Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

18 ago 2014

Un ‘Shangri-la’ gomero............................................................................. Guillermo Esaín

Lausilva, roques y plataneras esmaltan el valle de Hermigua, en La Gomera. El lugar perfecto para quienes buscan su particular edén.


En La Gomera los túneles de carretera ayudan a separar contrastes climáticos, mundos diferentes. Cuatro separan San Sebastián de La Gomera de Hermigua.
  Al salir del último, llamado La Cumbre, dejamos atrás la relativa aridez de la capital gomera para incorporarnos al perfil orográfico del norte, inmerso en el verdor que desprende el parque nacional. Desde esta laurisilva propia de las zonas elevadas
-El Cedro es un paraje excepcional para sumergirse en ella- descenderemos en zigzag buscando las plataneras, situadas a orillas del Atlántico, a través de una garganta donde la vida discurre a un ritmo pausado.
 Vaya de entrada que es un municipio alongado -unos 5 kilómetros-, con viviendas diseminadas formando pintorescos grupos, lo que no puede menos que despistar a más de uno.
 Su color, el verde.
El Convento es la pedanía más alta y añeja de la Villa de Hermigua. Quien lo desee puede subir por la calle con escalinata que asciende por el centro histórico entre casas del siglo XVII y XVIII.
 De esta manera se aprecia el paisaje de tejados antes de situarnos a los pies de los roques de San Pedro, que imponen su airosa presencia.
Cerca se encuentra la iglesia de Santo Domingo de Guzmán (siglo XVI), cuya tercera nave quedó inconclusa
. En Los Telares venden artesanía elaborada con ristras (capas del tallo de la platanera) y chácaras (voluminosas castañuelas); también puede uno avituallarse de almogrote (especie de mojo gomero), miel de palma, galletas o vino elaborado con uva variedad forastera gomera.
 En la tienda gestionan la visita al molino de gofio (2 euros), situado dentro de una finca de cultivo tradicional.
Un bar de Hermigua, en La Gomera. / Katja Kreder
Un kilómetro valle abajo, el Museo Etnográfico de Hermigua (entrada gratuita) se abre a la curiosidad del viajero lleno de encanto retrospectivo
. Todo un homenaje a su impulsor, Virgilio Brito.
La escasez de suelos cultivables en La Gomera determinó la creación de bancales escalonados en zonas de elevada pendiente.
 De camino a La Caleta, en una cerrada curva de izquierdas, veremos a la derecha el arranque de un sendero que se agradece infinito.
 Son 2,8 kilómetros (unos 40 minutos) por una preciosa vereda que pespuntea el risco hasta el muelle de San Lorenzo.
 De cuando los hermigüenses transitaban con su carga de plátanos a lomos de burros los días en que el océano embravecido impedía embarcar en el valle.
El senderismo de larga distancia, deporte gomero por excelencia, lo postergamos al otoño en favor de La Caleta, quizá la mayor expresión playera del norte gomero.
Pisamos un (este año) bien dotado arenal, equipado con sombrillas, mesas, tarajales, fuente, duchas, aseos.
 El restaurante Olivia está especializado en pescado.
 También se encuentra la ermita de San Juan. A lo lejos, el Teide produce un tremendo impacto visual confundiéndose con el cielo.
 Con ser este Atlántico digno de respeto, casi siempre hay rincones aptos para el baño, al menos en verano.
 Preguntar a los autóctonos.
Regresamos a la carretera principal hasta enfilar al pescante o antiguo muelle, zona en obras –habrá que caminar los últimos 250 metros-, pero que merece incluirse en la ruta, y quién sabe si zambullirse en la piscina que llena la marea. 
Fijarse en las precauciones que adoptan el resto de bañistas y tener presente que la zona más segura de este tipo de piscinas es siempre la central.
Los Godos son muy atrevidos, Los Canarios sabemos que el Mar no es nuestra amiga salvo cuando ella quiere, cuidado con las corrientes que arrastran y dónde pronto ya no se hace pie. Cada 7 olas pequeñas (Relativamente) viene una enorme que hay que saber coger, no corran sino han salido ya del oleaje porque los revolcaran.....y no se asusten que ahora son las Mareas del Pino que desde niños jugamos con ellas y ya no son tan peligrosas, pero hay que ser cautos....

 

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