El día que el presidente francés, François Hollande, reconoció a su pareja, Valérie Trierweiler, que la había engañado durante meses con la actriz Julie Gayet,
aquella le amenazó: “Te destruiré”.
La venganza se ha cristalizado esta semana en forma de libro —Gracias por este momento—, un relato indiscreto y malicioso de la vida íntima de su antiguo compañero.
Frente a un político en horas bajas (su valoración, del 13%, es históricamente baja), miles de franceses han premiado la traición de Trierweiler lanzándose a la compra de ejemplares.
Las librerías del país se han quedado prácticamente sin existencias para el fin de semana.
Valérie Trierweiler era una desconocida.
Dirigía una tertulia política en la cadena de televisión Direct 8 y su nombre empieza a aparecer en la prensa fuera de las secciones de programación televisiva cuando en 2007 se conoce su relación sentimental con el entonces secretario del Partido Socialista.
La desvela la revista del corazón Closer, la misma que siete años más tarde le daría el disgusto de su vida publicando las escapadas secretas del palacio del Elíseo del ya presidente, en moto, para visitar a su amante.
Ahora, Trierweiler es una de las mujeres más famosas de Francia y, gracias a su libro, puede que gane de un golpe mucho más dinero del que le reportó nunca su labor periodística.
La maquinaria de mercadotecnia puesta en marcha por la editorial (Les Arènes) y la propia periodista ha sido planeada meticulosamente para que el golpe fuera duro e imparable. 200.000 ejemplares para un proyecto secreto del que Hollande fue informado solo tres días antes de salir a la venta.
La presidencia de Nicolas Sarkozy abrió una nueva era otorgando a la primera dama un protagonismo antes nunca visto en el Elíseo debido a su relación con la cantante y modelo Carla Bruni.
Su sucesor, mal que le pese, ha seguido la estela hasta ser víctima del retrato íntimo más descarnado y letal para un jefe del Estado francés en ejercicio.
— ¿Te lleva mucho tiempo ponerte así de guapa?, dice Trierweiler que le preguntó un día Hollande cuando la infidelidad con Gayet ya era conocida.
— Sí, un poco.
— Por otra parte, no se te exige otra cosa.
Por mucho que ahora ella pretenda edulcorar la lectura de su libro, asegurando (lo que es cierto) que en él también expresa su admiración hacia la inteligencia, la sagacidad y el sentido del humor del presidente de la República, anécdotas como la conversación privada mencionada son demasiado elocuentes acerca de los objetivos del relato.
“Se presenta como el hombre al que no le gustan los ricos.
En realidad, no le gustan los pobres.
Él, hombre de izquierdas, les llama en privado los desdentados, muy orgulloso de su sentido del humor”, dice en el libro.
La tendencia de los sin dientes (#lessansdents) ya ha cosechado un cierto éxito en las redes sociales. La cita más destructiva del relato de Trierweiler se ha instalado en la vida social y política francesa. Un librero francés aseguraba ayer que el éxito de ventas puede ser flor de un día.
Pero el daño ya está hecho para un político de baja valoración popular que gestiona un país sumido en la crisis política y económica.
Ayer, en la cumbre de la OTAN, respondió con firmeza a tan grave acusación:
“Nunca aceptaré que se cuestione el compromiso político de toda mi vida política.
Yo estoy al servicio de los franceses y, especialmente, al servicio de los más pobres y los más necesitados”.
“¿François Hollande y los desdentados? ¿De verdad cree usted que esta frase es creíble? Es lo contrario de su compromiso político”, declaraba previamente la ministra de Ecología Ségolène Royal, la madre de los cuatro hijos del presidente y la eterna rival de Trierweiler.
Para la periodista, devorada por los celos aun una vez alcanzado el palacio presidencial, Royal es su obsesión, su pesadilla, para demostrar, una vez más, que la felicidad tampoco es completa en las alturas.
La que también fue candidata a la presidencia de la República frente a Sarkozy acariciaba la idea de convertirse, en 2012, en presidenta de la Asamblea Nacional. Insoportable para Trierweiler.
— ¿No harás nada por apoyarla? —dice que le preguntó a Hollande.
— No. Puedes estar tranquila. Me he comprometido.
Al día siguiente, France Presse anuncia el aval de Hollande a Royal.
Es entonces cuando ella apoya públicamente al rival de la ahora ministra para cortarle el paso.
Lo hace en un tuit, una injerencia en la vida pública que arruina la imagen de Trierweiler entre los franceses.
Cierta prensa la rebautiza como Rottweiler.
“Soy la única responsable (del tuit). Pero la bomba de efectos retardados la habían fabricado François Hollande y Ségolène Royal, con su constante juego entre lo público y lo privado, a golpe de fotos de familia y de declaraciones ambiguas.
Tan pronto se enfrentan como se apoyan el uno al otro.
Este juego político entre ellos no tiene fin. Es un laberinto en el que me siento perdida”, se confiesa en el libro.
En la traición parece haber encontrado el camino.
La venganza se ha cristalizado esta semana en forma de libro —Gracias por este momento—, un relato indiscreto y malicioso de la vida íntima de su antiguo compañero.
Frente a un político en horas bajas (su valoración, del 13%, es históricamente baja), miles de franceses han premiado la traición de Trierweiler lanzándose a la compra de ejemplares.
Las librerías del país se han quedado prácticamente sin existencias para el fin de semana.
Valérie Trierweiler era una desconocida.
Dirigía una tertulia política en la cadena de televisión Direct 8 y su nombre empieza a aparecer en la prensa fuera de las secciones de programación televisiva cuando en 2007 se conoce su relación sentimental con el entonces secretario del Partido Socialista.
La desvela la revista del corazón Closer, la misma que siete años más tarde le daría el disgusto de su vida publicando las escapadas secretas del palacio del Elíseo del ya presidente, en moto, para visitar a su amante.
Ahora, Trierweiler es una de las mujeres más famosas de Francia y, gracias a su libro, puede que gane de un golpe mucho más dinero del que le reportó nunca su labor periodística.
La maquinaria de mercadotecnia puesta en marcha por la editorial (Les Arènes) y la propia periodista ha sido planeada meticulosamente para que el golpe fuera duro e imparable. 200.000 ejemplares para un proyecto secreto del que Hollande fue informado solo tres días antes de salir a la venta.
La presidencia de Nicolas Sarkozy abrió una nueva era otorgando a la primera dama un protagonismo antes nunca visto en el Elíseo debido a su relación con la cantante y modelo Carla Bruni.
Su sucesor, mal que le pese, ha seguido la estela hasta ser víctima del retrato íntimo más descarnado y letal para un jefe del Estado francés en ejercicio.
— ¿Te lleva mucho tiempo ponerte así de guapa?, dice Trierweiler que le preguntó un día Hollande cuando la infidelidad con Gayet ya era conocida.
— Sí, un poco.
— Por otra parte, no se te exige otra cosa.
Por mucho que ahora ella pretenda edulcorar la lectura de su libro, asegurando (lo que es cierto) que en él también expresa su admiración hacia la inteligencia, la sagacidad y el sentido del humor del presidente de la República, anécdotas como la conversación privada mencionada son demasiado elocuentes acerca de los objetivos del relato.
“Se presenta como el hombre al que no le gustan los ricos.
En realidad, no le gustan los pobres.
Él, hombre de izquierdas, les llama en privado los desdentados, muy orgulloso de su sentido del humor”, dice en el libro.
La tendencia de los sin dientes (#lessansdents) ya ha cosechado un cierto éxito en las redes sociales. La cita más destructiva del relato de Trierweiler se ha instalado en la vida social y política francesa. Un librero francés aseguraba ayer que el éxito de ventas puede ser flor de un día.
Pero el daño ya está hecho para un político de baja valoración popular que gestiona un país sumido en la crisis política y económica.
Ayer, en la cumbre de la OTAN, respondió con firmeza a tan grave acusación:
“Nunca aceptaré que se cuestione el compromiso político de toda mi vida política.
Yo estoy al servicio de los franceses y, especialmente, al servicio de los más pobres y los más necesitados”.
“¿François Hollande y los desdentados? ¿De verdad cree usted que esta frase es creíble? Es lo contrario de su compromiso político”, declaraba previamente la ministra de Ecología Ségolène Royal, la madre de los cuatro hijos del presidente y la eterna rival de Trierweiler.
Para la periodista, devorada por los celos aun una vez alcanzado el palacio presidencial, Royal es su obsesión, su pesadilla, para demostrar, una vez más, que la felicidad tampoco es completa en las alturas.
La que también fue candidata a la presidencia de la República frente a Sarkozy acariciaba la idea de convertirse, en 2012, en presidenta de la Asamblea Nacional. Insoportable para Trierweiler.
— ¿No harás nada por apoyarla? —dice que le preguntó a Hollande.
— No. Puedes estar tranquila. Me he comprometido.
Al día siguiente, France Presse anuncia el aval de Hollande a Royal.
Es entonces cuando ella apoya públicamente al rival de la ahora ministra para cortarle el paso.
Lo hace en un tuit, una injerencia en la vida pública que arruina la imagen de Trierweiler entre los franceses.
Cierta prensa la rebautiza como Rottweiler.
“Soy la única responsable (del tuit). Pero la bomba de efectos retardados la habían fabricado François Hollande y Ségolène Royal, con su constante juego entre lo público y lo privado, a golpe de fotos de familia y de declaraciones ambiguas.
Tan pronto se enfrentan como se apoyan el uno al otro.
Este juego político entre ellos no tiene fin. Es un laberinto en el que me siento perdida”, se confiesa en el libro.
En la traición parece haber encontrado el camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario