El fotógrafo recibe en Madrid un premio de la revista 'Vogue', que también entrega su galardón al diseñador emergente del año.
Entre inauguración oficiosa del verano y celebración del siempre
difícil recambio en la moda española, la entrega del premio para jóvenes
talentos Who’s On Next de Vogue agitó anoche los jardines de la Embajada de Italia en Madrid.
Los ganadores fueron el dúo María Ke Fisherman, que han colocado sus modelos a las cantantes Lady Gaga, Miley Cyrus o Katy Perry; pero el plato fuerte era la asistencia de Mario Testino, el superfotógrafo, a quien se le concedía un premio especial por simple gusto de la casa.
El peruano se ha enfundado a la perfección el traje de cómplice que otorga relumbrón a la cabecera, y sus recientes visitas a Madrid (recordemos, ya se ofició una fiesta en su honor en 2012) le han convertido en un entrañable entretenimiento con el que la concurrencia engorda sus cuentas de Instagram.
Que recibiera ese premio especial de la mano de Isabel Preysler no hacía más que confirmar una cosa: el infalible instinto que tiene el retratista mimado de Anna Wintour para asociarse con damas de alto calibre.
Fue él quien, al coincidir con la embajadora de Porcelanosa en un evento en Windsor, le pidió que se lo entregara
. Y ella compareció con esa belleza inmunizada frente al paso de los años, con su hija Tamara Falcó bajo el ala, que parecía buscar la discreción tras su petite robe noir de Lanvin.
“Todos conocemos a Mario”, decía Preysler apelando a una improbable familiaridad colectiva. “Es cercano, simpático y muy divertido.
Es el Mario de Madonna, de Lady Di, de Vogue”… Y de la propia Preysler.
La fotografió junto a otras celebridades (de la baronesa Thyssen a Alaska y Mario, pasando por Manolo Blahnik y Almodóvar) para un número especial de Vogue sobre España publicado en diciembre de 2012.
Testino sabe que juega en casa.
Ya en el photocall bromeaba con los fotógrafos al devolverles el retrato con su cámara digital compacta.
Y al tomar el estrado, situado en las escaleras de acceso al jardín de la embajada, rememoraba su sesión con Cristiano Ronaldo e Irina Shayk para el tema de portada del número de la revista que está en la calle:
“Hace un rato alguien me preguntaba: ‘¿Por qué les ha sacado tan desnudos?’.
Y la respuesta es sencilla: ‘¿Qué esperaban con una pareja de una belleza como la suya?”.
Y brindaba un consejo extensible a cualquiera: “Mantenerse es más duro que llegar”.
Testino sería uno de los primeros invitados en esfumarse, tras el halo etéreo de Preysler e hija.
Quedarían muchas otras caras conocidas.
Lo bueno que tiene la moda, a diferencia de otras artes más sectarias, es que aglutina a los famosos más heterogéneos
. Aquí hubo espacio para, por supuesto, diseñadores (Ángel Schlesser, Carmen March); modelos veteranas (Laura Ponte, Nieves Álvarez); exmodelos que quisieron ser actrices y acabaron convertidas en profesoras de yoga (Cristina Piaget); actores curtidos (Ernesto Alterio) y no-tan-jóvenes (Martín Rivas, Adrián Lastra); actrices-cantantes (Leonor Watling); rockeras-burlesque (Vinila von Bismarck); anticuarios de moda (Lorenzo Castillo); aristócratas (Luis Medina); estrellas cocinadas en la tele (Samantha de España) y un entremezclado etcétera.
Mientras, los jóvenes diseñadores, los auténticos protagonistas de la velada, celebraban su victoria. A Nacho Aguayo (que había sido finalista por segundo año consecutivo) y al dúo The 2nd Skin Co. les quedaba el consuelo de saberse aplaudidos por los amigos presentes
. Pero los 100.000 euros de dotación económica concedidos por Inditex iban para María Lemus y Víctor Alonso, más conocidos como María Ke Fisherman.
Igual su nombre sigue sin sonarles de nada, pero es posible que hayan visto a Miley Cyrus (quien, precisamente, actuaba anoche en Madrid) enfundada en uno de sus reveladores vestidos de croché cantando en Las Vegas.
La pareja (sentimental y profesional) comenzó su andadura en 2009 y, tras su paso por El Ego de Cibeles, han roto los cauces habituales para internarse en el mercado estadounidense gracias a su propia osadía y el apoyo desde hace tres temporadas de Opening Ceremony, la boutique multimarca fetiche de los conocedores de moda.
“Este premio nos sirve para consolidar nuestro plan de internacionalización
. En septiembre volveremos a desfilar en Nueva York [ya lo hicieron en febrero, en la plataforma MADE, la misma que acoge a Jeremy Scott o Hood By Air].
Esperamos ir más desahogados al menos un par de temporadas, contratar a un publicista allí y producir un muestrario que podamos dejar en EE UU, donde se encuentra nuestro principal mercado. Para sorpresa nuestra, nos hemos posicionado entre los grupitos de trendsetters de Nueva York, Los Ángeles y Tokio”, esgrimían en pleno subidón.
Sus propuestas con reminiscencias a la cultura club kid de los noventa han captado la atención de Brandon Maxwell (actual estilista de Lady Gaga), Nicola Formichetti (artífice primigenio de la imagen de la cantante de Bad romance) o Mel Ottenberg (el hombre detrás de Rihanna).
En este país nuestro, en el que los jóvenes diseñadores parecen condenados a hacer ropa de señora para exponer su potencial comercialidad y en el que los galardones suelen ir a parar a propuestas más conservadoras, la victoria de María Ke Fisherman tiene algo de gesta
. Lo refrendaba la propia Yolanda Sacristán, directora de Vogue, que venía vestida del ganador de la edición pasada, Juan Vidal:
“A lo mejor está mal que yo lo diga, pero a la vista del resultado de las votaciones de esta edición quizás debería existir un mayor compromiso con el riesgo, con salirse de lo comercial.
Puede que tenga que ver con que yo también estoy en una etapa de dar un paso adelante, porque normalmente soy muy de sota, caballo y rey
. Cualquiera que me conozca sabe que los looks que propone María Ke Fisherman son opuestos a mi estilo.
Sin embargo, el conjunto de lo que hacen tiene tanto sentido y es tan contundente, que merecían el premio”, se hacía oír bajo el atronador sonido de los altavoces, cuando ya los asistentes hablaban más de planes vacacionales que de compromisos profesionales.
El día en que palabras como estas se traduzcan en un compromiso sólido que se extienda de la prensa al respaldo empresarial, quizás se pueda construir una auténtica hornada de recambio
. Entretanto, mejor entregarse a la ligereza del baile en las noches de verano.
Los ganadores fueron el dúo María Ke Fisherman, que han colocado sus modelos a las cantantes Lady Gaga, Miley Cyrus o Katy Perry; pero el plato fuerte era la asistencia de Mario Testino, el superfotógrafo, a quien se le concedía un premio especial por simple gusto de la casa.
El peruano se ha enfundado a la perfección el traje de cómplice que otorga relumbrón a la cabecera, y sus recientes visitas a Madrid (recordemos, ya se ofició una fiesta en su honor en 2012) le han convertido en un entrañable entretenimiento con el que la concurrencia engorda sus cuentas de Instagram.
Que recibiera ese premio especial de la mano de Isabel Preysler no hacía más que confirmar una cosa: el infalible instinto que tiene el retratista mimado de Anna Wintour para asociarse con damas de alto calibre.
Fue él quien, al coincidir con la embajadora de Porcelanosa en un evento en Windsor, le pidió que se lo entregara
. Y ella compareció con esa belleza inmunizada frente al paso de los años, con su hija Tamara Falcó bajo el ala, que parecía buscar la discreción tras su petite robe noir de Lanvin.
“Todos conocemos a Mario”, decía Preysler apelando a una improbable familiaridad colectiva. “Es cercano, simpático y muy divertido.
Es el Mario de Madonna, de Lady Di, de Vogue”… Y de la propia Preysler.
La fotografió junto a otras celebridades (de la baronesa Thyssen a Alaska y Mario, pasando por Manolo Blahnik y Almodóvar) para un número especial de Vogue sobre España publicado en diciembre de 2012.
Testino sabe que juega en casa.
Ya en el photocall bromeaba con los fotógrafos al devolverles el retrato con su cámara digital compacta.
Y al tomar el estrado, situado en las escaleras de acceso al jardín de la embajada, rememoraba su sesión con Cristiano Ronaldo e Irina Shayk para el tema de portada del número de la revista que está en la calle:
“Hace un rato alguien me preguntaba: ‘¿Por qué les ha sacado tan desnudos?’.
Y la respuesta es sencilla: ‘¿Qué esperaban con una pareja de una belleza como la suya?”.
Y brindaba un consejo extensible a cualquiera: “Mantenerse es más duro que llegar”.
Testino sería uno de los primeros invitados en esfumarse, tras el halo etéreo de Preysler e hija.
Quedarían muchas otras caras conocidas.
Lo bueno que tiene la moda, a diferencia de otras artes más sectarias, es que aglutina a los famosos más heterogéneos
. Aquí hubo espacio para, por supuesto, diseñadores (Ángel Schlesser, Carmen March); modelos veteranas (Laura Ponte, Nieves Álvarez); exmodelos que quisieron ser actrices y acabaron convertidas en profesoras de yoga (Cristina Piaget); actores curtidos (Ernesto Alterio) y no-tan-jóvenes (Martín Rivas, Adrián Lastra); actrices-cantantes (Leonor Watling); rockeras-burlesque (Vinila von Bismarck); anticuarios de moda (Lorenzo Castillo); aristócratas (Luis Medina); estrellas cocinadas en la tele (Samantha de España) y un entremezclado etcétera.
Mientras, los jóvenes diseñadores, los auténticos protagonistas de la velada, celebraban su victoria. A Nacho Aguayo (que había sido finalista por segundo año consecutivo) y al dúo The 2nd Skin Co. les quedaba el consuelo de saberse aplaudidos por los amigos presentes
. Pero los 100.000 euros de dotación económica concedidos por Inditex iban para María Lemus y Víctor Alonso, más conocidos como María Ke Fisherman.
Igual su nombre sigue sin sonarles de nada, pero es posible que hayan visto a Miley Cyrus (quien, precisamente, actuaba anoche en Madrid) enfundada en uno de sus reveladores vestidos de croché cantando en Las Vegas.
La pareja (sentimental y profesional) comenzó su andadura en 2009 y, tras su paso por El Ego de Cibeles, han roto los cauces habituales para internarse en el mercado estadounidense gracias a su propia osadía y el apoyo desde hace tres temporadas de Opening Ceremony, la boutique multimarca fetiche de los conocedores de moda.
“Este premio nos sirve para consolidar nuestro plan de internacionalización
. En septiembre volveremos a desfilar en Nueva York [ya lo hicieron en febrero, en la plataforma MADE, la misma que acoge a Jeremy Scott o Hood By Air].
Esperamos ir más desahogados al menos un par de temporadas, contratar a un publicista allí y producir un muestrario que podamos dejar en EE UU, donde se encuentra nuestro principal mercado. Para sorpresa nuestra, nos hemos posicionado entre los grupitos de trendsetters de Nueva York, Los Ángeles y Tokio”, esgrimían en pleno subidón.
Sus propuestas con reminiscencias a la cultura club kid de los noventa han captado la atención de Brandon Maxwell (actual estilista de Lady Gaga), Nicola Formichetti (artífice primigenio de la imagen de la cantante de Bad romance) o Mel Ottenberg (el hombre detrás de Rihanna).
En este país nuestro, en el que los jóvenes diseñadores parecen condenados a hacer ropa de señora para exponer su potencial comercialidad y en el que los galardones suelen ir a parar a propuestas más conservadoras, la victoria de María Ke Fisherman tiene algo de gesta
. Lo refrendaba la propia Yolanda Sacristán, directora de Vogue, que venía vestida del ganador de la edición pasada, Juan Vidal:
“A lo mejor está mal que yo lo diga, pero a la vista del resultado de las votaciones de esta edición quizás debería existir un mayor compromiso con el riesgo, con salirse de lo comercial.
Puede que tenga que ver con que yo también estoy en una etapa de dar un paso adelante, porque normalmente soy muy de sota, caballo y rey
. Cualquiera que me conozca sabe que los looks que propone María Ke Fisherman son opuestos a mi estilo.
Sin embargo, el conjunto de lo que hacen tiene tanto sentido y es tan contundente, que merecían el premio”, se hacía oír bajo el atronador sonido de los altavoces, cuando ya los asistentes hablaban más de planes vacacionales que de compromisos profesionales.
El día en que palabras como estas se traduzcan en un compromiso sólido que se extienda de la prensa al respaldo empresarial, quizás se pueda construir una auténtica hornada de recambio
. Entretanto, mejor entregarse a la ligereza del baile en las noches de verano.
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