Cuando Miguel Boyer “perdió la cabeza por la china”, como decían entre bromas sus compañeros de partido, perdió también a su familia.
Él sabía que ocurriría, que cuando sus hijos, Laura y Miguel, supieran de su relación con la ex de Julio Iglesias y de Carlos Falcó romperían toda relación con él, como así sucedió.
Sin embargo, este martes, en el cementerio de San Isidro, sus dos familias evidenciaron una reconciliación que ha llegado con el paso de los años. El presente y el pasado de Boyer aparecían juntos, prácticamente fusionados
. Las imágenes de la salida del camposanto muestran un retrato familiar inédito hasta la fecha.
Ana Boyer junto a su sobrino Gonzalo (Gtres)Ana Boyer marchaba junto a su sobrino Gonzalo, hijo de su hermana Laura
. Esta salía abrazada con Tamara Falcó, que no era hija del exministro, pero que sí ha convivido bastante con él. De hecho, le llamaba tito Miguel.
Pero la mayor de las representaciones era la imagen que abría el cortejo. Isabel Preysler abandonaba el recinto sacro de la mano de uno de los nietos de Miguel Boyer. Hugo, hijo de Laura, y la viuda recorrían agarrados de la mano el largo camino que conducía a la prensa.
Isabel Preysler, a la que todos califican de una persona metódica y que nada deja a la improvisación, parecía querer escenificar ante los fotógrafos esta reconciliación. Mostrar que su marido se marchó en paz con sus hijos tras una etapa marcada por la distancia.
Tardaron en perdonarle lo que hizo
Laura y Miguel no aceptaron la forma en que su padre terminó su matrimonio con su madre, Elena Arnedo, y cómo destruyó la familia.
Los dos consideraban que lo podía haber hecho de otra manera. Eso hizo que ambos se posicionaran con su madre desde un primer momento y que nunca aceptaran a Isabel Preysler, a quien culpaban de todo.
A esto se suma que la repercusión pública y mediática que rodeó el divorcio, con la presencia de su padre en el papel cuché, tuvo para ellos consecuencias colaterales.
Fueron muchas las bromas, los comentarios y los chascarrillos que tuvieron que soportar por parte de sus amigos y compañeros.
Pero el distanciamiento entre padre e hijos no fue sólo cosa de los vástagos. El economista también puso de su parte. Obnubilado por los encantos de la filipina y bajo los influjos de un amor recién estrenado, Miguel Boyer ‘abandonó’ a sus hijos. Se centró exclusivamente en la nueva relación y se olvidó de Laura y Miguel.
Laura Boyer acompañada de Tamara Falcó tras el entierro (Gtres)Desde el entorno familiar aseguran que Laura siempre se lo echó en cara
. Estas mismas fuentes mantienen que a ambos les pasó factura que su padre dejara a su madre por Isabel Preysler, aunque especifican que a la primogénita en mayor medida. De hecho, dicen que su primer matrimonio fue más por buscar una familia, pues la suya estaba totalmente desestructurada. Miguel, por su parte, decidió irse de España y puso rumbo a Estados Unidos para continuar su formación.
Con el paso de los años se fueron acercando posturas, aunque la relación nunca llegó a ser fluida. Hasta el 27 de septiembre de 2012, cuando Miguel Boyer sufre el derrame cerebral
Él sabía que ocurriría, que cuando sus hijos, Laura y Miguel, supieran de su relación con la ex de Julio Iglesias y de Carlos Falcó romperían toda relación con él, como así sucedió.
Sin embargo, este martes, en el cementerio de San Isidro, sus dos familias evidenciaron una reconciliación que ha llegado con el paso de los años. El presente y el pasado de Boyer aparecían juntos, prácticamente fusionados
. Las imágenes de la salida del camposanto muestran un retrato familiar inédito hasta la fecha.
Ana Boyer junto a su sobrino Gonzalo (Gtres)Ana Boyer marchaba junto a su sobrino Gonzalo, hijo de su hermana Laura
. Esta salía abrazada con Tamara Falcó, que no era hija del exministro, pero que sí ha convivido bastante con él. De hecho, le llamaba tito Miguel.
Pero la mayor de las representaciones era la imagen que abría el cortejo. Isabel Preysler abandonaba el recinto sacro de la mano de uno de los nietos de Miguel Boyer. Hugo, hijo de Laura, y la viuda recorrían agarrados de la mano el largo camino que conducía a la prensa.
Isabel Preysler, a la que todos califican de una persona metódica y que nada deja a la improvisación, parecía querer escenificar ante los fotógrafos esta reconciliación. Mostrar que su marido se marchó en paz con sus hijos tras una etapa marcada por la distancia.
Tardaron en perdonarle lo que hizo
Laura y Miguel no aceptaron la forma en que su padre terminó su matrimonio con su madre, Elena Arnedo, y cómo destruyó la familia.
Los dos consideraban que lo podía haber hecho de otra manera. Eso hizo que ambos se posicionaran con su madre desde un primer momento y que nunca aceptaran a Isabel Preysler, a quien culpaban de todo.
A esto se suma que la repercusión pública y mediática que rodeó el divorcio, con la presencia de su padre en el papel cuché, tuvo para ellos consecuencias colaterales.
Fueron muchas las bromas, los comentarios y los chascarrillos que tuvieron que soportar por parte de sus amigos y compañeros.
Pero el distanciamiento entre padre e hijos no fue sólo cosa de los vástagos. El economista también puso de su parte. Obnubilado por los encantos de la filipina y bajo los influjos de un amor recién estrenado, Miguel Boyer ‘abandonó’ a sus hijos. Se centró exclusivamente en la nueva relación y se olvidó de Laura y Miguel.
Laura Boyer acompañada de Tamara Falcó tras el entierro (Gtres)Desde el entorno familiar aseguran que Laura siempre se lo echó en cara
. Estas mismas fuentes mantienen que a ambos les pasó factura que su padre dejara a su madre por Isabel Preysler, aunque especifican que a la primogénita en mayor medida. De hecho, dicen que su primer matrimonio fue más por buscar una familia, pues la suya estaba totalmente desestructurada. Miguel, por su parte, decidió irse de España y puso rumbo a Estados Unidos para continuar su formación.
Con el paso de los años se fueron acercando posturas, aunque la relación nunca llegó a ser fluida. Hasta el 27 de septiembre de 2012, cuando Miguel Boyer sufre el derrame cerebral
. Esto provoca el acercamiento total y el fin de una etapa marcada por la distancia.
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