¿Por qué nunca me dices que me quieres?
Según la Sociedad Española de Neurología, el 10% de la población padece alexitimia, la incapacidad para expresar sentimientos, que está entre el trastorno y el rasgo de personalidad.
MARÍA GARRIDO
21 de agosto de 2014
07:14 h.
Foto: Everett Collection
Durante los cuatro años que duró la relación entre Marta y Álvaro él no le dijo ni una sola vez un “te quiero” solemne. Si ella apretaba, él acababa admitiendo un “claro que te quiero mucho pero es que a mí no me sale decirlo”. Acabaron rompiendo.
Años después, él hizo psicoterapia abocado por un estado depresivo generalizado que no amainaba. Entre los diagnósticos con los que, distintos terapeutas le explicaron las causas de su malestar, estaba la alexitimia.
Y aunque Álvaro y Marta no retomaron su relación, ambos sintieron alivio al conocer la causa de la ausencia de palabras de su historia de amor.
La anterior no es una historia de nombres reales, pero sí es una historia real.
En torno al 10% de la población es alexitímica y los distintos grados de afección de esta dolencia pueden determinar la vida de quienes la padecen.
El primero que la describió fue el psiquiatra Peter Sifneos, en los años 70 y desde entonces, y tal y como señala la página alexitimia.org, se intentan determinar las diferentes causas de este trastorno que limita la capacidad de identificar y describir verbalmente las emociones y sentimientos
. La etiología de la alexitimia es heterogénea y recoge desde la afectación primaria (rasgos hereditarios, anormalidades genéticas, daños en las estructuras neurológicas vinculadas con las emociones, traumatismos craneoencefálicos) hasta la secundaria (traumas, depresiones, ciclotimia o desórdenes en el aprendizaje emocional).
Sus consecuencias empobrecen la vida de quien la padece y de quienes se relacionan con ellos dado que, a pesar de que estas personas sí tienen emociones, viven con el sufrimiento de no saber identificarlas ni delimitarlas y presentan enormes dificultades para involucrarse en relaciones interpersonales que, cuando se dan, suelen acabar en desastre por la asimetría de sus manifestaciones afectivas
. Los alexitímicos “suelen tener una imaginación limitada, una forma de pensar enfocada externamente, basándose en los hechos y detalles y son a menudo descritas por los demás como frías y distantes”
. Otros síntomas más concretos son "la falta de disfrute y de búsqueda del placer, postura y expresiones faciales rígidas".
Como es lógico, el tratamiento de este trastorno dependerá del grado de desarrollo del mismo y, una vez descubierto, lo adecuado es acudir a un experto que personalice el tratamiento.
Sin embargo, hay atajos indicados para las tendencias alexitímicas y recientemente, un artículo en la revista Physcentral aportaba claves actitudinales para ayudar a las personas afectadas en grados menores con un sencillo ejercicio de seis pasos que ha de practicarse tantas veces al día como se pueda para “obligar al cerebro a llevar a cabo actividades que son nuevas”.
1. El primer paso es identificar y nombrar. Sin distracciones, se pide a la persona que, a solas, enfoque toda su atención hacia su interior.
2. La pregunta que hay que hacerse de manera constante es ¿qué estoy sintiendo en este momento?
3. En este punto, los pensamientos se amontonarán para distraerle de su objetivo. De modo que hemos de concentrarnos en volver a la pregunta ¿qué estoy sintiendo en este momento?
4. Tras los minutos iniciales de concentración se hace necesario buscar las palabras para nombrar esos sentimientos. Si no las encontramos, la clave es insistir e incluso, aseguran, hacer el ejercicio con una lista de palabras al lado que pueda ayudarnos a encontrar la más precisa.
5. Una persona alexitímica tendrá muchas resistencias en esta parte del ejercicio. Dudará y pensará que es incapaz de elegir la palabra correcta así que Physcentral recomienda ser persistente y elegir al menos una.
6. El último paso busca averiguar la causa de ese sentimiento y preguntarse ¿por qué siento “esto” en este momento?
O expresado de modo más minucioso, ¿qué temo, qué gano, qué pierdo sintiéndome así?
Este ejercicio de autoayuda puede parecer simple aunque, como se asegura en el artículo “no es fácil , porque las personas alexitímicas tienen gran dificultad para sentarse con ellas mismas y sintonizar con sus sentimientos”.
Pero a medida que esta reflexión se entrena e incorpora a las rutinas de la vida cotidiana la capacidad para expresar emociones “tiene una oportunidad para volver a los afectados de forma natural”.
La ciencia lleva décadas apuntando que la inteligencia emocional es más relevante para el éxito de la vida que la inteligencia general.
Y, poco a poco, se va consolidando entre los profesionales, los padres y los educadores la necesidad de atender las necesidades anímicas de los más pequeños como prevención para llegar a la edad adulta sin abolladuras emocionales
. A este respecto, y con el ánimo de prevenir los rasgos alexitímicos que no procedan de desórdenes neurológicos diagnosticados, los expertos dan tres coordenadas a la hora de cuidar a los chavales: prestar atención a la naturaleza de cada pequeño, esforzarse por sentir empatía hacia sus sentimientos y responder de manera competente a cada necesidad emocional, esto es, sin juzgar al niño y ayudándole a nombrar cada emoción para dotarlo de las herramientas con las que se manejará de mayor.
Durante los cuatro años que duró la relación entre Marta y Álvaro él no le dijo ni una sola vez un “te quiero” solemne. Si ella apretaba, él acababa admitiendo un “claro que te quiero mucho pero es que a mí no me sale decirlo”. Acabaron rompiendo.
Años después, él hizo psicoterapia abocado por un estado depresivo generalizado que no amainaba. Entre los diagnósticos con los que, distintos terapeutas le explicaron las causas de su malestar, estaba la alexitimia.
Y aunque Álvaro y Marta no retomaron su relación, ambos sintieron alivio al conocer la causa de la ausencia de palabras de su historia de amor.
La anterior no es una historia de nombres reales, pero sí es una historia real.
En torno al 10% de la población es alexitímica y los distintos grados de afección de esta dolencia pueden determinar la vida de quienes la padecen.
El primero que la describió fue el psiquiatra Peter Sifneos, en los años 70 y desde entonces, y tal y como señala la página alexitimia.org, se intentan determinar las diferentes causas de este trastorno que limita la capacidad de identificar y describir verbalmente las emociones y sentimientos
. La etiología de la alexitimia es heterogénea y recoge desde la afectación primaria (rasgos hereditarios, anormalidades genéticas, daños en las estructuras neurológicas vinculadas con las emociones, traumatismos craneoencefálicos) hasta la secundaria (traumas, depresiones, ciclotimia o desórdenes en el aprendizaje emocional).
Sus consecuencias empobrecen la vida de quien la padece y de quienes se relacionan con ellos dado que, a pesar de que estas personas sí tienen emociones, viven con el sufrimiento de no saber identificarlas ni delimitarlas y presentan enormes dificultades para involucrarse en relaciones interpersonales que, cuando se dan, suelen acabar en desastre por la asimetría de sus manifestaciones afectivas
. Los alexitímicos “suelen tener una imaginación limitada, una forma de pensar enfocada externamente, basándose en los hechos y detalles y son a menudo descritas por los demás como frías y distantes”
. Otros síntomas más concretos son "la falta de disfrute y de búsqueda del placer, postura y expresiones faciales rígidas".
Como es lógico, el tratamiento de este trastorno dependerá del grado de desarrollo del mismo y, una vez descubierto, lo adecuado es acudir a un experto que personalice el tratamiento.
Sin embargo, hay atajos indicados para las tendencias alexitímicas y recientemente, un artículo en la revista Physcentral aportaba claves actitudinales para ayudar a las personas afectadas en grados menores con un sencillo ejercicio de seis pasos que ha de practicarse tantas veces al día como se pueda para “obligar al cerebro a llevar a cabo actividades que son nuevas”.
1. El primer paso es identificar y nombrar. Sin distracciones, se pide a la persona que, a solas, enfoque toda su atención hacia su interior.
2. La pregunta que hay que hacerse de manera constante es ¿qué estoy sintiendo en este momento?
3. En este punto, los pensamientos se amontonarán para distraerle de su objetivo. De modo que hemos de concentrarnos en volver a la pregunta ¿qué estoy sintiendo en este momento?
4. Tras los minutos iniciales de concentración se hace necesario buscar las palabras para nombrar esos sentimientos. Si no las encontramos, la clave es insistir e incluso, aseguran, hacer el ejercicio con una lista de palabras al lado que pueda ayudarnos a encontrar la más precisa.
5. Una persona alexitímica tendrá muchas resistencias en esta parte del ejercicio. Dudará y pensará que es incapaz de elegir la palabra correcta así que Physcentral recomienda ser persistente y elegir al menos una.
6. El último paso busca averiguar la causa de ese sentimiento y preguntarse ¿por qué siento “esto” en este momento?
O expresado de modo más minucioso, ¿qué temo, qué gano, qué pierdo sintiéndome así?
Este ejercicio de autoayuda puede parecer simple aunque, como se asegura en el artículo “no es fácil , porque las personas alexitímicas tienen gran dificultad para sentarse con ellas mismas y sintonizar con sus sentimientos”.
Pero a medida que esta reflexión se entrena e incorpora a las rutinas de la vida cotidiana la capacidad para expresar emociones “tiene una oportunidad para volver a los afectados de forma natural”.
La ciencia lleva décadas apuntando que la inteligencia emocional es más relevante para el éxito de la vida que la inteligencia general.
Y, poco a poco, se va consolidando entre los profesionales, los padres y los educadores la necesidad de atender las necesidades anímicas de los más pequeños como prevención para llegar a la edad adulta sin abolladuras emocionales
. A este respecto, y con el ánimo de prevenir los rasgos alexitímicos que no procedan de desórdenes neurológicos diagnosticados, los expertos dan tres coordenadas a la hora de cuidar a los chavales: prestar atención a la naturaleza de cada pequeño, esforzarse por sentir empatía hacia sus sentimientos y responder de manera competente a cada necesidad emocional, esto es, sin juzgar al niño y ayudándole a nombrar cada emoción para dotarlo de las herramientas con las que se manejará de mayor.
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