Esta novela es la continuación de Las chicas de campo (Errata Naturae, 2013), la novela con la que se dio a conocer Edna O’Brien
. Aquella terminaba con el paso de las dos amigas (Caitlin y Baba) del medio rural cerrado y sofocante de la católica Irlanda a la ciudad de Dublín.
La chica de ojos verdes cuenta la vida dublinesa de Caitlin y Baba, sobre todo de la primera.
Hay un paralelo entre ambas novelas que se establece en la relación de Caitlin con el señor Gentleman, un hombre mayor que pretende seducirla vergonzantemente, y Eugene, el hombre maduro y mundano que la seduce
. En ambas relaciones lo que está presente es la ingenuidad de Caitlin, el deseo de emparejarse, el desamparo en que la ha dejado la muerte de la madre y la necesidad de apoyar sus sueños y esperanzas en una figura masculina, en ambos casos bastante mayor que ella.
Baba es más avezada que Caitlin, aunque el desconocimiento del mundo sea semejante en ambas.
Lo que sucede es que Baba aprende deprisa, es rápida y lista, y desdeña los sueños.
En cambio, la soñadora Caitlin se convierte en carne de cañón para un afectuoso y seguro de sí mismo Eugene, que deslumbra a la pobre chica rústica.
Ella está arrebatada por el amor que siente y que acabará por llevarla a un desenlace inevitable. Entremedias hay dos momentos de tensión: cuando el padre, un penoso borrachín autoritario, la devuelve al pueblo y cuando el padre y un grupo de paletos se presentan en casa de Eugene dispuestos a apalearlo y llevarse a Caitlin.
Bien, ésta es la anécdota.
¿Dónde está la importancia de este libro
? Edna O’Brien escribe de manera directa, sin virtuosismos e innovaciones, con una escritura tradicional.
Por tanto, todo el esfuerzo está puesto en su insobornable y penetrante mirada, un don que desemboca, de primeras, en la naturalidad expresiva
. A Caitlin, recién llegada a Dublín, a la libertad, la definen el dinero como ausencia, las ganas de ligar, la estrechez, la vida encerrada, las pocas perspectivas…, y todo eso lo resolverá Eugene, al que se entrega ciegamente, pero paso a paso, exquisitamente medidos por la autora
. Los pequeños detalles, la caracterización de sus defectos y virtudes, los gestos minúsculos, las manías, el pudor, el dolor y la alegría de Caitlin, su debilidad sustancial, su dependencia de otro… se iluminan por medio de una percepción admirable de la trascendencia de las cosas pequeñas, la cotidianidad vital, servida por una prosa directa, espontánea y cautivadora donde el humor, las divertidas peripecias, frustraciones y torpezas, episodios hilarantes y sentimientos elementales van tejiendo el retrato de las emociones y experiencias de una muchacha simple y noble camino de la maduración.
. Aquella terminaba con el paso de las dos amigas (Caitlin y Baba) del medio rural cerrado y sofocante de la católica Irlanda a la ciudad de Dublín.
La chica de ojos verdes cuenta la vida dublinesa de Caitlin y Baba, sobre todo de la primera.
Hay un paralelo entre ambas novelas que se establece en la relación de Caitlin con el señor Gentleman, un hombre mayor que pretende seducirla vergonzantemente, y Eugene, el hombre maduro y mundano que la seduce
. En ambas relaciones lo que está presente es la ingenuidad de Caitlin, el deseo de emparejarse, el desamparo en que la ha dejado la muerte de la madre y la necesidad de apoyar sus sueños y esperanzas en una figura masculina, en ambos casos bastante mayor que ella.
Baba es más avezada que Caitlin, aunque el desconocimiento del mundo sea semejante en ambas.
Lo que sucede es que Baba aprende deprisa, es rápida y lista, y desdeña los sueños.
En cambio, la soñadora Caitlin se convierte en carne de cañón para un afectuoso y seguro de sí mismo Eugene, que deslumbra a la pobre chica rústica.
Ella está arrebatada por el amor que siente y que acabará por llevarla a un desenlace inevitable. Entremedias hay dos momentos de tensión: cuando el padre, un penoso borrachín autoritario, la devuelve al pueblo y cuando el padre y un grupo de paletos se presentan en casa de Eugene dispuestos a apalearlo y llevarse a Caitlin.
Bien, ésta es la anécdota.
¿Dónde está la importancia de este libro
? Edna O’Brien escribe de manera directa, sin virtuosismos e innovaciones, con una escritura tradicional.
Por tanto, todo el esfuerzo está puesto en su insobornable y penetrante mirada, un don que desemboca, de primeras, en la naturalidad expresiva
. A Caitlin, recién llegada a Dublín, a la libertad, la definen el dinero como ausencia, las ganas de ligar, la estrechez, la vida encerrada, las pocas perspectivas…, y todo eso lo resolverá Eugene, al que se entrega ciegamente, pero paso a paso, exquisitamente medidos por la autora
. Los pequeños detalles, la caracterización de sus defectos y virtudes, los gestos minúsculos, las manías, el pudor, el dolor y la alegría de Caitlin, su debilidad sustancial, su dependencia de otro… se iluminan por medio de una percepción admirable de la trascendencia de las cosas pequeñas, la cotidianidad vital, servida por una prosa directa, espontánea y cautivadora donde el humor, las divertidas peripecias, frustraciones y torpezas, episodios hilarantes y sentimientos elementales van tejiendo el retrato de las emociones y experiencias de una muchacha simple y noble camino de la maduración.
La chica de ojos verdes. Edna O’Brien. Traducción de Regina López Muñoz. Errata Naturae. Madrid, 2014. 336 páginas. 18,50 euros
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