Los líderes nazis, en general no tuvieron un gran servicio en la Gran
Guerra
. El joven Himmler fue rechazado por miope. Goebbels por cojo.
Bormann no llegó a ver acción.
Las principales excepciones son Röhm, el
purgado líder de las SA, que combatió con bravura como capitán y fue
herido en la cara gravemente (no es que fuera feo, eran cicatrices),
Rudolph Hess, que estuvo en artillería y aviación y fue herido y
condecorado, y sobre todo, Hermann Goering, uno de los grandes ases de
caza, con 22 derribos, jefe de la escuadrilla Richthofen y ganador
también del Blue Max. Karl Doenitz, que mandó la flota de Hitler y fue
condenado en Nurenberg, había sido comandante de submarino en la Primera
Guerra Mundial. Su sumergible fue hundido y él hecho prisionero.
El
almirante Canaris, jefe de la inteligencia militar alemana, la Abwehr,
vivió muchas aventuras en la Gran Guerra, en el crucero corsario Dresden
y también como capitán de U-Boot. Mención especial merece Ernst Udet,
el segundo mayor as alemán tras Richthofen (62 victorias, Blue Max,
etcétera) y creador con Goering de la Luftwaffe de Hitler. Udet se
suicidó en extrañas circunstancias en 1941 –se pegó un tiro mientras
hablaba por teléfono con su novia (y luego dicen que los hombres no
somos capaces de hacer dos cosas a la vez)-; parece que tenía algunos
problemillas con el Reichmarshall.
Otros personajes cuya trayectoria es interesante seguir en las dos
guerras son Ernst Jünger, capaz de atravesar ambas como oficial alemán y
sin dejar de leer a Ariosto; Tolkien, soldado en la primera en el 11 º
de fusileros de Lancashire -véase Tolkien y la Gran Guerra, de
John Garth, Minotauro 2014- y al que se quiso reclutar como criptógrafo y
descodificador –para aprovechar el dominio del quenya y el sindarin
élficos, supongo- en la segunda; o el conde Lászlo Almásy, el personaje
real de El paciente inglés, que de húsar austrohúngaro y piloto
pasó a realizar operaciones de inteligencia y comandos en el desierto
líbico para el Afrika Korps como capitán y agente de la Abwehr. Nos
quedamos sin saber qué hubiera hecho Lawrence de Arabia –murió en 1935-
en la Segunda Guerra Mundial
. Seguramente algo interesante.
Con todo, probablemente uno de los destinos más asombrosos sea el de
Martin Niemöller que de tener una larga carrera en los submarinos en la
Primera Guerra Mundial –en el U-39 coincidió con Doenitz, fue comandante
del UC-67 y ganó la Cruz de Hierro de Primera Clase- pasó a convertirse
en pastor protestante (singular transformación que explicó en su libro Del submarino al púlpito)
y en opositor al nazismo, lo que pagó con su internamiento en
Sachsenhausen y Dachau.
Es el autor de aquella famosa sentencia que
empieza “Primero vinieron a por los comunistas, pero no dije nada porque
yo no era comunista…”, y sigue con los sindicalistas, socialistas,
judíos… Hasta concluir
“Luego vinieron a por mí, pero para entonces ya
no quedaba nadie que dijera nada”.
Un disparo más alto de un soldado francés el 24 de septiembre de 1914 al oeste de Varennes y no hubiera habido zorro del desierto: el entonces joven y audaz teniente Rommel
habría recibido el balazo en la cabeza y no en el muslo.
Su luego
Némesis en los desiertos norteafricanos, el mariscal Montgomery, tampoco
hubiera acudido a la cita del destino en El Alamein de no ser porque un
médico en un hospital de campaña se dio cuenta de que el joven oficial
al que habían dado por muerto en la batalla de Ypres el 31 de octubre de
1914, atravesado de un disparo, y estaban a punto de echar a la fosa,
aún respiraba
. Un poquito más de gas en aquel ataque británico nocturno
del 13 de octubre de 1918 sobre las posiciones alemanas en el río Lys y,
paradójicamente (visto lo del gas), quizá no hubiera existido
Auschwitz: en vez de resultar herido, el correo del regimiento List de
la 6ª División Bávara de Reserva, Adolf Hitler, hubiera muerto y nunca
habría desencadenado –al menos él- la Segunda Guerra Mundial y el
Holocausto.
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