Quién más, quién menos, tiene problemas de pareja. A santo de qué iba a montar Sánchez tamaño escandalazo llamando a 'Sálvame'. Pues porque el chico será guapo, pero no tonto, y está inquieto.
Ya me han amargado el siglo
. Toda la vida echándole sacarina hasta a los churros del desayuno, y ahora salen unos listos de no sé qué instituto científico con que los edulcorantes artificiales suben el azúcar en sangre por no sé qué del efecto rebote, según la revista Nature. Rebote, el que me he agarrado yo al enterarme por la prensa de que me los están poniendo en mi propia casa
. O sea, que se sacrifica una todos los días pidiéndose un desgraciaíto —descafeinado con desnatada con aspartamo— para poder tragarse el mazacote del tiramisú del menú del curro, y va tu flora bacteriana, interpreta que le estás vacilando, y te hace el vacío.
Va a ser por eso por lo que, pese a no ingerir hidratos a partir de las 23.45 clavadas, no adelgazo ni cien gramos.
Por un problema de desconfianza, falta de comunicación y desafección con la carne de mi carne. Cría cuervas.
Y es que aquí, quién más, quién menos, tiene problemas de pareja por muy bien que le vaya con su churri.
Dime tú, si no, a santo de qué iba a montar Pedro Sánchez tamaño escandalazo llamando a Sálvame un miércoles tonto con la excusa de dejarle clara a Jorge Javier Vázquez su postura sobre el Toro de la Vega.
Pues porque el chico será guapo, pero no tonto, y está inquieto. Vive sin vivir en La Moncloa, ni en Ferraz ni en el Congreso
. Sospecha que demasiados de los suyos están coqueteando de más con Pablo Iglesias júnior, y ha decidido reconquistarlos uno a uno por tierra, mar y audímetros. A Trancas y Barrancas, si hace falta. Vale que puede que entre la audiencia de tales espacios haya menos aforados que en la de Al rojo vivo, y que Mila Ximénez y Matamoros no estén a la altura de Marhuenda e Inda como analistas políticos ni como dúo cómico.
Pero en el amor y en la guerra todo vale. Y, mientras prospera o no la reforma electoral de Rajoy, un televidente, un voto.
Es lo que pasa cuando uno le ve de cerca las orejas al lobo del divorcio.
Que, o se va cinco minutos antes de que le eche, como Ana Botella y Jaime Lissavetzky en su lucha perdida por la alcaldía madrileña.
O recula, como el 55,3% de los escoceses ante los lagrimones de Cameron. O, si hay que hacer el pino-puente para salvar lo suyo in extremis, se hace. Y quien dice el pino-puente, dice ponerse a meter pelotas por el aro con Pablo Motos como hizo Sánchez la otra noche en plan Vaya par de gemelos. Inmaculado, eso sí, que para eso es El Mesías y entre él y Susana Díaz —que, o mucho me equivoco, o no le quita ojo del cogote— han agotado las existencias de camisas blancas de Amancio Ortega, Isak Andic y San Isidoro Álvarez, que en paz descanse.
En fin, que voy terminando, que si no me pasa como a Antonio López, que no remato ni a tiros. Pero te digo una cosa, así, en confianza.
Para mí que todo este ruido del referéndum de Escocia, el Toro de la Vega y la súbita irrupción en los platós de Pedro como ídem por su casa es una burda maniobra para tenernos entretenidas mientras George Clooney se casa con la abogada de Assange y garantizar así el orden público.
. Toda la vida echándole sacarina hasta a los churros del desayuno, y ahora salen unos listos de no sé qué instituto científico con que los edulcorantes artificiales suben el azúcar en sangre por no sé qué del efecto rebote, según la revista Nature. Rebote, el que me he agarrado yo al enterarme por la prensa de que me los están poniendo en mi propia casa
. O sea, que se sacrifica una todos los días pidiéndose un desgraciaíto —descafeinado con desnatada con aspartamo— para poder tragarse el mazacote del tiramisú del menú del curro, y va tu flora bacteriana, interpreta que le estás vacilando, y te hace el vacío.
Va a ser por eso por lo que, pese a no ingerir hidratos a partir de las 23.45 clavadas, no adelgazo ni cien gramos.
Por un problema de desconfianza, falta de comunicación y desafección con la carne de mi carne. Cría cuervas.
Y es que aquí, quién más, quién menos, tiene problemas de pareja por muy bien que le vaya con su churri.
Dime tú, si no, a santo de qué iba a montar Pedro Sánchez tamaño escandalazo llamando a Sálvame un miércoles tonto con la excusa de dejarle clara a Jorge Javier Vázquez su postura sobre el Toro de la Vega.
Pues porque el chico será guapo, pero no tonto, y está inquieto. Vive sin vivir en La Moncloa, ni en Ferraz ni en el Congreso
. Sospecha que demasiados de los suyos están coqueteando de más con Pablo Iglesias júnior, y ha decidido reconquistarlos uno a uno por tierra, mar y audímetros. A Trancas y Barrancas, si hace falta. Vale que puede que entre la audiencia de tales espacios haya menos aforados que en la de Al rojo vivo, y que Mila Ximénez y Matamoros no estén a la altura de Marhuenda e Inda como analistas políticos ni como dúo cómico.
Pero en el amor y en la guerra todo vale. Y, mientras prospera o no la reforma electoral de Rajoy, un televidente, un voto.
Es lo que pasa cuando uno le ve de cerca las orejas al lobo del divorcio.
Que, o se va cinco minutos antes de que le eche, como Ana Botella y Jaime Lissavetzky en su lucha perdida por la alcaldía madrileña.
O recula, como el 55,3% de los escoceses ante los lagrimones de Cameron. O, si hay que hacer el pino-puente para salvar lo suyo in extremis, se hace. Y quien dice el pino-puente, dice ponerse a meter pelotas por el aro con Pablo Motos como hizo Sánchez la otra noche en plan Vaya par de gemelos. Inmaculado, eso sí, que para eso es El Mesías y entre él y Susana Díaz —que, o mucho me equivoco, o no le quita ojo del cogote— han agotado las existencias de camisas blancas de Amancio Ortega, Isak Andic y San Isidoro Álvarez, que en paz descanse.
En fin, que voy terminando, que si no me pasa como a Antonio López, que no remato ni a tiros. Pero te digo una cosa, así, en confianza.
Para mí que todo este ruido del referéndum de Escocia, el Toro de la Vega y la súbita irrupción en los platós de Pedro como ídem por su casa es una burda maniobra para tenernos entretenidas mientras George Clooney se casa con la abogada de Assange y garantizar así el orden público.
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