Del primero cuentan que tras esas misteriosas gafas de sol y ese sombrero de tipo duro se escondía un hombre entrañable y algo pícaro
. Su voz, profunda, grave y dura, como el latido de las entrañas de la tierra, daba miedo a los niños, pero decía más de lo que cantaba. John Lee Hooker, considerado como uno de los más grandes del blues –fallecido en 2001–, le cantaba al amor y al desamor.
Pero también al sexo, al odio, la venganza y sobre todo a la verdad
. Su historia es similar a la de muchos bluesmen surgidos junto al cauce del río Mississippi.
Nacido en 1917 el pequeño John cantó en la iglesia y aprendió a tocar la guitarra a escondidas gracias a su padrastro. Se marchó a Memphis, Cincinnati, Detroit…
Trabajó como portero de un teatro, mecánico y limpiabotas…
Se casó dos veces (con su segunda mujer tuvo seis hijos). También vagabundeaba y actuaba en locales donde estaba predestinado a ser un músico anónimo pese a que su estilo no se ajustaba a los cánones del blues primitivo norteamericano 100% norteamericano, como Four Roses.
Su forma de tocar era diferente, pero hasta 1948 la suerte y el éxito no empezaron a sonreírle: ese año, triunfa con el éxito Boogie Chillen.
Pero –ay– conseguir un single de éxito no era suficiente: en un alarde de instinto de supervivencia, heredado de su origen humilde, John grabó siempre a escondidas para otros sellos diferentes al que le había fichado, para conseguir un dinero extra. Y lo hizo con muchos pseudónimos: Texas Slim, John Lee Booker, Johnny Williams… Viejos trucos de este maestro del boogie.
Aunque una de las grandes canciones por las que será recordado fue One bourbon, one scoth, one beer –un buen bebedor sabe que un bourbon es un whiskey pero no todos los whiskeys son bourbon–, un éxito grabado por Amos Milburn en 1953 y popularizado por Hooker en 1966.
La canción conectaba con la vida y la personalidad de John que no sólo la hizo suya sino que le imprimió un sello tan personal que al escucharla tiene ese sabor a Four Roses que se hace inconfundible.
Lo mismo ocurre con las canciones de la también estadounidense Janis Joplin, atraída a la música a través del blues, y de discos como los de Hooker. Sus temas destilan esa verdad y esa pasión de la música de raíz.
Su voz personal y poderosa la elevó como una de las grandes cantantes de nuestro tiempo
. Quizá la primera estrella femenina de rock and roll que existió
. Símbolo de los años sesenta, su música nacía de lo más profundo, del blues y del dolor.
Nacida en el seno de una familia tradicional de Texas su vida cambió cuando empezó a estudiar Bellas Artes en la universidad
. En aquella época empezó a cantar en bares y a formar su fuerte personalidad frente al micrófono. Rebelde, intensa, obsesiva y extrema, los que la conocieron aseguran que también podía ser divertida, sensual e inocente
. Su testamento fue tan especial y acorde con su visión lúdica de la vida: dejó apartados 2.500 dólares para que se celebrase una gran fiesta en su honor a la que 200 personas asistieron para brindar por ella.
¿Brindar con qué? Con Four Roses, que siempre fue su bourbon favorito.
Precisamente de ahí viene la canción Cuatro Rosas, del mítico grupo de rock madrileño Gabinete Caligari
. En 1984 el trío liderado por Jaime Urrutia –también de voz grave y poderosa- quiso rendir homenaje a Janis, pero sobre todo a su bebida favorita. “El Four Roses es la bebida más rockera.
En aquella época lo bebíamos bastante”, reconoció el propio Urrutia a ROLLING STONE en 2010 sobre la marca de Kentucky, cuando la canción fue elegida como una de las mejores 200 del pop – rock español en un número especial. Cuatro Rosas estaba en el puesto 16 se la selección hecha por músicos y gente de la industria en España.
Además ha quedado grabada a fuego en el subconsciente de todo un país
. Tres años después del éxito de la canción, el grupo abrió un bar cerca de la Gran Vía madrileña y lo llamó Cuatro Rosas.
Adivinen cual era la bebida que más se consumía por allí.
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