Científicos internacionales piden destinar a la investigación de la enfermedad los mismos recursos que al cáncer
Los expertos alertan de que si no se encuentra cura, se convertirá en una epidemia.
De poco o nada han servido 100 años de investigación buscando la cura
del alzhéimer.
La comunidad científica ha reconocido que ni se ha encontrado ni se ha avanzado en la obtención de fármacos para paliar la enfermedad neurodegenerativa.
De hecho, según un estudio publicado el pasado jueves por la Cleveland Clinic, el 99,6% de los ensayos clínicos contra el alzhéimer han fracasado.
Los científicos piden destinar a la investigación de la enfermedad los mismos recursos que se dedican a otras dolencias, como el cáncer, y advierten de que, si no se encuentra cura, se convertirá en “una epidemia”.
Es imposible prevenirla, se diagnostica en estados muy avanzados y los fármacos para contener su progresión no existen.
“Queda mucho por hacer. En un siglo, tenemos únicamente tratamientos sintomáticos con beneficios muy modestos”, ha reconocido la neuróloga del Hospital General de Massachusetts, Teresa Gómez-Isla, durante la presentación del Congreso “Beta Amiloide y Alzhéimer: de los principios fundamentales a las estrategias terapéuticas”, que reunirá durante tres días en Barcelona a más de 150 científicos internacionales para discutir los avances en la investigación de la enfermedad
. Unos 44 millones de personas en el mundo padecen la dolencia -600.000 en España- y los expertos han advertido que, con el envejecimiento progresivo de la población, en 2050 se prevé que 135 millones de personas sufran demencia, siendo el alzhéimer la tipología más prevalente.
“El fracaso de los ensayos viene por varios motivos.
Probablemente se está ensayando con fármacos en fases muy avanzadas anatomológicamente y quizás los fármacos no estaban bien dirigidos”, ha manifestado Gómez-Isla.
Hasta ahora, la mayoría de las investigaciones se centraron en estudiar las placas fibrilares de beta amiloide -una proteína con tendencia a engancharse a sí misma- que se forman en el cerebro, una de las marcas distintivas que se puede ver en los pacientes con alzhéimer.
Los científicos consideraban que las fibras de beta amiloide eran los agentes que causaban la enfermedad pero diversos estudios demostraron que la correlación entre los niveles de placas amiloides en el cerebro y la severidad con que se manifestaba la enfermedad era muy débil.
En los últimos 10 años, la investigación se ha dirigido hacia un paso previo a la formación de las placas amiloides: las especies tóxicas que se forman cuando se agregan las proteínas amiloides, antes del desarrollo de las fibras que dan lugar a las placas.
Los investigadores creen que en los agregados más pequeños es donde están los elementos tóxicos que provocan el proceso neurodegenerativo.
“Si entendemos muy bien la enfermedad a nivel molecular podemos hacer alguna cosa para paliarla, si no, se convertirá en una plaga”, ha asegurado la investigadora del Institut de Recerca Biomedica (IRB Barcelona) Natalia Carulla.
Los expertos han abogado por potenciar la investigación desde el punto de vista de la prevención y han destacado la necesidad de poder diagnosticar la enfermedad antes de que ésta haya dado síntomas:
“Sabemos que las placas de amiloide empiezan a acumularse en el cerebro unos 15 años antes de que aparezcan los primeros síntomas.
El fracaso de los ensayos puede deberse a que ya estamos llegando demasiado tarde”, ha puntualizado Gómez-Isla.
La científica está investigando la validación de biomarcadores de neuroimagen que sirvan para detectar la enfermedad:
“Disponemos desde hace varios años de marcadores de imagen que nos permiten ver las placas de amiloide en vida. Ver las lesiones cuando alguien está vivo era algo impensable hace unos años”, ha explicado.
Entre los últimos avances científicos del Instituto de Psiquatría del King's College de Londres han identificado diez proteínas del plasma que se asocian con la progresión de la enfermedad
. Para su hallazgo, los investigadores han realizado más de un millar de análisis de sangre en los que consiguieron detectar estas proteínas específicas asociadas a la enfermedad neurodegenerativa. Gómez-Isla ha celebrado el descubrimiento pero se ha mostrado prudente con las expectativas y ha puntualizado que el estudio “tiene que ser validado”.
La comunidad científica ha reconocido que ni se ha encontrado ni se ha avanzado en la obtención de fármacos para paliar la enfermedad neurodegenerativa.
De hecho, según un estudio publicado el pasado jueves por la Cleveland Clinic, el 99,6% de los ensayos clínicos contra el alzhéimer han fracasado.
Los científicos piden destinar a la investigación de la enfermedad los mismos recursos que se dedican a otras dolencias, como el cáncer, y advierten de que, si no se encuentra cura, se convertirá en “una epidemia”.
Es imposible prevenirla, se diagnostica en estados muy avanzados y los fármacos para contener su progresión no existen.
“Queda mucho por hacer. En un siglo, tenemos únicamente tratamientos sintomáticos con beneficios muy modestos”, ha reconocido la neuróloga del Hospital General de Massachusetts, Teresa Gómez-Isla, durante la presentación del Congreso “Beta Amiloide y Alzhéimer: de los principios fundamentales a las estrategias terapéuticas”, que reunirá durante tres días en Barcelona a más de 150 científicos internacionales para discutir los avances en la investigación de la enfermedad
. Unos 44 millones de personas en el mundo padecen la dolencia -600.000 en España- y los expertos han advertido que, con el envejecimiento progresivo de la población, en 2050 se prevé que 135 millones de personas sufran demencia, siendo el alzhéimer la tipología más prevalente.
“El fracaso de los ensayos viene por varios motivos.
Probablemente se está ensayando con fármacos en fases muy avanzadas anatomológicamente y quizás los fármacos no estaban bien dirigidos”, ha manifestado Gómez-Isla.
Hasta ahora, la mayoría de las investigaciones se centraron en estudiar las placas fibrilares de beta amiloide -una proteína con tendencia a engancharse a sí misma- que se forman en el cerebro, una de las marcas distintivas que se puede ver en los pacientes con alzhéimer.
Los científicos consideraban que las fibras de beta amiloide eran los agentes que causaban la enfermedad pero diversos estudios demostraron que la correlación entre los niveles de placas amiloides en el cerebro y la severidad con que se manifestaba la enfermedad era muy débil.
En los últimos 10 años, la investigación se ha dirigido hacia un paso previo a la formación de las placas amiloides: las especies tóxicas que se forman cuando se agregan las proteínas amiloides, antes del desarrollo de las fibras que dan lugar a las placas.
Los investigadores creen que en los agregados más pequeños es donde están los elementos tóxicos que provocan el proceso neurodegenerativo.
“Si entendemos muy bien la enfermedad a nivel molecular podemos hacer alguna cosa para paliarla, si no, se convertirá en una plaga”, ha asegurado la investigadora del Institut de Recerca Biomedica (IRB Barcelona) Natalia Carulla.
Los expertos han abogado por potenciar la investigación desde el punto de vista de la prevención y han destacado la necesidad de poder diagnosticar la enfermedad antes de que ésta haya dado síntomas:
“Sabemos que las placas de amiloide empiezan a acumularse en el cerebro unos 15 años antes de que aparezcan los primeros síntomas.
El fracaso de los ensayos puede deberse a que ya estamos llegando demasiado tarde”, ha puntualizado Gómez-Isla.
La científica está investigando la validación de biomarcadores de neuroimagen que sirvan para detectar la enfermedad:
“Disponemos desde hace varios años de marcadores de imagen que nos permiten ver las placas de amiloide en vida. Ver las lesiones cuando alguien está vivo era algo impensable hace unos años”, ha explicado.
Entre los últimos avances científicos del Instituto de Psiquatría del King's College de Londres han identificado diez proteínas del plasma que se asocian con la progresión de la enfermedad
. Para su hallazgo, los investigadores han realizado más de un millar de análisis de sangre en los que consiguieron detectar estas proteínas específicas asociadas a la enfermedad neurodegenerativa. Gómez-Isla ha celebrado el descubrimiento pero se ha mostrado prudente con las expectativas y ha puntualizado que el estudio “tiene que ser validado”.
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