Descubrió la emoción de cantar con otros en las plazas del 15M.
¿Qué hay en su nombre? Me tendría que haber llamado Adriana. Nací de parto natural; mucha gente alrededor.
El médico dijo: “¿Adriana? ¿Un nombre tan grande para una niña tan pequeña?” Así fui Silvia. Me gusta más que Adriana.
Mantiene los dos apellidos. Me costó. Mi madre dijo que me llamara Silvia Cruz. Pérez es Galicia, mi padre y él es valorar las cosas pequeñitas; querer la música como nadie, como él la quería.
Descubrió la música con él. Era una forma de expresarse en la familia. Cantando Alfonsina y el mar en los bares.
Y Cruz. Mi madre.
El Ampurdán, hija de una ampurdanesa total y de un hijo de mineros de La Unión.
Me ha enseñado que una canción, un cuadro, un paisaje, todo tiene una similitud.
Me enseñó a ordenar la belleza.
El resultado es una armonía, Silvia Pérez Cruz. Una búsqueda del equilibrio entre cosas distintas que van mutando.
El objetivo final es la armonía, la paz.
¿Qué rompe la armonía? Ahora vivo un cambio de etapa; hace dos años hubo otro, con la muerte de mi padre; dejas grupos; ahora puedo elegir entre un gran abanico; tienes que elegir, eso cuesta. A veces me cuesta parar el tiempo.
Empezó su vida musical con canción de un fracaso. Le pregunté a Serrat si el principio es la primera vez que cobras.
Entonces debió ser a los trece años... La canción: me la enseñó mi padre cuando yo tenía ocho años. Recuerdo su despacho, escuchaba música clásica; me encantaba bailar sola con la música cuando estaba muy enfadada o triste.
Un día me dijo que escuchara esa canción...
Un maestro, su padre. Un día me mostró un queso. “Quiero que se pare el tiempo y disfrutemos de esto; aprecio mucho el queso”. Con esa canción fue igual. Me la puso, me quedé loca; no creo que escuchara las palabras
. Creo que escuché la voz de esa mujer, Mercedes Sosa, la melodía. La ensayé luego y un día le dije: “Papá, me la sé”. Iba con él a una taberna de Calella, y un día la cantamos.
Me doy cuenta de que siempre he cantado de manera natural canciones muy tristes. Con el tiempo descubrí que la música también era para reír.
¿Qué le hace bailar en la vida? La salud. Sin salud no hay baile, ni pena, ni nada.
Me gusta ver feliz a la gente alrededor. Que aunque pase el tiempo pueda mirar a los ojos a la gente a la que adoro.
¿Qué la lleva a la melancolía? Lo vivo todo muy entregada
. A tope, y eso tiene un precio, es muy cansado. No lo canto nunca en presente; voy almacenando...
El presente. Menudo sitio. No entiendo lo suficiente de política, pero está claro que estamos viviendo un momento difícil.
Y me gusta transmitir ilusión. La música, aparte de curar penas, crea una sensación de esperanza y comunión.
¿Lo ha sentido? Entre otros sitios, en las plazas del 15M. Me encontré con gente de 95, de 18... ¡Qué bueno, pensé, pensamos que vamos solos con nuestras convicciones y hay algo que nos conecta a todos!.
¿Qué le dejó el 15M? Emoción, recuerdo ir andando y notar como ganas de llorar al ver a gentes opuestas unidas.
Me gusta ver cómo se une la gente que normalmente no se hace caso. Si se unen es que es importante para ellos, hasta que surge la emoción.
Otra vez: ¿qué hay dentro de su nombre, Silvia Pérez Cruz? Silvia es cuando canta. Reconozco en ella a la abuela y a la niña que ves en mi cara.
Están siempre ahí, me hace feliz.
Cuando veo mi nombre todo me parece mentira.
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