El filósofo, distinguido con cuatro premios en un solo mes, bromea al recibir el Nacional de las Letras: "Puedo ir al libro Guinness”.
Emilio Lledó pasó la mañana hablando sobre su amor por los libros
-“Han sido mi compañía. Podría reconstruir mi vida mirando esos libros”-
y pensaba encerrarse unos días para escribir un artículo para agradecer
el premio internacional de ensayo Pedro Henríquez Ureña, que por
primera vez concede la Academia Mexicana de la Lengua y que recogerá la
próxima semana.
El jurado del Premio Nacional de las Letras le ha truncado los planes. Esta mañana decidieron otorgar su galardón al filósofo y académico, nacido en Sevilla en 1927
. Recibió la noticia en la sede de la Asociación de Editores de Madrid, que le ha concedido el 18º Premio Antonio de Sancha por su compromiso con la cultura y la literatura. “Esto quiere decir que ya estás tan viejo que están diciendo ‘vamos a despedir simpáticamente a este señor”, bromeó.
“Sabía que había estado propuesto otros años, pero no éste… Podría haber sido el que viene o el pasado”, añadía jocoso, casi abrumado por la singular coincidencia de recibir cuatro galardones en un mes (el José Luis Sampedro, de Getafe Negro; el Antonio de Sancha; el Pedro Henríquez Ureña y ahora el Nacional de las Letras). “Puedo ir al libro Guinness”.
Lo aceptará.
Considera que los premios significan el reconocimiento a una trayectoria, “sea yo o cualquiera”, aunque no los busque ni se postule. “Han sido todos una sorpresa, y el origen de la filosofía es una sorpresa, por tanto estos premios me sorprenden y me estimulan para seguir trabajando”.
Emilio Lledó prepara ahora un libro sobre la amistad y los afectos.
“Me gustaría poder aportar algo nuevo aunque sea pequeñísimo.
Los afectos no tienen una gramática como la Filología, pero eso le da fuerza y libertad. Habría que pensar en una gramática de los afectos para que el amor no se convierta en odio o la amistad en enemistad”.
Hay una palabra poco usada que Lledó saborea: amistarse. “El principio de las relaciones afectivas que tengamos empieza con la relación afectiva con nosotros mismos.
Y esto te obliga a mejorarte, luchar para mirarte en el espejo y no avergonzarte”.
Cuando Lledó se mira en el espejo, no se avergüenza.
“Por edad hay un momento en que piensas que te quedan pocos telediarios, pero eso no me entristece para nada porque pienso que soy él mismo que con una maletita de cartón que se rompió en la frontera me fui a Alemania.
Me miro en el espejo y no me avergüenzo”.
-Y el país en el que vive, ¿le avergüenza?
“No me avergüenzo, pero no me gusta”.
Es la primera vez que la mirada de Lledó, relajada y sonriente, se endurece. “En la dictadura teníamos la esperanza de que esto cambiaría, y ahora estamos en el territorio de aquella esperanza y muchas veces desesperanzados”
. El filósofo amante de los griegos vuelve a ellos para reivindicar la decencia como esqueleto de una sociedad sana. Le disgusta profundamente lo que ocurre en el territorio político, pero Lledó, que durante medio siglo difundió la Filosofía en institutos y facultades, es un combatiente nato.
“No debemos aceptar batallas perdidas”.
El jurado del Premio Nacional de las Letras le ha truncado los planes. Esta mañana decidieron otorgar su galardón al filósofo y académico, nacido en Sevilla en 1927
. Recibió la noticia en la sede de la Asociación de Editores de Madrid, que le ha concedido el 18º Premio Antonio de Sancha por su compromiso con la cultura y la literatura. “Esto quiere decir que ya estás tan viejo que están diciendo ‘vamos a despedir simpáticamente a este señor”, bromeó.
“Sabía que había estado propuesto otros años, pero no éste… Podría haber sido el que viene o el pasado”, añadía jocoso, casi abrumado por la singular coincidencia de recibir cuatro galardones en un mes (el José Luis Sampedro, de Getafe Negro; el Antonio de Sancha; el Pedro Henríquez Ureña y ahora el Nacional de las Letras). “Puedo ir al libro Guinness”.
Lo aceptará.
Considera que los premios significan el reconocimiento a una trayectoria, “sea yo o cualquiera”, aunque no los busque ni se postule. “Han sido todos una sorpresa, y el origen de la filosofía es una sorpresa, por tanto estos premios me sorprenden y me estimulan para seguir trabajando”.
Emilio Lledó prepara ahora un libro sobre la amistad y los afectos.
“Me gustaría poder aportar algo nuevo aunque sea pequeñísimo.
Los afectos no tienen una gramática como la Filología, pero eso le da fuerza y libertad. Habría que pensar en una gramática de los afectos para que el amor no se convierta en odio o la amistad en enemistad”.
Hay una palabra poco usada que Lledó saborea: amistarse. “El principio de las relaciones afectivas que tengamos empieza con la relación afectiva con nosotros mismos.
Y esto te obliga a mejorarte, luchar para mirarte en el espejo y no avergonzarte”.
Cuando Lledó se mira en el espejo, no se avergüenza.
“Por edad hay un momento en que piensas que te quedan pocos telediarios, pero eso no me entristece para nada porque pienso que soy él mismo que con una maletita de cartón que se rompió en la frontera me fui a Alemania.
Me miro en el espejo y no me avergüenzo”.
-Y el país en el que vive, ¿le avergüenza?
“No me avergüenzo, pero no me gusta”.
Es la primera vez que la mirada de Lledó, relajada y sonriente, se endurece. “En la dictadura teníamos la esperanza de que esto cambiaría, y ahora estamos en el territorio de aquella esperanza y muchas veces desesperanzados”
. El filósofo amante de los griegos vuelve a ellos para reivindicar la decencia como esqueleto de una sociedad sana. Le disgusta profundamente lo que ocurre en el territorio político, pero Lledó, que durante medio siglo difundió la Filosofía en institutos y facultades, es un combatiente nato.
“No debemos aceptar batallas perdidas”.
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