Un compromiso político entre el Partido Popular y Comisiones Obreras
está en el origen del nombramiento de Miguel Blesa como presidente de
Caja Madrid, la entidad de la que ahora se ha sabido que tenía
organizado un sistema de gastos opacos en beneficio de su consejo de
administración y de los miembros de la comisión de control.
José María Aznar, que no ha dejado de pronunciarse sobre numerosos asuntos en los diez años que lleva fuera del Gobierno de España, mantiene silencio sobre la operación por la que se colocó al frente de Caja Madrid a una persona sin experiencia bancaria alguna, cuyo mejor mérito para el cargo era la amistad con el entonces presidente del Gobierno.
Pocos meses después de la instalación de Aznar en La Moncloa, la organización madrileña de su partido firmó el extenso pliego de contrapartidas a Comisiones Obreras que permitió derribar al prudente gestor anterior de Caja Madrid, Jaime Terceiro, y sustituirle por Blesa, compañero de estudios de Aznar, que trabajaba de asesor fiscal.
El proceso que condujo a ese desenlace (en una entidad con 8 millones de clientes) fue representativo de lo sucedido en la primera legislatura del PP, cuando su presidente y jefe del Ejecutivo también hablaba catalán en la intimidad, si era preciso, para lograr el apoyo de Jordi Pujol.
No solo es grave que se haya producido la presunta ocultación y tergiversación de retribuciones por parte de los gestores de Caja Madrid, sino que se multiplicaron las retribuciones oficiales de consejeros y directivos, se centuplicaron las operaciones de riesgo y se cavó la fosa en la que terminó la entidad
. El actual equipo de Bankia ha sacado a la luz esos desmanes, después de un rescate que ha costado algo más de 22.000 millones de euros a los contribuyentes.
La imagen de la buena gestión desarrollada por los Gobiernos de Aznar, con Rodrigo Rato de principal responsable económico, ha dado paso a más y más interrogantes a medida que se conocen, tardíamente, los lodos procedentes de aquellos tiempos.
Que debe explicar el PP, pero también los demás partidos políticos y sindicatos que participaron en la gestión de las cajas arruinadas.
Despreciar valores como el mérito y la capacidad es lo peor que se puede hacer en todo tipo de organizaciones; no digamos las del sector financiero.
José María Aznar, que no ha dejado de pronunciarse sobre numerosos asuntos en los diez años que lleva fuera del Gobierno de España, mantiene silencio sobre la operación por la que se colocó al frente de Caja Madrid a una persona sin experiencia bancaria alguna, cuyo mejor mérito para el cargo era la amistad con el entonces presidente del Gobierno.
Pocos meses después de la instalación de Aznar en La Moncloa, la organización madrileña de su partido firmó el extenso pliego de contrapartidas a Comisiones Obreras que permitió derribar al prudente gestor anterior de Caja Madrid, Jaime Terceiro, y sustituirle por Blesa, compañero de estudios de Aznar, que trabajaba de asesor fiscal.
El proceso que condujo a ese desenlace (en una entidad con 8 millones de clientes) fue representativo de lo sucedido en la primera legislatura del PP, cuando su presidente y jefe del Ejecutivo también hablaba catalán en la intimidad, si era preciso, para lograr el apoyo de Jordi Pujol.
No solo es grave que se haya producido la presunta ocultación y tergiversación de retribuciones por parte de los gestores de Caja Madrid, sino que se multiplicaron las retribuciones oficiales de consejeros y directivos, se centuplicaron las operaciones de riesgo y se cavó la fosa en la que terminó la entidad
. El actual equipo de Bankia ha sacado a la luz esos desmanes, después de un rescate que ha costado algo más de 22.000 millones de euros a los contribuyentes.
La imagen de la buena gestión desarrollada por los Gobiernos de Aznar, con Rodrigo Rato de principal responsable económico, ha dado paso a más y más interrogantes a medida que se conocen, tardíamente, los lodos procedentes de aquellos tiempos.
Que debe explicar el PP, pero también los demás partidos políticos y sindicatos que participaron en la gestión de las cajas arruinadas.
Despreciar valores como el mérito y la capacidad es lo peor que se puede hacer en todo tipo de organizaciones; no digamos las del sector financiero.
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