Lo bueno, y a veces lo
desesperante, de los cuentos negros es que no tienen moraleja, no hay
una enseñanza final y las conclusiones a las que llega el lector le
devuelven rápidamente a la vida, a la realidad gris y a veces
extremadamente cruel
. Es lo que ocurre con La entrega,
(Black Salamandra, traducción de Margarita Palmer), un cuento escrito
por Dennis Lehane y transformado primero en guion y luego en una novela
de 192 páginas siempre con el mismo resultado: un vívido y
desesperanzado fresco de los barrios obreros de Boston, una historia
plagada de personajes que tienen poco que perder porque nunca tuvieron
mucho, un cuento poblado de gente que nació con las cartas marcadas.
La entrega está desde ayer en las librerías y EL PAÍS ofrece el primer capítulo en exclusiva
.
Además, se ha llevado al cine en una adaptación dirigida por Michaël R.
Roskam.
Protagonizada por James Gandolfini, en el último papel antes de
su muerte, la película se estrena hoy.
Para quien quiera más pistas, la crítica de Carlos Boyero.
Dennis Lehane (Dorchester, Boston, 1965) se está cansando de los grandes criminales.
El autor de Vivir de noche (RBA) y de la serie de los policías Kenzie y Gennaro
aseguraba hace poco en Radio Boston que según iba conociendo más a las
grandes mentes del crimen le iban gustando menos.
Por eso quizás volvió a
esa historia que tenía en el cajón, escrita como un cuento hace muchos
años, adaptada como guion cinematográfico a petición de la FOX y
olvidada durante más de una década, vuelta al cajón
. Y nos felicitamos
por ello.
La entrega regresa a los barrios en los que
creció, al Boston obrero, a los pequeños personajes con grandes
historias detrás y con derrotas inevitables por delante.
El protagonista
es Bob Saginowski, un tipo tranquilo, al que le gusta ser camarero en
el bar de su primo Marv, ir a misa todos los días por la mañana y estar
solo.
Su primo es el retrato del mafiosillo venido a menos.
Marv era un
tipo duro, un irlandés que montó su banda y fue alguien en el barrio,
hasta que vinieron los chechenos y subieron el nivel de exigencia
criminal: no bastaba con ser duro, había que ser despiadado, brutal.
Pero Marv tiene un plan para devolver el golpe a sus nuevos amos, que se
quedaron con su mafia, con su bar, con su vida
. El local sirve de
tránsito para el dinero negro de las apuestas que controlan las mafias
del ficticio barrio de East Buckingham, italianos e irlandeses aliados
con los chechenos que todo lo gobiernan y eso, el día de la Super Bowl,
es el escenario perfecto para el golpe perfecto.
O no.
Un planteamiento
del que no conviene revelar más y con un desarrollo muy sorprendente
para el lector, que ya puede imaginar algo desde el inicio: nada va a ir
bien para estos perdedores.
O sí.
El fresco de tristes estampas lo completan dos historias
.
La del agente Torres, devoto católico obsesionado con el juicio final y
el sentido de la vida, hábil policía caído en desgracia por sus excesos
alcohólicos y drogadictos y que busca en este caso su camino redentor.
Y
la de Nadia, chica fea y solitaria, extraña y a veces inquietante, de
pasado oscuro y devenir incierto, unida a Bob por una extraña historia
de amor y por un pit bull que encuentran medio muerto en la basura.
Y
este bloguero que no puede ni ver a los perros se emociona con la
historia, siente que ese bichito es el ancla a la vida de estos dos
náufragos.
El fondo de la historia incluye a Eric Deeds, un loco
inadaptado y violento que complica la vida a todos y la desaparición de
un chico del barrio acaecida hace diez años y convertida en leyenda.
El
Boston obrero, azotado por la nieve, el frío y el “viento oscuro” es el
escenario que mejor conoce Lehane, allí donde se crió y donde ha
desarrollado gran parte de su ficción y eso se nota, se puede percibir
en cada línea.
Lehane demuestra en La entrega que se pueden
escribir buenas ficciones criminales a partir de pequeños delincuentes
siempre que sean grandes personajes.
No es uno de sus grandiosos
retratos del mundo criminal.
No importa, no lo pretende y está bien que
así sea. Es una historia, eso sí, que se ha ganado un sitio en mi
corazón lector, que no voy a olvidar fácilmente, a la que volveré. Es lo
que tienen los buenos. Lean y disfruten.
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