ¿Por qué va a cambiar Alberto, el príncipe soberano, la ley si es el primer beneficiado?
En Mónaco entienden mucho más de transparencias en la moda que en la política.
Y en Hollywood, donde también ha habido todo tipo de prendas semitransparentes, se ha desatado una nueva histeria después del ciberataque de una malvada fuerza norcoreana que hackeó los archivos de Sony Pictures como protesta por el guion de La Entrevista, una película con James Franco.
En ella, una estrella de la televisión es enviado a entrevistar al líder norcoreano y la CIA aprovecha para hacer de las suyas.
Al régimen norcoreano le disgustó la transparencia en el celuloide.
Los hackers se hacen llamar Guardianes de la Paz y se declaran defensores del régimen norcoreano. Su ataque ha permitido saber cosas como que Tom Hanks se registra en los hoteles como Johnny Madrid o que la hija de Sarah Ferguson, la princesa Beatriz, trabaja en las oficinas londinenses de la compañía cobrando menos de 2.000 dólares.
O sea, que una productora de cine, aunque sea de Hollywood, sabe cómo engatusar a una princesa indefensa para que sea una becaria deluxe.
Te das cuenta de que a veces no quieres todo tan claro, te enteras de cosas que te dejan trastocado.
Como lo de la CIA y el informe sobre las supuestas torturas que esa agencia infringió para conseguir sus objetivos
. Algo que siempre imaginamos pero que al constatarlo no hemos evitado el asombro.
Estaba haciéndome una pedicura en Miami cuando supe la noticia
. Acudo a un salón regentado por un grupo de vietnamitas que han occidentalizado sus nombres. Todos se llaman Andy, Angelina o Charlenne.
Cuando salió la presidenta del Congreso americano respondiendo que no hay indicios de que se torturara a personas para averiguar el paradero de Bin Laden, Andy extrajo de debajo de mi dedo gordo un algo nada transparente que me hizo gritar, ante el asombro de los presentes.
Creían que reaccionaba así ante la noticia y quisieron explicarme que se sentían avergonzados de la política exterior de su país.
Por un momento sentí que había viajado en el tiempo hacia los años setenta, cuando la CIA intervenía en todo lo que le apetecía, desde Chile a Vietnam.
Y los americanos de a pie se esmeraban en ofrecerte explicaciones y disculpas.
Sí, al final piensas que es mejor no saber determinadas cosas.
Que el fiscal y mosquetero Horrach prefiera proteger a la Infanta Cristina calificándola de indefensa de las acciones de su marido ha sido un poquito sonrojante
. Como una transparencia que transparenta de más en un vestido de boda o en una señora de avanzada edad. Es difícil hacernos creer que la duquesa esté tan indefensa
. Con su estatura, su magnífica complexión, su linaje, con infinidad de fotos que la enseñan como si fuera una líder preparada o la forma en que se bajó del coche oficial junto a su madre y su marido en aquella polémica visita al hospital donde su padre convalecía de una de sus operaciones de cadera, en ninguna de esas imágenes se le nota indefensa. Horrach ha elegido el adjetivo quizás por no transparentar más de la cuenta.
Dejándonos servida la eterna cuestión: la transparencia puede ser bella, pero nunca es fácil.
Ni siempre es cómoda.
La transparencia, en la moda, va y viene pero no siempre evita ser vulgar. Sugiere, pero se le puede ir la mano y equivocarse mucho. En la política puede pasar lo mismo.
Tanta transparencia puede terminar por agotarnos. Demasiado transparentes.
Si en los ochenta la arruga fue bella, hoy la transparencia podría ser bella, aunque con problemas. Pronto tendremos que debatir entre lo transparente y lo traslucido
. Mientras más transparentes hacemos nuestros gastos públicos, más desnudas y débiles quedan algunas instituciones
. Por ejemplo, enterarnos que la recepción para celebrar la entronización del Rey costó casi 66.000 euros te deja un poco triste.
No sabemos bien si hubiéramos preferido que costara mucho más o mucho menos. 66.000 euros para una fiesta donde acudieron Olga María, la nueva estrella mediática, y el pequeño Nicolás, representando a la sociedad española no sabes realmente si te parece un exceso o una transparencia. Se podría haber invertido ese dinero en formar a un científico, sí, pero la ciencia vende menos.
Es lo que tiene la transparencia: enseñar no enseña, sugerir, quizás, siempre dejándote entre la imaginación y la certeza.
Ana Mato, la exministra de Sanidad, reapareció en su escaño de diputada rasa con una cara que transparentaba su disgusto.
Quizás se dejó llevar por la transparencia de su orgullo y apareció allí un pelín antes de tiempo, con las emociones no del todo digeridas, y la transparencia le jugó otra mala pasada.
Todo lo contrario ha hecho Carolina de Mónaco, que no debe estar excesivamente feliz con el nacimiento de los herederos de Mónaco y ha dilatado hasta la próxima semana su aparición para felicitarlos
. Carolina, al igual que su recién nacida sobrina, no pudo ser la soberana de Mónaco porque la ley solo reconoce heredero al varón.
En el caso de los hijos de Charlene, esa tradición retrógrada se mantiene con una transparencia absoluta.
Tuvo gemelos y primero nació la niña, pero el heredero es el varón. ¿Por qué va a cambiar Alberto, el príncipe soberano, la ley si es el primer beneficiado?
En Mónaco entienden mucho más de transparencias en la moda que en la política.
Y en Hollywood, donde también ha habido todo tipo de prendas semitransparentes, se ha desatado una nueva histeria después del ciberataque de una malvada fuerza norcoreana que hackeó los archivos de Sony Pictures como protesta por el guion de La Entrevista, una película con James Franco.
En ella, una estrella de la televisión es enviado a entrevistar al líder norcoreano y la CIA aprovecha para hacer de las suyas.
Al régimen norcoreano le disgustó la transparencia en el celuloide.
Los hackers se hacen llamar Guardianes de la Paz y se declaran defensores del régimen norcoreano. Su ataque ha permitido saber cosas como que Tom Hanks se registra en los hoteles como Johnny Madrid o que la hija de Sarah Ferguson, la princesa Beatriz, trabaja en las oficinas londinenses de la compañía cobrando menos de 2.000 dólares.
O sea, que una productora de cine, aunque sea de Hollywood, sabe cómo engatusar a una princesa indefensa para que sea una becaria deluxe.
Te das cuenta de que a veces no quieres todo tan claro, te enteras de cosas que te dejan trastocado.
Como lo de la CIA y el informe sobre las supuestas torturas que esa agencia infringió para conseguir sus objetivos
. Algo que siempre imaginamos pero que al constatarlo no hemos evitado el asombro.
Estaba haciéndome una pedicura en Miami cuando supe la noticia
. Acudo a un salón regentado por un grupo de vietnamitas que han occidentalizado sus nombres. Todos se llaman Andy, Angelina o Charlenne.
Cuando salió la presidenta del Congreso americano respondiendo que no hay indicios de que se torturara a personas para averiguar el paradero de Bin Laden, Andy extrajo de debajo de mi dedo gordo un algo nada transparente que me hizo gritar, ante el asombro de los presentes.
Creían que reaccionaba así ante la noticia y quisieron explicarme que se sentían avergonzados de la política exterior de su país.
Por un momento sentí que había viajado en el tiempo hacia los años setenta, cuando la CIA intervenía en todo lo que le apetecía, desde Chile a Vietnam.
Y los americanos de a pie se esmeraban en ofrecerte explicaciones y disculpas.
Sí, al final piensas que es mejor no saber determinadas cosas.
Que el fiscal y mosquetero Horrach prefiera proteger a la Infanta Cristina calificándola de indefensa de las acciones de su marido ha sido un poquito sonrojante
. Como una transparencia que transparenta de más en un vestido de boda o en una señora de avanzada edad. Es difícil hacernos creer que la duquesa esté tan indefensa
. Con su estatura, su magnífica complexión, su linaje, con infinidad de fotos que la enseñan como si fuera una líder preparada o la forma en que se bajó del coche oficial junto a su madre y su marido en aquella polémica visita al hospital donde su padre convalecía de una de sus operaciones de cadera, en ninguna de esas imágenes se le nota indefensa. Horrach ha elegido el adjetivo quizás por no transparentar más de la cuenta.
Dejándonos servida la eterna cuestión: la transparencia puede ser bella, pero nunca es fácil.
Ni siempre es cómoda.
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